El Papa Francisco ha aprobado con firma de este jueves 23 de enero el reconocimiento como mártires de 13 nuevos beatos, entre los que están 3 sacerdotes capuchinos asesinados en Manresa en 1936 y 3 sacerdotes Misioneros del Sagrado Corazón asesinados en Guatemala en 1980. Los otros mártires son laicos asesinados entre 1980 y 1991 por odio a la fe durante la Guerra Civil guatemalteca.
Los sacerdotes españoles en Guatemala en 1980
Los tres misioneros españoles que subirán a los altares como mártires son el barcelonés José Mª Gran Cirera (que nació en 1945 y estudió en el Colegio San Miguel, que sigue muy activo a cargo de la congregación), el navarro Faustino Villanueva (nacido en Yesa, hizo el noviciado en Canet de Mar y trabajó también en Nicaragua) y el asturiano Juan Alonso Fernández (ordenado en Logroño, trabajó unos años de misionero también en Indonesia).
Todos eran parte de la misión entre los mayas quichés de Guatemala. Les asesinaron militares o sicarios ligados a los militares.
José María Gran Cirera, asesinado a los 35 años,
era misionero del Sagrado Corazón en Guatemala
Un artículo del año 2000 en El País daba detalles del asesinato en 1980 del misionero Gran Cirera, que entonces tenía 35 años. Se había criado en el Ensanche barcelonés y tenía un título de perito industrial. Pero como misionero su vida no era nada urbana ni industrial. Él iba a caballo por las montañas de Chajul y le acompañaba con una mula su sacristán, el laico Domingo Batz, también mártir, para hacer misa en la localidad de Xeixojbitz. En un camino boscoso y solitario recibió 7 tiros el sacerdote y dos su acompañante.
Su primo Juan Picas, desde Barcelona, explicó que cuando el Ejército empezó a reclutar soldados a la fuerza entre los jóvenes de las aldeas de Chajul, el misionero les había presentado resistencia. Las mujeres organizaron una protesta, fueron reprimidas con fuerza desmedida y el sacerdote Gran Cirera les abrió las puertas de la iglesia para refugiarlas. "Aquello fue su sentencia de muerte", explicó Picas. Abrir la iglesia a los perseguidos fue el detonante. Sus restos descansan en Chajul.
A Faustino Villanueva, de 49 años, lo mataron un mes después pero no en una selva lejana ni aislada, sino en su propio despacho parroquial, en la parroquia de Joyabaj, el 10 de julio de 1980, a las ocho y media de la tarde. Dos jóvenes llegaron en una moto grande. Querían ver al sacerdote, diciendo "padrecito, padrecito". La cocinera les llevó al despacho y allí ella fue testigo de cómo le pegaron dos tiros en la cabeza.
"Todo porque ayudaba a los pobres", rememoraba Emilia Villanueva, su hermana, hace 20 años. "Él debía estar amenazado, porque la Embajada les había avisado. Nosotros le decíamos que cómo iba a volver allí . Pero él decía que aquella gente no podía estar sin él. Siempre pensaba en volver, era su misión, su vocación", contaba Juliana Villanueva, la otra hermana de Faustino.
P. Juan Alonso Fernández tenía 48 años cuando lo asesinaron. Ordenado sacerdote en 1960, ese mismo año llegó a la misión de El Quiché. Estuvo unos años en Guatemala, después en Indonesia, y después volvió a Guatemala, escogiendo explícitamente uno de los lugares más duros. Cuando otros misioneros del Sagrado Corazón se vieron en la obligación de dejar sus puestos, él se ofreció para quedarse a atender a sus fieles quichés.
Juan Alonso Fernández en fotos de su juventud, en la prensa al ser asesinado en 1981
Fue asesinado el 15 de febrero de 1981. Unos individuos armados lo asaltaron cuando iba en moto en La Barranca, en la carretera entre Cunén y Uspantán. Lo tiraron al suelo, lo apalizaron rompiéndole una pierna y después le mataron de 3 disparos. Dos días antes un grupo de militares lo había llevado a su cuartel para interrogarlo entre amenazas, insultos y burlas soeces. Sus restos mortales reposan en Lancetillo, en la Zona Reyna.
En una carta había escrito: "Yo sé que mi vida corre peligro, no deseo que me maten, aunque tengo algún presentimiento. Pero, por miedo, jamás negaré mi presencia".
Tres sacerdotes capuchinos asesinados en Manresa en 1936
La Iglesia reconoce como martirio ahora el asesinato de 3 capuchinos en Manresa en 1936. Ya en 2015 fueron beatificados 26 mártires capuchinos de Cataluña que habían sido asesinados en Barcelona y sus alrededores. Según publicó entonces Fray Valentín Serra, de Manresa, archivero de la orden, en julio de 1936 eran 204 los capuchinos de la región catalano-balear. Treinta meses después, 35 habían sido asesinados por odio a la fe.
Los tres que ahora subirán a los altares son:
- Josep Oriol de Barcelona (nombre civil, Jaume Baríau Martí), nacido el 25 de julio de 1891 en Barcelona, asesinado en Manresa el 24 de julio de 1936
- Domènec (Domingo) de Sant Pere de Riudebitlles (nombre civil, Joan Romeu Canadell), nacido el 11 de diciembre de 1882 en ese pueblo barcelonés, asesinado el 27 de julio de 1936 en Manresa
- Benet (Benito) de Santa Coloma de Gramanet (nombre civil Josep Domènech Bonet), nacido en esa población barcelonesa el 6 de septiembre de 1892 y asesinado el 6 de agosto de 1936 en Pont de Vilamura, cerca de Manresa
De izquierda a derecha, fray Josep Oriol, fray Domènec y fray Benet, asesinados en Manresa en 3 días distintos de 1936
Los capuchinos catalanes hasta ahora no han hecho un gran esfuerzo por divulgar la historia de estos tres mártires, cuya causa fue iniciada en 1956 por el obispado de Vic y que llegó a Causa de los Santos en Roma en 2017. Dan algunos datos sobre ellos (y los de otras causas) en un librito de 2008 en catalán titulado "Testimonis de sàvia ingenuïtat", sin versión en español ni versión en Internet (al menos a fecha de 24 de enero de 2020).
Incendio provocado contra los capuchinos de Manresa en 1936
Sobre la persecución a los capuchinos y otros clérigos en Manresa hay testimonios en la web Memoria.cat. Por ejemplo, en un vídeo grabado en 2012 Lluís Soldevila i Mominó cuenta (en catalán) sus recuerdos de niño: que la gente del barrio tenía buena relación con los frailes, que ayudaban a las familias en apuros (en este vídeo) y que él asistió de niño al saqueo e incendio del convento de los capuchinos, y que años después un capuchino le dijo que sabía que el reloj grande que tenían ciertos vecinos lo habían robado de su casa (en este otro vídeo).