«La Santina funciona». La afirmación llega desde Sudáfrica, y la pronunció Villa tras marcarle dos goles a Honduras la pasada semana. El jugador asturiano no había tenido el mismo tino contra Suiza y, por eso, su madre fue a visitar a la patrona de Asturias. A continuación le mandó a su hijo, vía móvil, una foto de la Virgen. Y funcionó, según «el guaje». Pero el de Villa no es un ejemplo aislado de fe y devoción entre goles y vuvuzelas.
A principios de este año, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, fue tajante al anunciar que se sancionaría cualquier manifestación de religiosidad en un partido oficial de fútbol. Algunos no parecen haberse dado por aludidos. Las muestras de fe se han sucedido tanto dentro como fuera del terreno de juego. Una de las más sonadas ha sido la del capitán del equipo holandés, el jugador del Inter de Milan Wesley Sneijder. Tan sólo un mes antes del Mundial, el centrocampista de la «naranja mecánica» recibía el bautismo en una iglesia católica. Los «causantes» de su conversión habían sido su novia, Yolanthe Cabau, y el capitán del Inter, Javier Zanetti, conocido en Italia por su catolicismo.
Wayne Rooney, uno de los «cracks» de la selección inglesa (a pesar del pésimo resultado que ha obtenido el equipo en este Mundial), fue fotografiado estos días luciendo un rosario durante los entrenamientos. «Lo llevo puesto desde hace cuatro años», afirmó en el Mundial la estrella del Manchester City durante una rueda de prensa. Un periodista quiso formularle otra pregunta sobre su fe, pero fue bruscamente interrumpido por Mark Whittle, jefe de Relaciones Públicas de la FIFA: «No se habla de religión». Rooney, de ascendencia irlandesa, reconoció recientemente que «podría haber sido sacerdote» gracias al buen ejemplo que recibió de los religiosos de su colegio.
Hay muchos más casos. Jesús Navas, jugador de la selección española, reconocía recientemente que siempre viajaba con la Biblia, y en sus botas grabó la frase «Dios es amor». El portero de Nigeria, Vincent Enyeama, ha desvelado la «fórmula» de su éxito bajo los tres palos: «Mi secreto es Dios». «Creo mucho en Él, y eso marca la diferencia. Él es quien me da serenidad, afirmó durante estos días en Sudáfrica.
El centrocampista paraguayo Jonathan Santana también ha hecho gala de su fe durante el Mundial. «Dios me salvó; Él hizo un milagro», ha confesado al recordar el ataque que sufrió hace ocho años. En 2002, Santana se dirigía en coche hacia un entrenamiento cuando recibió dos disparos de unos desconocidos. «Yo ya había aceptado a Dios en mi corazón mucho antes de aquel episodio, pero me sirvió para afianzarme en mis creencias y poder superar ese mal momento. Soy muy creyente», ha afirmado.
Un «clásico» en estas lides de fe y balón es el brasileño Kaká. A pesar de su bajo rendimiento en la Liga y en el Mundial, el jugador blanco apoyó la campaña en contra de la prostitución en la Copa del Mundo. El astro colgó una foto suya en Twitter luciendo la «canarinha» y exhibiendo un cartel que decía «Real men don´t buy girls!» («¡Los hombres de verdad no compran mujeres!»).
Y como nota curiosa (y ruidosa) del Mundial, la del responsable de Masincedane Sport, la empresa que ha comercializado la popular vuvuzela. Neil Van Schalkwyk ha reconocido que la trompeta «la inventó una iglesia evangélica». Mezclando cristianismo y tradiciones zulús , la congregación bautista de Durban diseñó el ar-tilugio a principios del siglo XX.
El arzobispo de Ciudad del Cabo, monseñor Thabo Makgoba, ha elaborado una oración:
«Bendice, Dios, el Mundial 2010. Bendice a quienes compiten y a quienes lo siguen, a los anfitriones y a los visitantes. Y ayuda a todos los que aman este precioso juego a crecer en el amor que nos has dado. Amén».