"Lo que más me gustó fue la adoración en la vigilia. Ahí estaba la tormenta, y después, ese instantáneo silencio profundo, en el que todos sabían que estaban ante el Señor", nos explica Demetrio Fernández, obispo de Córdoba. "También me asombró la capacidad de aguante de los chicos bajo el calor, y el apoyo con que arroparon al Papa ante la lluvia, muy emocionante", añade. Y destaca la importancia de las catequesis previas con los obispos, que acercaron mucho a los chicos y sus pastores.

Para Juan José Omella, obispo de La Calzada-Logroño, "la JMJ fue como un poliedro con muchas caras y cada una tiene su encanto". Le gustaron especialmente "la oración de la vigilia pese a las difcultades, el silencio en la Eucaristia, el compromiso de los jóvenes... ha sido como el paso de un vendaval que nos ha sacudido en ilusión y seguimiento a Jesús, que sigue llamando". A Omella le asombró "la respuesta de los jóvenes, su número y actitud; ellos nos enseñan que aunque este tercer milenio empieza muy secularizado, aún muchos escuchan el Evangelio; eso nos interpela y renueva nuestra esperanza".

Jose Ángel Saiz Meneses, obispo de Terrassa, pone en el centro "el mensaje del Papa, de paz, concordia, amor a la Iglesia y envío misionero, de pertenencia eclesial, un mensaje que anima a los jóvenes a ser evangelizadores de sus compañeros". También quiere destacar que los chicos no respondieron a los insultos y ataques laicistas con violencia, sino con serenidad y oración. "Nuestros jóvenes han dado un gran testimonio de ser constructores de paz, al responder con mansedumbre y actitud pacificadora a las provocaciones", aplaude el obispo, que fue capellán en su época de la muy "roja" Universidad Autónoma de Barcelona. Además, Saiz Meneses confiesa que "en las catequesis he disfrutado como nunca".

Por otra parte, como responsable de la Conferencia Episcopal de Seminarios y Universidades, Sáiz Meneses recuerda que durante la JMJ hubo una cadena de oración perpetua en el seminario de Madrid pidiendo a Dios específicamente por las vocaciones, al que se unían también "todos o casi todos los conventos y monasterios de España". "Esa comunión de oración con los contemplativos, que son el corazón de la Iglesia, es una fuerza imparable", asegura. Y recuerda que "el Papa, cuando habló a los voluntarios, no solo les dio gracias por su trabajo, sino a pedirles que se abran a la llamada del compromiso total y el seguimiento radical".

"Cuando vimos Cuatro Vientos y su ambiente, todos los obispos quedamos asombrados, y eso que llegábamos 3 horas antes que el Papa", confiesa el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, primado de la Tarraconense. "He de decir que me impresiona también la resistencia del Santo Padre, con todo el ´tute´ [ajetreo] que le dieron. Me despedí de él a las 7 de la tarde y se le veía realmente feliz y contento; se ha ido contentísimo, y eso nos alegra a los que le queremos".

Jaume Pujol señala además que la piedad de los peregrinos, "su comportamiento en las misas, su interioridad", impresionaron ya en las parroquias de toda España durante los Días en las Diócesis. "Se notaba que venían a rezar, no de turismo, y la gente lo ha visto".

Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, destaca "la experiencia de catolicidad visible en todas sus edades, colores de razas y banderas y naciones y mentalidades" y "la respuesta de los jóvenes, en su generosidad, a pesar de la crisis económica, y de las dificultades para venir".

Entre las asociaciones de fieles laicos, destacan los Scouts de Europa, que aportaron 2.200 voluntarios, chicos y chicas, llegados de todo el continente."Quizá lo que tendrá un efecto más profundo serían los discursos del Santo Padre, su aviso de que no se puede seguir a Cristo sin la Iglesia", explica su portavoz en España, Juan Carlos Corvera. "Por otro lado, me encantó la alegría en las calles, y que bajo la tormenta del sábado, los chicos cantaban y reían bajo la lluvia". Así se cumplió de forma generalizada, masiva, ese punto de la Ley Scout que dice: "ante las dificultades, el scout sonríe y canta".

Para Javier Fariñas, responsable de comunicación de Ayuda a la Iglesia Necesitada valora "la vivencia de universalidad de la Iglesia, el comprobar que tenemos mucho que compartir y que recibir de otros países". Esta asociación que apoya a los cristianos de países en dificultades organizó una exposición fotográfica en el Patio de la Iglesia de los Jerónimos sobre cristianos perseguidos, que visitaron miles de personas de 60 países. "Unos cubanos me contaron que un grupo trabajó varios años para poder reunir el coste de un solo pasaje, y que lo sortearon; vino uno solo con la generosidad de varios", explica.

Fariñas se indigna cuando lee acerca de "sonrisas superficiales" en alguna prensa hostil. "Los chicos haitianos no venían con sonrisas superficiales, ni los iraquíes". Pero a éstos últimos les esperaba un impacto duro: llegaron a la exposición y vieron las fotos de los mártires recientes en la catedral siro-católica de Bagdad. Entre los peregrinos había parientes de esas víctimas del terrorismo anticristiano. "Los iraquíes se postraron en oración ante las fotos de los mártires, abrieron los brazos y se pusieron a cantar y a rezar y se hizo un silencio sepulcral en el Patio de la Iglesia de los Jerónimos", recuerda Fariñas, aún emocionado. "Y el sábado por la mañana llegaron 3 monjas iraníes, tenían entre 40 y 50 años, eran misioneras del Espíritu Santo; no querían ni podían hacer declaraciones, sólo rezar por los cristianios perseguidos. También nos visitaron 15 chicos de Bangla Desh, que allí viven en la pobreza más absoluta". Esa es la universalidad de la Iglesia.

Por último, hablamos con Josep Miró, presidente de E-Cristians y miembro del Pontificio Consejo de Laicos, el organismo vaticano que desde Roma vela por las JMJ.

"Con estas jornadas se ha demostrado al mundo que es posible que se reúnan muchos jóvenes a divertirse sin necesidad de sobrestimularse con drogas, alcohol y música que atonta, movidos por una alegría interior", afirma Miró. "Como ya sucedió en Londres el año pasado, el Papa ha pasado como un rodillo sobre cualquier crítica; los que al inicio eran hipercríticos desaparecieron y siguen desaparecidos. Hasta los sucesos en la Plaza de Sol, la gran prensa ejercía un importante despliegue crítico, pero luego se vio desbordada por la alegría de los jóvenes, y el relato positivo del Papa. Fijémonos que un diario tan anticlerical como Público sólo ha podido quejarse de que ¡el Papa no ha criticado al Gobierno socialista!"