Hace 27 años comenzó en Saluzzo (Italia) la primera Comunidad del Cenáculo gracias a la intuición de una monja llamada Sor Elvira. ¿Su método de trabajo? Oración, mucha oración, trabajo y más trabajo, y auténtica amistad que se vive en un clima familiar. El resultado: altísimos índices de sanación de la adicción de la droga.
Sor Elvira comenzó su andadura rezando por los jóvenes drogadictos que se encontraba por las calles de su ciudad. Después, improvisó un pequeño centro con los primeros drogadictos que le acompañaron. Ella vivía con ellos las 24 horas, y estaba pegada a cada uno cuando llegaba el "mono", ayudándoles a pasar ese mal trance.
Así fue como poco a poco fue desarrollando un método eficacísimo para sacar a los jóvenes de la droga. Hoy ya tiene 58 casas repartidas por 15 países. Quizás, la más conocida es la que tiene en Medjugorje (Bosnia), con dos comunidades,una para hombres y otra para mujeres, cuyos testimonios de sanación y conversión, son parada obligada para todo aquel que peregrine a ese pequeño pueblo bosnio.
Sor Elvira sólo pone una condición para abrir una nueva casa: oración. Esa es la labor de los Amigos del Cenáculo. En San Cugat del Vallés (Barcelona), la parroquia San Juan Bautista se reúne cada lunes para rezar para que pronto se cree una Comunidad, cuenta en un reportaje Alfa y Omega.
Javier García, un feligrés, señala que «es fundamental que tantos chicos y chicas que están sufriendo en España no sólo se curen físicamente, sino que se renueven espiritualmente. Necesitamos hombres y mujeres con una fe madura».
En una parroquia de Boadilla del Monte (Madrid) -Santo Cristo de la Misericordia-, también rezan para tener su comunidad. Rosario Torrent conoció el año pasado a la Comunidad en la Fiesta de la Vida, que tiene lugar cada mes de julio en la Casa Madre, en el aniversario de la fundación de la primera casa en Saluzzo. «Allí pensé que esto era un milagro: no hay medicinas ni psicólogos, sólo oración. ¡Cómo no vamos a tener esto en España, con la necesidad que hay!».
Rosario acaba de hacer una experiencia de 10 días en una Comunidad de Turín, y sólo puede hablar del «amor que hay entre ellos. Y de que Jesús nunca está solo en el Sagrario», señala a Alfa y Omega.
Cuenta la fundadora que todavía no tenían capilla en la Casa Madre cuando llegaron los chicos: «Fue una gran sorpresa cuando un muchacho, en lugar de ir a trabajar, se sentó a mi lado y me preguntó qué hacíamos. ¡Rezamos! Le contesté. Se paró, escuchó el salmo y él también leyó una frase. Después de él llegó otro, y otro... Así entendí que los jóvenes me pedían que los ayudase a encontrar a Dios».
La oración fue clave para Juan García, que lleva 6 años y medio en la Comunidad de Lourdes: «A los 5 meses de entrar, me fijé en el sol, en la primavera que llegaba, y me dije: ¿Pero te das cuenta cómo ya no veías nada de la belleza de la vida? Me sentía amado, siempre había alguien que me preguntaba cómo estaba, y comencé yo también a querer a los demás» declara a Alfa y Omega.
Juan llegó hasta la Comunidad de Lourdes gracias a la oración de su hermano, que años antes entró en una de las casas de Italia. La cadena no se rompió: Juan pasó meses rezando por otro de sus hermanos que vivía en París, y que, finalmente, entró en la Comunidad de Medjugorje.
Desde el primer día que llegan a la casa, un ángel de la guarda de carne y hueso los acompaña día y noche. El objetivo es sujetarse unos a otros cuando se caen. Para Juan, esta figura fue fundamental, ya que, cuando llegó, «venía lleno de soledad y tristeza, porque me quedé sin amigos, sin nadie... Aquí te relacionas con las personas de una forma nueva, es amistad pura».
Para más información sobre la actividad de la Comunidad del Cenáculo se puede visitar: www.comunitacenacolo.it