La Justicia rusa declaró hoy culpables de instigar al odio religioso a los organizadores de la polémica exposición «Arte prohibido-2006» en Moscú, que desató las iras de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
El tribunal del distrito Taganski de Moscú respaldó la acusación contra los dos comisarios de la exposición, si bien desestimó la petición de los fiscales de sentenciarlos a tres años de prisión y sólo los obligó a pagar sendas multas.
Yuri Samodúrov, ex director del Museo Sájarov que albergó la muestra, abonará 5.100 euros, y Andréi Yeroféyev, ex jefe de la sección de corrientes modernas de la Galería Tretiakov, pagará 3.800 euros, según la agencia oficial rusa RIA-Nóvosti.
«Samodúrov y Yeroféyev perpetraron actos destinados a instigar al odio interétnico y religioso», proclamó la juez Svetlana Alexándrova al dar lectura a la sentencia, que ha suscitado duras críticas por parte de la comunidad intelectual y los juristas.
La juez mencionó uno de los cuadros expuestos, que conjuga las imágenes de Cristo y de Mickey Mouse para llamar la atención sobre la cultura de masas, como ejemplo de la «actitud cínica y despectiva hacia los sentimientos de los creyentes ortodoxos».
Durante el juicio, los organizadores explicaron que su objetivo era reunir en un solo lugar obras que fueron rechazadas por las galerías artísticas para iniciar un debate sobre qué debe ser prohibido, y por qué, y plantear el problema de la censura y autocensura.
La corte desestimó los argumentos de que la muestra se celebró en un lugar destinado a especialistas y estuvo recomendada sólo a mayores de 16 años, advirtiendo a los visitantes de que las obras podían herir sus sentimientos.
Los demandantes eran miembros de la Unión de Ciudadanos Ortodoxos (UCO), que calificó la exposición de «provocación desvergonzada contra el Cristianismo», aunque solo tres de ellos confesaron haber visto personalmente las polémicas obras, según el digital Gazeta.ru.
El jefe adjunto de Relaciones Internacionales del Patriarcado de Moscú, Vsiévolod Chaplin, durante el proceso tachó de «sacrílegos» y «gente absolutamente inmoral» a los organizadores de la exposición, aunque opinó que no debían ir a la cárcel.
«Es un proceso absolutamente arbitrario, una auténtica caza de brujas. Es un juicio vergonzoso que quedará en la historia de la cultura como un ejemplo de la descarada actitud del Estado hacia el arte», declaró el artista Dmitri Gútov, participante en la muestra.
Según otro pintor, Iliá Falkovski, «tras la alegría inicial de que los acusados no irán a la cárcel, uno entiende que se ha creado un precedente judicial contra el arte», que influirá no tanto en los artistas como en los directores de los museos y los comisarios y galeristas independientes.
«Este veredicto, empleando su propia terminología, me provoca dolor moral y humilla la dignidad de mi país. La sentencia de la juez Alexandrova asesta un duro golpe a la reputación de Rusia, convirtiéndola en un oscurantista estado oriental», denunció el escritor ruso Borís Akunin.
Según el jurista Guenri Reznik, jefe de la Colegio de Abogados de Moscú, este caso judicial «demuestra que en las cortes rusas la presunción de la inocencia no existe» y "tiene buenas perspectivas en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos".
«El arte tiene su propio lenguaje, y es inadmisible que se le ordene en qué genero debe trabajar», declaró Reznik, para quien la intromisión de la justicia en el espacio de la cultura supone un acto de censura y viola el derecho a la libertad de expresión.
En protesta contra el juicio y para solidarizarse con los acusados, miembros del escandaloso grupo artístico juvenil ´Voyná´ (Guerra) trajeron en secreto y soltaron en el interior de la corte varios miles de cucarachas.
«Esta es una justicia de cucarachas», declaró el grupo, conocido por sus «perfomances», como en la que hace poco pintaron un falo de 65 metros de largo en un puente levadizo de San Petersburgo situado justo enfrente de la sede de los servicios secretos.