El Papa Benedicto XVI sorprendió hoy a los políticos alemanes reunidos en el Bundestag con la propuesta de lanzar un debate sobre si verdaderamente existe o no un orden moral objetivo en la naturaleza y en el hombre, que pueda considerarse fundamento de las leyes.
El Pontífice quiso abrir el debate sobre si existe o no una ley moral natural, concepto aceptado universalmente hasta hace unas décadas, y que hoy, reconoció, “se considera una doctrina católica más bien singular, sobre la que no vale la pena discutir fuera del ámbito católico, de modo que casi nos avergüenza hasta la sola mención del término”.
La teoría que prevalece hoy es el positivismo jurídico, cuyo máximo representante, el austríaco afincado en EE.UU. Hans Kelsen (18811973), es considerado uno de los “padres” de la democracia del siglo XX.
El Papa no quiso renunciar a los logros obtenidos gracias al positivismo jurídico en el gobierno de las sociedades, pero advirtió que en sí mismo “no es suficiente” para determinar lo que es justo o injusto.
“Para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta”, afirmó.
Actualmente, afirmó el Papa, “en las decisiones de un político democrático no es tan evidente la cuestión sobre lo que ahora corresponde a la ley de la verdad, lo que es verdaderamente justo y puede transformarse en ley”.
“Hoy no es de modo alguno evidente de por sí lo que es justo respecto a las cuestiones antropológicas fundamentales y pueda convertirse en derecho vigente – añadió –; A la pregunta de cómo se puede reconocer lo que es verdaderamente justo, y servir así a la justicia en la legislación, nunca ha sido fácil encontrar la respuesta y hoy, con la abundancia de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades, dicha cuestión se ha hecho todavía más difícil”.
El Papa quiso proponer ante el Bundestag un nuevo debate global sobre si existe o no una ley natural anterior a la ley positiva, y quiso ante todo superar un malentendido respecto a la ley natural, pues ésta no es un concepto religioso, sino filosófico, y por tanto, no es algo válido exclusivamente para los cristianos.
“En la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados en modo religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los hombres”.
Sin embargo, “contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación”, afirmó el Papa.
El cristianismo, añadió, “se ha referido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios”.
Esta ley natural, por tanto, surge del “encuentro entre el derecho natural social desarrollado por los filósofos estoicos y notorios maestros del derecho romano” con el cristianismo. “De este contacto, nació la cultura jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de una importancia determinante para la cultura jurídica de la humanidad”.
“Para el desarrollo del derecho, y para el desarrollo de la humanidad, ha sido decisivo que los teólogos cristianos hayan tomado posición contra el derecho religioso, requerido de la fe en la divinidad, y se hayan puesto de parte de la filosofía, reconociendo la razón y la naturaleza en su mutua relación como fuente jurídica válida para todos”, subrayó.
El Papa apreció los logros conseguidos gracias a esta visión del derecho, pues “el concepto positivista de naturaleza y razón, la visión positivista del mundo es en su conjunto una parte grandiosa del conocimiento humano y de la capacidad humana, a la cual de modo alguno debemos renunciar en ningún caso”.
Pero el positivismo, subrayó, “no es una cultura que corresponda y sea suficiente al ser hombres en toda su amplitud, y allí donde se la considera única cultura, “ésta reduce al hombre, más todavía, amenaza su humanidad”.
“Lo digo especialmente mirando a Europa, donde en muchos ambientes se trata de reconocer solamente el positivismo como cultura común o como fundamento común para la formación del derecho, mientras que todas las otras convicciones y los otros valores de nuestra cultura quedan reducidos al nivel de subcultura”.
Cuando sólo se considera lo que es funcional, Europa “se sitúa, ante otras culturas del mundo, en una condición de falta de cultura y se suscitan, al mismo tiempo, corrientes extremistas y radicales”.
Benedicto XVI comparó “la razón positivista, que se presenta de modo exclusivista y que no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional” a “los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, y sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios”.
“Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo”.
En este sentido, aludió a la aparición del movimiento ecologista en la política alemana, que “aunque quizás no haya abierto las ventanas, ha sido y es sin embargo un grito que anhela aire fresco, un grito que no se puede ignorar ni relegar”.
“Gente joven se dio cuenta que en nuestras relaciones con la naturaleza existía algo que no funcionaba; que la materia no es solamente un material para nuestro uso, sino que la tierra tiene en sí misma su dignidad y nosotros debemos seguir sus indicaciones”.
Aclaró que él no hace propaganda de ningún partido político (y resultó curiosa su alusión a los Verdes, precisamente uno de los grupos que anunció un boicot a su presencia hoy en el Bundestag).
Afirmando que la importancia de la ecología “es hoy indiscutible”, el Papa quiso afrontar “seriamente un punto que, tanto hoy como ayer, se ha olvidado demasiado: existe también la ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente”.
“El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana”.
El Papa quiso concluir con su reflexión sobre la ley natural, recordando las propias palabras del gran teórico del positivismo jurídico, Kelsen: “Había dicho que las normas podían derivar solamente de la voluntad. En consecuencia, la naturaleza podría contener en sí normas sólo si una voluntad hubiese puesto estas normas en ella. Esto, por otra parte, supondría un Dios creador, cuya voluntad ha entrado en la naturaleza”.
Kelsen había dicho, recordó el Papa, que "discutir sobre la verdad de esta fe es algo absolutamente vana". “¿Lo es verdaderamente?, quisiera preguntar”.
El Papa recordó que en Europa, “sobre la base de la convicción sobre la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la consciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta”.
“Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad”, concluyó.