El Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, explica en un artículo publicado en el Centro Televisivo Vaticano las razones del inminente viaje del Papa Benedicto XVI a Chipre:
Muchos se preguntan por qué el Papa deba ir justamente a Chipre para encontrar a los obispos de Oriente Medio y entregarles el documento de trabajo del próximo Sínodo, el gran encuentro eclesial del mes de octubre.
La respuesta es fácil. Basta leer los Hechos de los Apóstoles, el relato de los primeros pasos del anuncio del Evangelio en el mundo después de la Resurrección de Jesús. Chipre es mencionada al menos seis veces. Es de Chipre de donde proviene Bernabé, uno de los primeros a unirse a la comunidad de los apóstoles en Jerusalén. Chipre es la primera etapa – al mismo tiempo sufrida y fecunda - del primer viaje misionero de Pablo, Bernabé y del futuro evangelista Marcos. Bernabé regresa a evangelizar Chipre después de separarse de Pablo. En sus viajes sucesivos Pablo pasa una y otra vez a lo largo de las costas de Chipre, también en el viaje final que lo lleva a Malta y a Roma. Por lo demás, basta una mirada al mapa para entender que en la región Chipre es un cruce estratégico, y por tanto también cultural y espiritual, con una historia para nosotros estrechamente unida a aquella de la Tierra Santa. Por allí pasaban las rutas de los peregrinos judíos y cristianos hacia y desde Jerusalén, las rutas de los navegantes entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa.
Si por un lado nos sorprende que Juan Pablo II no haya jamás puesto pie, no nos puede sorprender que Benedicto XVI haya aceptado con gusto la invitación a llegar hasta allí, visitante y peregrino, con un viaje que idealmente continúa aquel de Malta, subiendo por el Mediterráneo hacia Oriente, y que se relaciona también a aquel viaje fundamental del año pasado a la Tierra Santa.
Por lo tanto desde Chipre, no se puede dejar de mirar alrededor, no se puede dejar de orar y esperar por un anuncio y un servicio del Evangelio que sea fuente de diálogo, de comunión eclesial, de crecimiento humano y de paz para todos, en una región inmensamente querida a todos los creyentes, pero aun atravesada por tantos sufrimientos y divisiones.