A elementos luteranos con siglos de tradición (el clero casado, el divorcio fácil, que los obispos sean votados por los feligreses) en las últimas décadas ha sumado el visión favorable de la anticoncepción, las relaciones afectivas de parejas del mismo sexo y el clero femenino. En fin, todo lo que los grupos disidentes pseudo-católicos piden a Roma con insistencia.
Sin embargo, todas esas "modernidades" que se aplican desde hace décadas o siglos, no han ayudado nada a la EKD. Desde 1950, los luteranos alemanes han perdido un 42% de sus feligreses mientras los católicos han crecido un 7%. En 2009, por primera vez, el catolicismo superó al protestantismo en este país.Los datos oficiales de 2009 lo confirman: en Alemania se declaraban católicos 24,9 millones de personas, mientras que las 22 iglesias de la EKD sumaban sólo 24,2 millones. Por primera vez desde la Reforma Luterana, los católicos volvían a ser el grupo mayoritario.
Después llegó el escándalo de los abusos físicos o sexuales a menores en instituciones católicas alemanas, pero también se descubrió que se dieron casos tremendos en colegios evangélicos y en colegios laicos de élite.
La ex presidenta luterana de la EKD Margot Kässmann, pastora divorciada y multada en 2009 por conducir ebria, no fue un gran ejemplo de clero femenino. Eso no le impedía hacer campaña -nada ecuménica- para pedir a la Iglesia católica que acepte la anticoncepción, algo que hasta 1930 condenaban todas las Iglesias protestantes, Biblia en mano. También aprovechaba para regañar al Papa por oponerse a las campañas de preservativos en África.
A estos representantes de la EKD, del luteranismo progre, que han visto vaciarse sus iglesias (aunque no a Kässmann, ya retirada), es a quien el Papa dirigió sus discursos del viernes por la mañana en Erfurt. Y les dijo básicamente dos cosas: "Adulteráis la fe y no evangelizáis". Con exquisitez y diplomacia, claro, para que nadie se enfade.
La forma que tuvo el Papa de decir "los luteranos progres no evangelizáis" fue señalar que hay otros cristianos que sí lo hacen, con un gran ímpetu misionero. Se refería a los pentecostales y grupos que en España y Estados Unidos llamamos "evangélicos", a veces de estilo carismático. Por ejemplo, la iglesia australiana evangélica Hillsong, famosa por sus canciones, que tiene una sede en Berlín: canta, evangeliza, predica, crea grupos... Nada que ver con los luteranos sosos, sean litúrgicos o antilitúrgicos. Aún son pocos, pero sólo ellos crecen en número en Alemania.
El Papa no mencionó expresamente a estos pentecostales ni los alabó: estaba como invitado en casa ajena. Su alusión podía también incluir grupos más inquietantes, como el grupo "Pare de sufrir", que ofrece milagros fáciles y prosperidad a quien dé grandes donativos. El Papa lo expresó así:
"Ante una nueva forma de cristianismo, que se difunde con un inmenso dinamismo misionero, a veces preocupante en sus formas, las Iglesias confesionales históricas se quedan frecuentemente perplejas. Es un cristianismo de escasa densidad institucional, con poco bagaje racional, menos aún dogmático, y con poca estabilidad. Este fenómeno mundial nos pone a todos ante la pregunta: ¿Qué nos transmite, positiva y negativamente, esta nueva forma de cristianismo?"
E inmediatamente lo enlazó con el gran reto del cristianismo: ¿qué se puede cambiar sin adulterar la fe?
O en sus palabras:
"Sea lo que fuere, nos sitúa nuevamente ante la pregunta sobre qué es lo que permanece siempre válido y qué pueda o deba cambiarse ante la cuestión de nuestra opción fundamental en la fe."
Y es que ¡los luteranos alemanes han cambiado tantas cosas en su doctrina en los últimos 60 años!
Enseguida el Papa insiste, esta vez relacionándolo con otro reto, el de la secularización:
"¿Acaso es necesario ceder a la presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe? Naturalmente, la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente. Ahora bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro hoy."
Evidentemente, el Papa está diciendo a sus anfitriones luteranos liberales que "alguien" ("y no miro a nadie", como dice el chiste) está adulterando la fe.
Por último, el Papa da algunas líneas del ecumenismo que a él le gusta: el ejemplo conjunto de los mártires católicos y protestantes bajo el nazismo, centrarse en lo esencial (que incluye " las grandes pautas de la Sagrada Escritura y las profesiones de fe del cristianismo antiguo") y "orar y cantar juntos", que en sí mismo ya da cierta comunión. "No perdamos las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea", afirma.
Y ¿cuál es la hoja de ruta que nos guiará a católicos y evangélicos "a la unidad en el único Señor"? Lo dice al final de su discurso: "la fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos en un mundo secularizado".