"Ha llegado el momento de despedirnos", fueron su primeras palabras. "Estos días pasados en Madrid, con una representación tan numerosa de jóvenes de España y todo el mundo, quedarán hondamente grabados en mi memoria y en mi corazón".
"Majestad, el Papa se ha sentido muy bien en España".
Benedcito XVI quiso agradecer al Rey, a las autoridades políticas y eclesiásticas, así como a los voluntarios la organización de esta Jornada Mundial de la Juventud.
"España es una gran Nación que, en una convivencia sanamente abierta, plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica", señaló entre vítores y aplausos el Pontífice.
"Lo ha manifestado una vez más en estos días, al desplegar su capacidad técnica y humana en una empresa de tanta trascendencia y de tanto futuro, como es el facilitar que la juventud hunda sus raíces en Jesucristo, el Salvador".
"Y no puedo dejar de dar las gracias de todo corazón a los jóvenes por haber venido a esta Jornada, por su participación alegre, entusiasta e intensa. A ellos les digo: Gracias y enhorabuena por el testimonio que habéis dado en Madrid"
"Os invito ahora a difundir por todos los rincones del mundo la gozosa y profunda experiencia de fe vivida en este noble País. Transmitid vuestra alegría especialmente a los que hubieran querido venir y no han podido hacerlo por las más diversas circunstancias".
"Dejo España contento y agradecido a todos. Pero sobre todo a Dios, Nuestro Señor, que me ha permitido celebrar esta Jornada, tan llena de gracia y emoción, tan cargada de dinamismo y esperanza. Sí, la fiesta de la fe que hemos compartido nos permite mirar hacia adelante con mucha confianza en la providencia, que guía a la Iglesia por los mares de la historia. Por eso permanece joven y con vitalidad, aun afrontando arduas situaciones".
"Esto es obra del Espíritu Santo, que hace presente a Jesucristo en los corazones de los jóvenes de cada época y les muestra así la grandeza de la vocación divina de todo ser humano. Hemos podido comprobar también cómo la gracia de Cristo derrumba los muros y franquea las fronteras que el pecado levanta entre los pueblos y las generaciones, para hacer de todos los hombres una sola familia que se reconoce unida en el único Padre común, y que cultiva con su trabajo y respeto todo lo que Él nos ha dado en la Creación".
"Los jóvenes responden con diligencia cuando se les propone con sinceridad y verdad el encuentro con Jesucristo, único redentor de la humanidad. Ellos regresan ahora a sus casas como misioneros del Evangelio, «arraigados y cimentados en Cristo, firmes en la fe», y necesitarán ayuda en su camino".
Dirigiéndose a los obispos les comentó: "No temáis presentar a los jóvenes el mensaje de Jesucristo en toda su integridad e invitarlos a los sacramentos, por los cuales nos hace partícipes de su propia vida".
"Majestad, antes de volver a Roma, quisiera asegurar a los españoles que los tengo muy presentes en mi oración, rezando especialmente por los matrimonios y las familias que afrontan dificultades de diversa naturaleza, por los necesitados y enfermos, por los mayores y los niños, y también por los que no encuentran trabajo".
"Rezo igualmente por los jóvenes de España. Estoy convencido de que, animados por la fe en Cristo, aportarán lo mejor de sí mismos, para que este gran País afronte los desafíos de la hora presente y continúe avanzando por los caminos de la concordia, la solidaridad, la justicia y la libertad. Con estos deseos, confío a todos los hijos de esta noble tierra a la intercesión de la Virgen María, nuestra Madre del Cielo, y los bendigo con afecto".
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