Leonardo DeFilippis era un buen intérprete de William Shakespeare cuando en 1980 decidió dedicar su arte sobre el escenario a la evangelización. Casado y con siete hijos, logró sacar tiempo para montar Saint Luke Productions y producir obras de teatro que representaba con ese fin a lo largo de Estados Unidos y Canadá. Su lema, Renovar la cultura a través del teatro y los medios.
Y está consiguiéndolo, también con películas. Con Thérèse, sobre Santa Teresita del Niño Jesús, logró su gran éxito, y también produjo e interpretó films sobre San Juan de la Cruz y San Maximiliano Kolbe.
Pero lo que está pasando con Vianney supera todas las expectativas, porque se está traduciendo en frutos espirituales casi inmediatos. Se trata de un drama teatral con un único actor (el mismo DeFilippis) sobre la vida del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, a quien Benedicto XVI puso como modelo para todos los sacerdotes durante el recién finalizado Año Sacerdotal.
En estos días se representa en California y va a ser uno de los elementos estrella de los Campamentos Quo Vadis, una iniciativa amparada por los obispos norteamericanos que reunirá a miles de jóvenes este verano para profundizar en su vida cristiana y como posible semillero de vocaciones.
Y Vianney se está reflejando un buen instrumento para ello. El canto a la vida sacerdotal es tan intenso y emotivo, que muchos de los espectadores acuden inmediatamente a confesarse, y más de una llamada al sacerdocio ha surgido de entre quienes asistían a la representación como una más. El mismo DeFilippis la interpretó en la pasada asamblea de otoño de la Conferencia Episcopal estadounidense, impactando a los prelados.
«Creo que este drama puede hacer un gran bien a la Iglesia, no sólo animando a las vocaciones al sacerdocio, sino animando a cada alma individual a responder a la llamada de Dios, ya sea en la vida familiar, en la vida de soltero o en la vida religiosa», dijo entonces Ronald Gainer, obispo de Lexintong, Kentucky.
Y es que, como confiesa el mismo DeFilippis, la personalidad del Santo Cura de Ars tiene un inmenso potencial de atracción: «Era un carácter excéntrico. Llevaba una sotana raída, se alimentaba con una única patata al día... y sin embargo su amor y su interés por la salvación de cada persona con la que se encontraba se transparentaban en cada una de sus palabras y en cada uno de sus actos».
Ahora DeFilippis se plantea trasladar el éxito de la representación teatral, de alcance siempre limitado, a la gran pantalla. Su gran objetivo es convertir Vianney en una película para estrenar en el otoño de 2012. Para ello ya pido oraciones y aportaciones económicas: «Vianney es un sacerdote para nuestros días, y esta película inspirará vocaciones y toda una renovación de nuestra cultura».
A juzgar por lo que ya está pasando con la obra dramática, así va a ser.