La parroquia de San Bruno en Madrid es el templo que acoge las predicaciones de las catequesis de la JMJ en lengua noruega. Un grupo de 174 peregrinos de Norges Unge Katolikker (Jóvenes Católicos de Noruega) escuchan las palabras del obispo de Tromso, posiblemente una de las diócesis más septentrionales de toda Europa.
Un franciscano anima el acto guitarra en mano, mientras los jóvenes aplauden y mueven las manos al ritmo de la letra. Al obispo de Tromso, que es croata, se le ve contento. Con una población de 1.200 católicos, la vida en su remota diócesis (casi en el Círculo Polar Ártico), se rige por las bajas temperaturas y el despoblamiento. Para este obispo, estar en Madrid y poder compartir la visita del Papa con miles de jóvenes católicos servirá para mostrar que la Iglesia es numerosa y universal.
A los jóvenes noruegos también se les nota entusiasmados, muchos tienen rasgos asiáticos y latinos, fruto de la inmigración de las últimas décadas a esta capital del estado del bienestar que es Noruega.
La vida en sus frías tierras no suele dar grandes titulares, sus habitantes son gente trabajadora, respetuosa y pacífica. Pero todo cambió el pasado 22 de julio, cuando los ataques terroristas en su capital, Oslo, y en la isla de Utoeya, provocaron la muerte de 77 jóvenes a manos de un miembro de la extrema derecha racista. El primer atentado terrorista de la historia de este país supuso un duro golpe, que sería difícil de asimilar.
“Fue algo terrible, no esperábamos que pudiera pasar. Al principio no veía a Dios por ningún lado pero luego pensé que estaba en todas aquellas personas que ayudaban a los chicos a escapar de aquel asesino”, comenta Andrea, una joven peregrina de Oslo de 19 años.
Mauricio, otro de los jóvenes que le acompañan, es hijo de inmigrantes chilenos y comenta que “nunca pensé que ésto podía llegar a pasar, la gente estaba muerta de miedo. Pero el país se juntó como una familia, católicos y luteranos, inmigrantes y noruegos. Todo el mundo dejaba rosas y fotos en altares improvisados. Noruega es una sociedad respetuosa, que se integra muy bien con los que vienen de fuera”.
El día después a la masacre los medios de comunicación difundieron que el autor de la matanza había sido un fundamentalista cristiano.
“Él decía que era cristiano pero la gente puede decir lo que quiera, lo importante son los hechos y lo que hizo no era cristiano. El creía que tenía razón, pero estaba equivocado”, afirma Gudrun, otra de las chicas peregrinas en Madrid.
La familia de esta joven es católica, algo que supone una excepción para el país escandinavo. Los 60.000 católicos que viven en Noruega apenas conforman un 1.25% de los 4.500.000 de noruegos.
“En Noruega la gente se respeta mucho, hay muy poco rechazo a los católicos en comparación con otros países, pero sí es cierto que como en todos lados, reconocer que crees en Dios es difícil porque no está de moda. Yo por ejemplo estudio en una universidad que no es católica y tengo amigas luteranas, que se interesan mucho por las cosas en las que creo y por nuestra relación con la Virgen”, afirma Gudrun en un español con acento chileno que aprendió durante una beca en el país andino.
Toca hacer balance de los días que llevan en España. Los “Días en las Diócesis” ha sido una experiencia que difícilmente olvidarán.
“Fue muy divertido estar con las familias en San Javier. La comida estaba buenísima, nos hicimos amigos de los vecinos y salimos con ellos”, relata Mauricio y añade un deseo para la JMJ de Madrid "quiero tener un encuentro fuerte de fe, encontrar jóvenes de todo el mundo y ver que somos muchos los católicos”, concluye.