«No creo que la visita del Papa sea instrumentalizada por el gobierno cubano»; por el contrario, ayudará el proceso «hacia la democracia». Ante el inminente viaje de Benedicto XVI a México y Cuba, el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, en esta entrevista con La Stampa habla del viaje, de los vientos de guerra que corren en Irán, de las relaciones entre la Santa Sede y China. Pero también responde a las recientes fugas de documentos y habla sobre la colaboración con las autoridades de otros estados para combatir el lavado de dinero, además de las discutidas medidas del vaticano para salvar el hospital San Raffaele.
- Después de la visita de Juan Pablo II en 1998, con el famoso mensaje «Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba», la situación de la Iglesia ha dado pasos hacia la libertad religiosa y se han reforzado el diálogo y la cooperación entre la Iglesia y el Estado. Hay una posibilidad concreta para formar los candidatos al sacerdocio. El problema de la escuela y de las instituciones eclesiásticas todavía debe ser afrontado y resuelto, pero, tras 14 años y tras las visitas de muchos exponentes de la Iglesia católica, no hay duda de que la actual visita del Papa Benedicto XVI ayudará al proceso de desarrollo hacia la democracia y abrirá nuevos espacios de presencia y de actividad.
- No creo que el gobierno instrumentalice la visita. Es más, creo que el gobierno y el pueblo cubanos harán todo lo posible para acoger al Papa y para manifestarle su afecto y la confianza que merece el líder de la Iglesia católica.
- La posición de la Santa Sede es que la vía para resolver los problemas y conflictos, incluso los más difíciles, es la del diálogo y no la de la guerra. Recordemos las proféticas declaraciones de los Pontífices del siglo XX: «con la guerra se puede perder todo». La región del Medio Oriente ha sufrido mucho y sigue sufriendo por diferentes conflictos. En la actualidad, estamos preocupados particularmente por la explosión de la violencia en Siria. Se revela cada vez más urgente que nunca el compromiso de todos por la paz y la reconciliación.
- La Santa Sede siguió atentamente, y diría capilarmente, todos los eventos indicados y todo lo que tiene que ver con el Medio Oriente. Hubo mensajes significativos del Papa en diferentes circunstancias; se actuó, tanto a nivel bilateral como a nivel multilateral, mediante los representantes pontificios, que hicieron escuchar sus voces. La Santa Sede no siempre hace publicidad sobre sus intervenciones, pero en todos los puntos candentes del mundo actúa con discreción, tratando de ayudar a resolver las dificultades y llamando a seguir los principios fundamentales de la dignidad humana y del derecho, aunque estas actividades no se divulguen siempre.
- Por lo pronto, los contactos con China existen y el diálogo no se ha roto, aunque a veces sea fatigoso e “intermitente”. La comunidad católica de China vive, reza, ama al Papa y a la Iglesia, y está íntimamente conectada con la Iglesia universal. Muchas instituciones eclesiásticas o católicas tienen relaciones de enorme importancia cultural con las instituciones chinas. Todo ello no puede más que ser positivo para las relaciones con Pekín. Al ver los pasos que se han dado, no se excluye, sino todo lo contrario, se puede prever y se debe animar un encuentro positivo entre la Iglesia católica, en su misión pacífica y humanizadora, y el gran pueblo chino.
- El Papa ha pensado muchas veces en un viaje a Asia y ha evaluado las posibilidades de dirigirse a los países asiáticos a los que, insistentemente, le han invitado y que ama profundamente. Claro, un viaje en Asia es cansado, pero no está excluido a priori.
- Sobre todo, las estadísticas hacen ver un posicionamiento equilibrado de los consistorios de Benedicto XVI y no se puede exigir que en cada consistorio se haga la alquimia entre el norte y el sur del mundo, entre el este y el oeste. Hay una variedad de sedes episcopales cardenalicias que representan a las Iglesias locales más relevantes y significativas, a pesar de sus problemas, y luego hay cargos en el gobierno central de la Iglesia que pueden exigir la pertenencia a una cierta nacionalidad, en lugar de otras.
- Sí, algunos interpretaron estas fugas de documentos como una moaniobra en mi contra, tal vez para deslegitimarme ante el Papa y ante la Iglesia. Personalmente, no me explico esta agresividad improvisa, puesto que mi carácter no ha cambiado, en el espíritu de fraternidad que me caracteriza como salesiano, a pesar de mis defectos. Sobre todo no ha cambiado, en rigurosa y devota fidelidad al Papa, que es mi “estrella polar” y es el superior de todos, buen trato para con todos.
- Desgraciadamente en ningún organismo es posible garantizar la honestidad necesaria de parte de todos los funcionarios. Esto vale también para los que trabajan aquí, pero en una medida ciertamente inferior a la que indicaron los medios.
- La premisa de su pregunta podría crear, involuntariamente, cierta confusión. Sé que la cuestión es compleja, pero las simplificaciones no siempre ayudan a la verdad. La colaboración con las autoridades de los demás países siempre ha existido, incluso antes de la promulgación de la ley anti lavado de dinero, así como siempre ha habido diferentes niveles y ámbitos de cooperación. Todo ello permite, aún hoy, colaborar a nivel internacional, incluso en el caso de las peticiones que provengan de las autoridades y también con referencia a lo que sucedió antes de que entraran en vigor las nuevas normas.
- Entre mayo y junio de 2011 la Santa Sede recibió muchas peticiones, de personalidades del mundo económico y administrativo, incluso de nivel nacional, con respecto a un interés para salvar el San Raffaele. Así pues, se estudió un procedimiento para intervenir y, posteriormente, se plantearon las premisas para una acción financiera circunscrita y para la gestión vigilada del San Raffaele. Bien visto, esta intervención evitó que en ese momento se declarara la banca rota y provocó que otras fuerzas entraran en juego; se aseguró la continuidad del empleo de 4000 trabajadores, ayudó a sus familias y mantuvo constante el nivel de servicios de asistencia para los pacientes internados. Todo esto no hubiera sido posible si en ese momento no hubiéramos intervenido. El Papa fue informado de esta iniciativa y también de la intención de una salida del Ior antes de que se cumpliera un determinado período para poner en marcha el procedimiento judicial de concordato. Lo que sucedió después lo sabe todo el mundo.
- Al cumplir los 75 años de edad presenté mi renuncia y el Papa me respondió con una carta de benévola confianza, en la que me invitaba a continuar. Entonces, tengo regularmente audiencias con él, para una puntual información sobre la vida de la Iglesia y para presentar las cuestiones que necesitan su decisión. Servir al Santo Padre siempre es una experiencia fuerte de caridad pastoral, por la forma en la que él guía la Iglesia con juicio límpido y con templada firmeza. Sin embargo, es obvio que mi servicio continúa o concluye según la voluntad y la decisión de Benedicto XVI.