La arquidiócesis de Barcelona ha emprendido un fuerte proceso de reflexión sobre cómo reestructurarse. Su arzobispo, el cardenal Juan José Omella, de 75 años, presidente de la Conferencia Episcopal, en vez de pensar en jubilarse parece dispuesto a tomar medidas importantes y complicadas para una de las diócesis más importantes y complejas de España.
La diócesis de Barcelona tiene 2,7 millones de habitantes, 775 sacerdotes (antes de la pandemia, hoy son muchos menos) e infinidad de templos en barrios con pocos fieles. Es una diócesis urbana, cosmopolita, muy marcada por la secularización y descristianización y un poder político hostil a la fe (el portavoz en el Congreso del partido gobernante, ERC, se mofaba hace unos días de que los católicos creen en serpientes que hablan y palomas que dejan embarazadas).
Muchas diócesis urbanas de España y de Europa, que afrontan retos similares a Barcelona, miran con atención lo que va a pasar en la diócesis del cardenal Omella.
El arzobispado ha enviado un cuestionario por Internet a cada sacerdote o diácono diocesano, para que lo rellenen con ideas y propuestas. Pide que se comenten entre párrocos, vicarios, diáconos y el consejo parroquial. Deben enviar sus respuestas antes del 15 de junio.
En ReL hemos consultado a Tote Barrera, que con su esposa Cristina Salcedo son los Premios ReL Nueva Evangelización de 2020 y tienen una gran experiencia como oteadores de la Nueva Evangelización en Europa y en América, a partir de su trabajo de muchos años en el método de evangelización Alpha y visitando muchas parroquias y diócesis de España. Hoy, inspirados en parte por la iniciativa francesa Pasteurs Selon Mon Coeur, Tote y Cristina difunden Pastores Gregis, un curso de acompañamiento y coaching dirigido a sacerdotes "que anhelan la transformación de su parroquia".
Tote Barrera y Cristina Salcedo hablan de la renovación pastoral en España al recibir el Premio ReL 2020 de Nueva Evangelización
Esta es la reflexión de Tote Barrera sobre los retos genéricos de grandes diócesis urbanas como Barcelona si de verdad quieren reestructurarse de forma evangelizadora y eficaz (los ladillos en azul son de ReL).
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10 cosas que habría que hacer para renovar una gran diócesis urbana como Barcelona
por Tote Barrera y Cristy Salcedo (Nunc Coepi, PastoresGregis)
Nos piden desde ReL una opinión de “expertos” sobre cómo renovar diócesis urbanas. Cristy y yo nos dedicamos a acompañar parroquias y sacerdotes, y no a cambiar estructuras, pero sí que puedo hablar de cosas que hemos visto que funcionan y cosas que no funcionan a la hora de restructurar diócesis por todo el mundo.
Conocemos experiencias de España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá, y hemos conocido algún que otro sacerdote que ha tratado de embarcarse en los procesos con los que ahora nos toca lidiar. Algunos de estos curas innovadores hasta se han lanzado a escribir un libro para contarlo, y gracias a Dios empieza a haber algo de literatura sobre el tema a la que recurrir.
En esto de la transformación eclesial, todos somos aprendices, pues estamos viviendo una época de cambio de modelo (de la cristiandad al post-cristianismo). Muy poca gente tiene un camino recorrido del que pueda decir que ya conoce el final. Debemos pues observar, aprender de lo que está pasando en otros lugares y de quienes han emprendido procesos parecidos, ya sea en la Iglesia Católica o en otras confesiones cristianas, o incluso —¡oh escándalo! — en el mundo secular.
Y por supuesto, debemos rebuscar en el baúl de nuestra tradición para redescubrir dimensiones eclesiales que llevan tiempo dormidas y que nos pueden dar claves para la situación actual.
Al final, lo que funciona es hacer lo que Dios bendice y no simplemente pedir a Dios que bendiga lo que estamos haciendo.
Aquí van diez reflexiones genéricas para toda diócesis que quiera comenzar un proceso de cambio y renovación de sus estructuras:
1. Si haces cambios, explica el porqué hasta la saciedad
El “siempre se ha hecho así” no es un criterio pastoral: lo dice el papa Francisco en la Evangelii Gaudium 33. Además, nos invita a descolocarnos por el “sacudón” de Dios en la Gaudete et Exultate 137. Toda reestructuración es una descolocación de costumbres y cosas que se tienen por inamovibles. Por eso, va hacer falta enseñar acerca de lo que va a suceder: antes de hacer un cambio, hay que explicar el porqué hasta la saciedad. Lo dice Simon Sinek, que es uno de los expertos más reconocidos a nivel mundial en su libro Empieza con el porqué.
2. Es necesario consultar, y también es necesario liderar
Consultar es necesario, pero para cambiar las cosas hace falta liderar. Confiamos en nuestros pastores y en su guía porque Dios se manifiesta en la Iglesia a través de ellos. Nosotros tenemos el deber de exponer lo que vemos y ellos como líderes, tienen hacer sus deberes conociendo, consultando y discerniendo para actuar.
3. No hablamos de edificios, sino de comunidades humanas
Se reestructuran comunidades de personas, no edificios. La pandemia nos ha demostrado que la comunidad cristiana va mucho más allá del edificio. La tarea fundamental de una restructuración no es asignar edificios y territorios, sino potenciar las comunidades maduras de fe que hay en un territorio, con vistas al futuro crecimiento.
Desde las ruinas de un búnker antiaéreo de la Guerra Civil en el Turó de la Rovira, los jóvenes, algunos temerariamente, miran la ciudad de Barcelona... y sus móviles... y ¿el Cielo?; lo nuevo y lo antiguo se combinan, y para algunos apuntarán a lo Eterno
4. ¿Hay ahí una comunidad madura, capaz de evangelizar?
Las unidades de pastoral y las reagrupaciones de parroquias son una oportunidad para formular un modelo de comunidades evangelizadoras. El ejemplo es Francia donde en muchas diócesis las agrupaciones de parroquias son tarea de un equipo de sacerdotes religiosos y laicos que asumen la responsabilidad conjuntamente bajo un párroco, idealmente como comunidad. Antes de trazar rayas, dividir territorios y repartir cargos, hay que preguntarse si habrá una comunidad madura capaz de asumir la tarea. Si no la hay, mejor empezar por ahí.
5. Habrá conflicto: no se puede contentar a todos
Agrupar parroquias va a generar resistencias, hay que prepararse para el conflicto y saber gestionarlo, sin tener miedo a enfrentarse al mismo. El mayor error que se puede cometer es pretender contentar a todo el mundo y en la Iglesia somos mucho de ignorar la incomodidad en el nombre de la paz y la santidad. Un buen conflicto es la mejor de las oportunidades para ganar a la gente para una causa. La gente no odia cambiar, solo detesta la manera en la que queremos que cambien.
6. No achantarse ante los que se quejan pero no invierten en la causa
En el conflicto, como en el estadio deportivo o en los toros, los asientos más baratos son los que abuchean más alto. Lo dice Craig Groeschel, un pastor muy reconocido en el mundo del liderazgo. En todo proceso de cambio habrá gente opuesta, otros que se crucen de brazos y otros que aboguen por el mismo. Alíate con los abogados, convence a los cruzados de brazos con un poderoso porqué y no tiembles ante las críticas de quienes en el fondo no invierten nada en tu causa.
7. A veces es mejor empezar cosas completamente nuevas
A veces es mejor empezar algo nuevo que intentar cambiar algo mal planteado. El padre Mallon comenzó de casi cero en una parroquia recién construida con el dinero de vender tres parroquias. Heredó tres feligresías, pero nadie se sentía dueño de la nueva parroquia, porque todos la estrenaban.
8. Agrupar parroquias sin discipulado sólo amplifica el problema
El efecto gravitacional existe: todo tiende a volver a donde estaba cuando no hay un cambio de cultura sostenido. Muchas veces, las reagrupaciones parroquiales solo sirven para reproducir el problema que tenemos a una mayor escala.
¿Cuál es el mayor problema? Un modelo de pastoral basado en mantener o alimentar usuarios, en vez de un modelo basado en suscitar y hacer madurar discípulos.
Agrupar parroquias sin un plan de primer anuncio y discipulado subsiguiente, solo cambia la dimensión del problema amplificándolo (ahora en vez de 12 misas en 4 sitios, tenemos 4 misas en 12 sitios, pero seguimos sin generar conversos y discípulos).
9. Hacer equipos eficaces de sacerdotes requiere tiempo y consultoría
Agrupar parroquias significa hacer equipos de sacerdotes. Los criterios formar estos equipos no pueden ser meramente espirituales. Tampoco pueden ser meramente humanos (por ejemplo, por rango o antigüedad). Hace falta dotarse de herramientas para analizar los talentos y capacidades de la gente que pondrás a trabajar junta. En el mundo secular se hace, y se utilizan herramientas como Clifton, Belbin o Social Styles. Merece la pena invertir tiempo en consultoría de recursos humanos si se quiere hacer una reestructuración exitosa.
10. Busca aliados que tengan vida y aprovecha los espacios que aún tienes
Vivimos una Iglesia de estructuras envejecidas donde la vida está sucediendo fuera de los límites ordinarios de la parroquia (movimientos, métodos, mundo online etc.). Lo más poderoso que hay es unir la vida y la estructura. Yo lo he visto en Londres donde antiguas parroquias de cristiandad, son ahora genuinos centros evangelizadores donde florecen comunidades de discípulos.
Hay que buscar aliados allá donde hay vida (lo que Dios está bendiciendo) y aprovechar el potencial de las estructuras que todavía tenemos en pie. Para unir vida y estructura hace falta el hecho generador de Pentecostés, la novedad del primer anuncio, que llevará a la necesidad de los espacios.
El cambio comienza por redescubrir los atrios de los gentiles que tenemos, para usarlos y así generar el bendito problema de tener que dar una casa a los nuevos cristianos.
Si solo reestructuramos parroquias vacías y nos olvidamos de invertir en espacios previos, estaremos reproduciendo el problema que nos ha llevado hasta aquí.