Benedicto XVI ha celebrado una misa en el Estadio Olímpico de Berlín en la que ha pedido a los cristianos alemanes que "permanezcan también en la Iglesia" a pesar de "la experiencia dolorosa de que en la Iglesia hay peces buenos y malos, grano y cizaña", durante una homilía pronunciada ante miles de fieles bajo una intensa lluvia.
La Iglesia no es una “organización más en una sociedad democrática”, sino el mismo Cuerpo de Cristo, y pertenecer al Cuerpo de Cristo constituye una “decisión seria” que cada uno tiene que tomar.
“Algunos miran a la Iglesia, quedándose en su apariencia exterior”, constató el Papa, y así “la Iglesia aparece únicamente como una organización más en una sociedad democrática, a tenor de cuyas normas y leyes se juzga y se trata una figura tan difícil de comprender como es la ´Iglesia´".
“La insatisfacción y el desencanto se difunden si no se realizan las propias ideas superficiales y erróneas acerca de la ´Iglesia´ y los ´ideales sobre la Iglesia´ que cada uno tiene”, subrayó el Papa.
El Pontífice se refirió al evangelio recién proclamado, sobre la vid y los sarmientos que deben permanecer injertados en ella para no secarse.
En esta parábola, explicó, “Jesús no dice: ´Vosotros sois la vid´, sino: ´Yo soy la vid, vosotros los sarmientos´”, lo cual significa: "Así como los sarmientos están unidos a la vid, de igual modo vosotros me pertenecéis. Pero, perteneciendo a mí, pertenecéis también unos a otros".
Esta relación recíproca, advirtió el Papa, “no entraña un tipo cualquiera de relación teórica, imaginaria, simbólica, sino casi me atrevería a decir, un pertenecer a Jesucristo en sentido biológico, plenamente vital”.
“En este mundo, Él continúa viviendo en su Iglesia. Él está con nosotros, y nosotros con Él”, añadió. “Por tanto, es Jesús quien sufre las persecuciones contra su Iglesia. Y, al mismo tiempo, no estamos solos cuando nos oprimen a causa de nuestra fe. Jesús está con nosotros”.
La Iglesia es el "sacramento universal de salvación", que existe “para los pecadores, para abrirles el camino de la conversión, de la curación y de la vida. Ésta es la verdadera y gran misión de la Iglesia, que le ha sido confiada por Cristo”, subrayó, rechazando otras “visiones superficiales”.
“Cada uno de nosotros – afirmó el Papa –, ha de afrontar una decisión a este respecto. El Señor nos dice de nuevo en una parábola lo seria que es: ´Al que no permanece en mí lo tiran fuera como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, arden´”.
Esta dicotomía “nos hace comprender de forma insistente el significado existencial de nuestras decisiones de vida”, subrayó.
Al mismo tiempo, dijo el Papa, la imagen de la vid “es un signo de esperanza y confianza”, pues “Dios sabe transformar en amor incluso las cosas difíciles y agobiantes de nuestra vida. Lo importante es que permanezcamos en la vid, en Cristo”.
“Permanecer en Cristo significa permanecer también en la Iglesia. Toda la comunidad de los creyentes está firmemente unida en Cristo, la vid. En Cristo, todos nosotros estamos unidos”.
“En está comunidad, Él nos sostiene y, al mismo tiempo, todos los miembros se sostienen recíprocamente. Ellos resisten juntos a las tempestades y se protegen mutuamente. Nosotros no creemos solos, sino que creemos con toda la Iglesia”, concluyó el Pontífice.
En su saludo al Papa, el arzobispo de Berlín, monseñor Rainer Maria Woelki, subrayó la “gran alegría y participación interior” con la que los fieles alemanes (y no solo, también de otros países cercanos), han acogido al Sucesor de Pedro.
En Berlín, subrayó, “apenas un habitante de cada tres pertenece a una Iglesia cristiana. “Se ha olvidado a Dios”, reconoció, pero admitiendo también que “muchas personas Le buscan y preguntan por Él”.
Además, explicó, de cada cinco católicos berlineses, uno no es de origen alemán, lo que crea “un fuerte vínculo con el mundo entero”.
La capital alemana, añadió, es “también una ciudad rica en mártires”, que con su testimonio refuerzan a los fieles. Quiso recordar que en este mismo estadio, Juan Pablo II beatificó a dos mártires del régimen nazi,Bernhard Lichtenberg y Karl Leisner.
El arzobispo de Berlín pidió al Papa que confirme a sus hermanos en la fe. “Solo donde está Dios hay futuro – afirmó –. Y no tenemos otro futuro”.
Benedicto XVI recibió en regalo un cuadro y un casco de obrero, y regaló a su vez un cáliz. Durante el intercambio de los regalos, la muchedumbre gritaba su nombre el italiano: “¡Benedetto!”.