Juan Pablo II será mañana en el décimo Pontífice beato proclamado por la Iglesia Católica. El décimo de los 265 Papas que ha habido a lo largo de la historia, y el primero, además, en ser beatificado por su inmediato sucesor: Benedicto XVI. Nunca un Papa había recibido esta condición tan pronto como Karol Wojtyla, quien, seis años después de su muerte, accede a este estadio sagrado en el camino de su canonización. Estos fueron sus beatos predecesores por orden cronológico:
Dauferio de Fausi era el hijo único de una familia noble de Benevento empeñada en casarle, y de la que tuvo que huir en varias ocasiones para poder dedicarse a la Iglesia en libertad. Él insistía en que su «nobleza de alma era mayor que la de su nacimiento». Su familia finalmente aceptó con la condición y comenzó una peregrinación de años que llamó la atención del mismísimo Papa León IX, quien, en 1054, lo hizo ir a Roma.
Dirigió sabiamente el monasterio de Monte Cassino durante 30 años y se convirtió en fiel consejero del Papa Gregorio VII. Se dice que fue este quien le designó como sucesor en el lecho de su muerte, aunque el intentó retrasar su nombramiento y llegó a huir cuando este se produjo. Finalmente, su papado duró apenas uno meses, sin que hayan quedado rastros de milagros ni en vida ni tras su muerte, a pesar de los cual, León XIII propuso su beatificación.
Fue el sucesor de Victor III, un italiano llamado Odón de Chantillon, el siguiente beato. También de ascendencia noble, su Papado estuvo marcado, además de por establecer la Curia Romana (órganos de gobierno del Vaticano) tal y como funcionan en la actualidad, por los conflictos de poder y por impulsar la Primera Cruzada en Oriente Próximo. Fue allí, en la toma de Jerusalén, donde murió con 57 años.
Aunque existen indicios del culto a la figura de Urbano II desde poco después de su muerte, en 1099, su beatificación no fue propuesta formalmente hasta que el arzobispo de Reims presentó la causa correspondiente en 1878. El 14 de julio de 1881, el Papa León XIII dio su aprobación a la propuesta y beatificó a Urbano II.
El italiano Bernardo Paganelli fue el papa número 167 de la Iglesia desde que fue elegido, el 15 de febrero de 1145, cuando era abad del monasterio cisterciense de Tre Fontane y, por tanto, ajeno al colegio cardenalicio.
Su papado, caracterizado por los enfrentamientos con el Senado romano, que le exigía la renuncia al poder temporal, y por sus sucesivas huida de Roma, estuvo marcado por la Segunda Cruzada. Murió cuatro años después de terminada esta, pero no fue beatificado hasta 1872, con el papa Pío IX.
En el papado de Teobaldo Visconti abundan los ejemplos de caridad, humildad y fervor religioso con los que rápido conquistó la simpatía del pueblo cristiano. Diariamente, cuentan, lavaba los pies de algunos pobres, repartía abundantes limosnas entre los más necesitados y llevaba una vida austera, no tomando alimento más que una vez al día y entregándose a la oración todo el tiempo posible.
Durante su Pontificado, sin embargo, también tuvo tiempo para participar en la última cruzada. Su principal iniciativa, sin embargo, fue la convocatoria del XIV Concilio Ecuménico, celebrada en 1274 en Lyon, en la que logró la reconciliación con la Iglesia Ortodoxa y creó medidas para terminar con los abusos en la iglesia. No volvió a ver Roma, pues murió cuando regresaba de Lyon.
Este religioso francés, Pierre de Tarentaise, fue el primer papa dominico, aunque su Papado duró tan solo seis meses, antes de ser envenenado por los herejes. Tiempo le dio a desarrollar una política pacifista, buscando la reconciliación entre güelfos y gibelinos en Italia, restaurando la paz entre Pisa y Lucca y mediando entre Rodolfo de Habsburgo y Carlos de Anjou.
Se le recuerda, demás, porque, tras ser elegido Papa, siguió vistiendo el hábito blanco de la orden de predicadores de la que procedía. Desde entonces, el papa siempre lleva sotana blanca.
Nicolás Boccasini también tuvo un Papado muy corto y también murió envenenado, por orden de Guillermo de Nogaret.
Fue mucho más pacífico que su antecesor, Bonifacio VIII, iniciando la abolición de la excomunión dictada contra Felipe el Hermoso de Francia, pero no fue beatificado hasta abril de 1736, por iniciativa de Clemente XII, y su nombre fue introducido en el martirologio romano por disposición del Papa Benedicto XIV en 1748 Su día festividad se celebra el 7 de julio.
Guillaume de Grimoard fue el Pontífice número 200 de la Iglesia y su principal objetivo fue volver a asentar la sede de la institución en Roma, condición que había perdido en 1309, después de que Clemente V la estableciera en Avignon.
Logró ubicarse de nuevo en lo que hoy es el Vaticano, dedicándose después a reconstruir la ciudad. Pero se le recuerda principalmente por ser considerado el primer papa humanista de la historia, ya que fundó las universidades de Cracovia y Viena. Como el resto de Papas, no fue declarado beato hasta siglos después: en 1870, por Pío IX.
El Pontificado de Benedetto Odescalchi se caracterizó por los esfuerzos para bajar los gastos de la Curia, lo que le llevó a vivir de manera austera y a intentar que cundiera el ejemplo en otros cardenales. Pocos años después, logró que los ingresos superaron a los gastos.
Su proceso de beatificación duró, al contrario que el de Juan Pablo II, siglos: se inició en 1714, pero Francia lo suspendió en 1744, retomándose en el siglo XX debido a nuevos hallazgos sobre su persona. Fue Pío XII quien lo beatificó el 7 de octubre de 1956, en una celebración que ABC cubrió ampliamente.
El italiano Angelo Giuseppe Roncalli, conocido como el «Papa Bueno», fue beatificado precisamente por Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro en el año 2000, con un milagro «tan espectacular», decía ABC, que la Iglesia lo aprobó en tan solo un mes.
La hermana Caterina Capitani, desahuciada en su leche de muerte y con la tumba ya preparada a causa de una perforación gástrica con fístula, puso una imagen de Juan XXIII cerca de la herida y este se le apareció diciéndole, según relata ella misma: «No tengas miedo, se ha acabado todo. Estás curada completamente».