Hace pocas semanas llegó a las librerías Derecho a nacer (Sepha)

 una obra de nuestro colaborador Luis Antequera que se ha convertido en el primer análisis global publicado sobre la nueva ley del Aborto.
 
Tras entrar en vigor el pasado 5 de julio el criterio de plazos que convierte lo que era hasta ahora un delito (si bien que despenalizado en algunos supuestos-coladero) en un derecho, el Tribunal Constitucional no quiso paralizar su aplicación. Es nuestro primer interrogante para Luis.
 


¿Debería haberse suspendido cautelarmente esta nueva norma?

Por supuesto. Estamos ante una ley muy especial, que puede causar efectos irreparables y absolutamente irreversibles en el caso de que al final del proceso se declare la anticonstitucionalidad de alguno de sus preceptos, por ejemplo el artículo 14.

El que fija un sistema de plazos...

Exacto: «Podrá interrumpirse el embarazo dentro de las primeras catorce semanas de gestación a petición de la embarazada». Me pregunto si no tendremos que contemplar el inusual espectáculo de un Estado al que se le demandan daños y perjuicios, por ejemplo, por parte de un padre que se hubiera opuesto a que la mujer a la que había dejado embarazada, hubiera abortado de acuerdo con ese artículo.

En Derecho a nacer colaboran además Mabel Mínguez, Fernando Díez Moreno, Carmelo López-Arias, Luis del Pino, Francisco José Alcaraz, Victoria Uroz, Beatriz Mariscal, Benigno Blanco, Sonsoles Alonso, Fernando Garrido, Arturo Canalda, Santiago Mata, Manuel Morillo y Gádor Joya.


¿Tenían otra opción los magistrados?

En febrero de este año suspendieron cautelarmente un decreto de la Generalitat de Valencia que permitía el derribo de unas casas en el barrio del Cabanyal. ¿Acaso no habría habido mejores razones para suspender la Ley Aído?

¿Qué cree que harán cuando dicten sentencia?

Lamentablemente, el Tribunal Constitucional no se está comportando de acuerdo con la grave responsabilidad que le otorga la Constitución ni con el rigor que de él cabía esperar, habiéndose convertido en un órgano altamente politizado, muy permeable a las influencias gubernamentales, ineficiente y diría que hasta perezoso. El espectáculo brindado con ocasión del Estatuto catalán ha sido poco menos que bochornoso. Todo ello convierte al alto tribunal en un órgano imprevisible.


A pesar de que ya falló sobre este asunto hace un cuarto de siglo...

A poco de autoestima que el tribunal se profese, el sentido de la sentencia no puede ser más que uno, la declaración de inconstitucionalidad de varios apartados de la ley y, notablemente, de su artículo 14, en abierta contradicción con lo que el propio tribunal estableció en su sentencia 53/1985 y, concretamente, cuando estableció que el feto es un «bien jurídicamente protegible». Algo que está en abierta contradicción con el artículo 14, donde el feto aparece como un objeto sin ninguna protección jurídica más allá de la que esté dispuesta a otorgarle su madre, y nadie más que su madre.

¿Ha habido ya algún dictamen al respecto?

En Derecho a nacer se trata el tema en repetidas ocasiones, particularmente cuando comentamos los dictámenes del Consejo Fiscal y del Consejo de Estado.


Yo creo que del conjunto de manifestaciones realizadas por el Partido Popular, cabe extraer que, sin estar por la deslegalización total del aborto, algo que lamento profundamente, sí está contra la Ley Aído. En otras palabras: parecen cómodos en la despenalización del aborto en determinados supuestos, que es lo que estaba vigente hasta el presente, pero no con su conversión en un derecho de la mujer, que eso, y no otra cosa, es lo que hace la Ley Aído.

¿Entonces?

Lo que se trata de evaluar aquí es la autoconfianza que el Partido Popular exhibirá para deshacer los pasos dados por el pesoísmo durante los años que haya durado su Gobierno y para hacer prevalecer sus puntos de vista una vez que le sea dado a él el gobernar.

Como hicieron los socialistas...

Lo primero que hizo Zapatero al llegar al poder fue derogar aquellas leyes del Gobierno Aznar a las que se había opuesto, cosa que consumó en un cortísimo espacio de tiempo: así la Ley de educación, así el Plan Hidrológico, así el delito de la convocatoria ilegal de referenda...

¿Apostaría a que el PP va a hacer lo mismo? 

Lo haría en el sentido de que lo va a hacer. No desde luego para deslegalizar el aborto, pero sí para volver a la situación preexistente a la Ley Aído.

¿En quién pensó al escribir Derecho a nacer: madres, médicos, políticos, periodistas...?

Derecho a nacer pretende ser un argumentario dirigido, en primer lugar, a todos aquéllos que ya tenemos formada una opinión contra las atroces prácticas abortivas, dirigido a ayudarles a consolidar su opinión y a ser capaces de exponerla. Pero también, y no menos, a aquellos que aún no están contra esas prácticas, a los que hemos de intentar convencer para atraer a nuestras posiciones.

¿Y lo hacemos, o nos acomodamos a la situación?

Creo que uno de los problemas de la democracia española es que mientras algunos se expresan con toda tranquilidad para dar a conocer sus puntos de vista sobre las cuestiones en las que creen o están interesados, algo que se percibe con claridad en los partidos de izquierda, no digamos en los nacionalistas, otros prefieren, en cambio, no hacer ruido y callar, sin ni siquiera dar a conocer las razones por las que creen en lo que creen y en lo que hacen, algo que se percibe con claridad en las posiciones de lo que se da en llamar la derecha sociológica.

Hay miedo, vergüenza, respetos humanos...


No veo la razón por la que ello tenga que ser así, y concretamente por lo que al aborto se refiere, creo que va siendo hora de que dejemos de comportarnos como quien tiene almorranas y de sufrirlas en silencio, para pasar a explicarnos y a hacernos escuchar.

¿Hay un cambio de sensibilidad en la sociedad española al respecto del aborto?

Ya lo creo que la hay. Se trata de un fenómeno que está calando a gran velocidad. Zapatero ha acudido al tema del aborto que, como se ha repetido hasta la saciedad, ni siquiera iba recogido en su programa electoral, como recurso para dividir de nuevo a la sociedad

¿Con qué objeto?

Él parte de la idea, primitiva y sencilla pero hasta ahora no contradicha por los hechos, de que mientras la sociedad española esté dividida y en tensión, él gana elecciones. Se trata de un argumento cortoplacista y propio de quien no es capaz de mirar más allá de su ombligo, pero nadie ha dicho nunca que Zapatero sea ni un intelectual ni un hombre de Estado. A medio plazo en cambio, Zapatero ha hecho el mejor favor que podía haber hecho a la causa pro-vida y antiabortista, al poner sobre la mesa un debate que, desgraciadamente, España había cerrado... en falso, sí, pero cerrado al fin y al cabo.

Mostrarle a una madre que va a abortar una ecografía ¿es una coacción, como sostiene el Gobierno contra la Generalitat valenciana?

¡Qué disparate, por Dios! Desde el punto de vista intelectual, es una declaración de rendición con la que demuestra el Gobierno la poca confianza que tiene en lo que hace, y lo necesitado que está de ocultar e impedir la visualización de la penosa realidad.

Les asusta la realidad...

El Gobierno, y el proaborcionismo en general, siempre abordan la causa del aborto como la de una realidad insoslayable que no es posible ignorar, y que ellos, muy a su pesar y contra lo que les pide el corazón, se ven obligados a legislar y regular. Pero una vez que han obtenido su propósito y han dado una vuelta de tuerca para hacer la legislación más proabortista, se les cae la careta y enseñan su verdadero rostro.
 
¿Es como si el aborto les hiciera felices?

Sólo desde tal perspectiva se pueden entender las alharacas con las que las ministras celebraban los distintos «éxitos» que la Ley Aído iba cosechando; sólo desde perspectiva tal se puede entender el premio otorgado a la Clínica Dátor por la ciudad de Getafe; sólo desde esta perspectiva se pueden entender los citados reproches del Gobierno a la Generalitat valenciana... Porque si les hubiera costado tanto emprender el camino que han emprendido y lo hubieran hecho tan a contravoluntad como nos quieren hacer creer, aplaudirían la iniciativa valenciana en vez de criticarla.
 
Hay algo que no encaja...


Lo que todavía me pregunto, y para lo que no tengo respuesta más allá de algunas especulaciones, es la fascinación que desde algunos sectores ideológicos de la sociedad se profesa a la que se ha dado en llamar, y no sin razón, la «cultura de la muerte», de la que, lamentablemente, no es la lucha pro-abortista la única manifestación.

Últimamente se compara la lucha contra el aborto con lo que fue la lucha contra la esclavitud. ¿Es un buen símil?

Nunca lo había pensado, pero sí veo, a bote pronto, puntos de similitud entre una y otra. La esclavitud, como hoy el aborto, fue una institución arraigada en la sociedad y prácticamente indiscutida. Lo que hoy en cambio es indiscutible es que se trató de una situación a no repetir, contraria a la razón, al progreso, a los derechos humanos y a la dignidad humana, un borrón en la Historia de la Humanidad en suma, todo lo cual suscita hoy día un consenso que nadie puede percibir sino como inmutable. Pues bien, pronostico a la causa pro-vida una parecida evolución.

¿Venceremos?

Ya lo creo que venceremos, y a lo mejor, antes de lo que muchos puedan sospechar. La revolución ya ha comenzado. En Estados Unidos, país cuya influencia sobre el mundo no vamos a descubrir ahora, por primera vez son más los pro-life, pro-vida, un 23%, que los pro-choice, pro-aborto libre en suma, un 22%. En España los pro-vida, es decir aquellos que estamos contra cualquier tipo de aborto en cualquier circunstancia, éramos un 13% cuando comenzó el proceso que condujo a la aprobación de la Ley Aído. Me gustaría saber cuántos somos ahora, sólo unos meses después.

¿Una última razón, antes de terminar?

Más allá de lo que de justa tiene la causa, porque la nuestra es una causa justa, existen numerosísimas razones de tipo sociológico que recomiendan pasar página en lo que al aborto se refiere. Una reciente y muy reveladora encuesta del Instituto Nacional de Estadística prevé que de seguir las cosas como hasta ahora, España empezará a decrecer demográficamente en breve, fenómeno que sólo podrá contrarrestar, si me permite Vd. la palabra, con una «importación» masiva de inmigrantes. Y el envejecimiento de la población será tal, que donde hoy un sujeto activo de la sociedad sostiene 0,4 sujetos inactivos (niños, ancianos, discapacitados), en cuatro décadas estará sosteniendo 0,9. ¿Lo cree Vd. sostenible, por utilizar una palabra tan al uso?