Miriam, una chica joven y delgada de Valencia, sube al escenario en el auditorio de la Casa de Campo, de Madrid, y cuenta su testimonio ante 3.000 católicos de la Renovación Carismática.
«Yo me veía fea, comía y vomitaba, hacía regímenes exagerados... pero ayer, después de hablar con el sacerdote, me miré al espejo, vi que tenía cosas bonitas y otras no tanto, como todo el mundo; entendí que nadie es perfecto, que Dios no va a quererme más por adelgazar, y me impactó esa canción que dice “te alabo, Señor, tal como soy”». La gente la aplaude y le grita «guapa».
Belén, una joven de 27 años de Alcalá, que lucha contra una depresión, explica que es la primera vez que viene a una Asamblea carismática, que se acaba de confesar por primera vez desde su infancia, y que su vida ha cambiado.
Suri, zamorana afincada en Zaragoza, vivió en Navidad una curación inexplicable. «Y el viernes, en la alabanza, sentí una alegría tremenda y ahora no puedo dejar de hablar de Dios», afirma.
Juan y Javier explican cómo encontraron a Dios en la cárcel, gracias a los grupos de oración que allí se organizan.
Otro Javier, extremeño, cuenta que en 2005 le diagnosticaron una leucemia crónica y, además, perdió a su mujer y un hijo en un accidente de coche. Pero no desfallece. «Ayer, en la adoración, sentí que Dios me decía: “Javi, por favor, haz que todos sepan cuánto los amo”».
Los carismáticos españoles han contado en este encuentro con el capuchino Raniero Cantalamessa, el predicador oficial del Papa, responsable de los retiros de Cuaresma de los cardenales en el Vaticano. «Hace muchos años era muy crítico con la Renovación, hasta que escuché cómo se confiesan los carismáticos: ¡veía caer los pecados como piedras!», explica Cantalamessa, mientras la gente hace cola para confesarse.
En España sólo unas 40.000 personas participan en la Renovación, pero a nivel mundial cuenta con unos 13 millones de asistentes en sus grupos semanales y unos 45 millones que acuden de forma menos regular pero estable. En los grupos se hace oración espontánea, de alabanza, más que de petición, con mucha música y alegría, bastante uso de la Biblia y un papel central de la acción (incluso milagrosa) del Espíritu Santo.
En España no es común, pero en otros países muchos carismáticos se organizan en comunidades, con votos, diezmos y compromisos. Son famosas las de Emmanuel (en Francia), Shalom y Cançao Nova (en Brasil), El Shaddai (en Filipinas) o Siervos de Cristo Vivo (en República Dominicana).