El Papa Benedicto XVI instó este miércoles a los sacerdotes a recordar «la importancia de dedicar tiempo al Sacramento de la Reconciliación y a la dirección espiritual».
Dirigiéndose a los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para la Audiencia general, el Papa quiso presentar otro modelo para el año sacerdotal que acaba de concluir; el italiano san Giuseppe Cafasso, formador de sacerdotes.
Casi contemporáneo del santo Cura de Ars, este santo ya había llamado la atención de Pío XI, quien propuso a ambos como dos figuras «providencialmente oportunas», informa Zenit.
Cafasso, explicó el Papa Benedicto XVI, «no fue párroco como el cura de Ars, sino que fue sobre todo formador de párrocos y de sacerdotes diocesanos, incluso de sacerdotes santos, entre ellos san Juan Bosco».
«No fundó, como tantos otros sacerdotes del siglo XIX piamontés, institutos religiosos, porque su "fundación" fue la "escuela de vida y de santidad sacerdotal" que realizó, con el ejemplo y la enseñanza, en el Internado Eclesiástico de san Francisco de Asís, en Turín».
Cafasso, desde su cátedra de teología moral «educaba a ser buenos confesores y directores espirituales, preocupados por el verdadero bien espiritual de la persona, animados por un gran equilibrio en hacer sentir la misericordia de Dios y, al mismo tiempo, un agudo y vivo sentido del pecado».
«Tres eran las virtudes principales del Cafasso profesor, como recuerda san Juan Bosco: calma, delicadeza y prudencia», señaló el Papa.
El santo se dedicaba ante todo al ministerio de la confesión, «a la cual él mismo dedicaba muchas horas de la jornada; a él se dirigían obispos, sacerdotes, religiosos, laicos eminentes y gente sencilla: a todos sabía ofrecer el tiempo necesario».
«De muchos, también, que llegaron a ser santos y fundadores de institutos religiosos, fue sabio consejero espiritual», especialmente de san Juan Bosco, de quien fue director espiritual durante 25 años.
La enseñanza de Cafasso «nunca era abstracta, basada solo en los libros que se utilizaban en ese tiempo, sino que nacía de la experiencia viva de la misericordia de Dios y del profundo conocimiento del alma humana adquirida en el largo tiempo transcurrido en el confesionario y en la dirección espiritual».
Otro elemento de su vida fue «la atención a los últimos, en particular a los encarcelados, que en la Turín del siglo XIX vivían en en lugares inhumanos».
«La simple presencia de Cafasso hacía el bien: serenaba, tocaba los corazones endurecidos por las circunstancias de la vida y sobre todo iluminaba y removía las conciencias indiferente»”, explicó el Papa.
El Papa concluyó recordando que este santo fue procalamdo por Pío XII, con la Exhortación apostólica Menti nostrae, el 23 de septiembre de 1950, modelo a los sacerdotes comprometidos en la confesión y en la dirección espiritual.