«La religión de los indios guaraníes era parecida a la católica en varios aspectos», explica el padre Enrique Climent, director jesuita de la exposición gratuita «Las reducciones jesuitas del Paraguay», que recoge esta «aventura fascinante» en la residencia Sagrado Corazón de Madrid hasta el 9 de septiembre. «Ellos creían en un Creador, en un espíritu malo que era una serpiente tentadora, y en un paraíso que buscaban, la Tierra Sin Mal».
Los jesuitas descubrieron que no era posible evangelizar a los guaraníes conviviendo con el mal ejemplo de las ciudades y los abusos de los encomenderos europeos: había que crear sociedades nuevas, lejos, y así levantaron las reducciones. Los jesuitas descubrieron además que los guaraníes expresaban su espiritualidad sobre todo con la música y la danza, así que se volcaron en evangelizar usando la música. «Son músicos por naturaleza, aprenden a tocar con sorprendente facilidad», escribía el padre Antonio Sepp.
El gobierno de cada reducción contaba con al menos dos padres jesuitas y un cabildo de líderes indígenas. Las comunidades cristianizadas vivían en torno a la iglesia, los talleres de trabajo y la escuela. Contaban con hospital, casa para viudas y huérfanos, agua corriente... Se mantuvo la estructura de familia extensa. Cuando los misioneros empezaban su evangelización, dejaban pasar dos años antes de predicar la monogamia y otros temas ligados al sexo, porque sólo después de haber caminado un tiempo en la fe podía eliminarse la poligamia. Siempre hubo tribus que se mantuvieron salvajes, guiadas por brujos y caudillos. Un brujo fue el que torturó hasta la muerte al primer santo paraguayo, San Roque González de Santa Cruz. Con el tiempo, la élite ilustrada liberal en Portugal y España presionó a los reyes y al Papa para acabar con «ese Estado dentro del Estado» que era la «república jesuita».
Los religiosos fueron expulsados en 1769 y las misiones murieron. «Esta exposición, como otras ofertas culturales con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, busca sobre todo acercar a los jóvenes al encuentro personal con Jesucristo», explica la directora de Cultura de la JMJ, Carla Díaz de Rivera.