El Papa fue internado en el hospital Gemelli en enero de 2005 y falleció el 2 de abril de 2005 a las 21.37 horas (19.37 GMT) en su apartamento privado del Vaticano a causa de un colapso circulatorio tras una larga agonía.
Aquel 2 de abril la llamaron del Vaticano por la mañana."Corrí porque tenía miedo de no llegar a tiempo. Sin embargo, él me esperaba", afirmó Megliorini en rueda de prensa.
"Buenos días, Santidad, hoy hay sol", le dijo al papa, porque la noticia de los días soleados "le alegraba siempre", refirió.
"No pensaba que me reconociera. Me miró. No con una mirada interrogativa que usaba siempre cuando quería saber inmediatamente cómo andaba su salud", comentó la enfermera Rita Megliorini."Era una mirada dulce, que me ha dejado tocada", subrayó.
"Sentí la necesidad de apoyar la cabeza sobre su mano, me permití el lujo de abrazarlo".
Luego, escuchó al gentío en la plaza de San Pedro y dijo al secretario del papa, Stanislao Dziwisz: "Pero toda esta gente canta". Y él, llevándola a la ventana, le explicó: "Cuando un padre muere, quiere tener a todos los hijos cerca", relató la enfermera.
"Después de la misa, el papa estaba todavía consciente. Se apagó lentamente. Primero no sentimos más la respiración, pero en el monitor su corazón latía. Poco después dejó de hacerlo", narró la enfermera.
Para Megliorini, en aquella estancia "no había dimensión ni del tiempo ni del espacio" y su relación con el enfermo "fue el regalo más grande" que le pudo dar Dios.
Recordó que cuando Juan Pablo II estaba internado en el hospital, ella le abría las persianas hacia las tres o cuatro de la mañana, que era cuando él comenzaba sus rezos.
"Buenos días, Santidad, hay sol", le decía todos los días, después se arrodillaba ante el enfermo y él la bendecía y le acariciaba la cara."Después de aquello yo me convertía en enfermera inflexible y él en enfermo también inflexible".
Según esta enfermera, Juan Pablo II estaba al corriente de todo lo que tenía relación con su salud, quería saber las novedades y si no entendía la "miraba inquisitivamente para que se lo explicara".
Durante su estancia en el hospital la enfermera contaba al Papa que en el departamento de reanimación había enfermos que sufrían y le pedía que él se pusiera en contacto con Dios para que mitigara sus dolores. Él rezaba "y su vecindad con los otros enfermos no la abandonó jamás", reiteró.
La enfermera Rita Megliorin afirmó que el rezo público de El Ángelus desde la ventana de sus aposentos privados suponía un esfuerzo terrible para el papa, pero él se sentía "como un padre" que no podía vivir sin sus hijos que aguardaban en la plaza.