Han pasado pocos meses desde la llegada de monseñor Munilla a la diócesis de San Sebastián, y vuelve a arreciar otra campaña mediática a propósito de sus primeras acciones de Gobierno, alentadas por el progresismo eclesial desde sus terminales mediáticas.

Ahora, la excusa esgrimida para pedir su dimisión como obispo de San Sebastián está relacionada con la solicitud de Munilla al provincial de los Franciscanos, para que remueva al religioso José Arregui -uno de los más activos y públicos sacerdotes contestatarios a su nombramiento y a su Gobierno-, y le destine a otra misión pastoral en América. Ante la petición de Munilla, el religioso franciscano ha escrito una carta durísima contra su pastor en la deja claro que no acatará su cambio de destino.


«Soy consciente - dice Arregui- de la gravedad de la hora y de la gravedad de mi decisión, pero me siento en el deber de decir: NO. No puedo acatar estas órdenes del obispo».

«En nombre de lo que más creo: en nombre de la dignidad y de la palabra, en nombre del evangelio y de la esperanza, en nombre de la Iglesia y de la humanidad que sueña. En nombre de Jesús de Nazaret, a quien amo, a quien oro, a quien quiero seguir. En nombre de Jesús, que nos enseñó a decir sí y a decir no. En nombre del Misterio de compasión y de libertad que el bendito Jesús anunció y practicó con riesgo de su vida. No callaré», señala el religioso franciscano.


«Este hombre no puede seguir un minuto más en la diócesis. Y no me refiero a Arregui, sino a su supuesto pastor. Que en los pocos meses que lleva en el cargo ha demostrado, con creces, su ineficacia y sus errores. Pero que hasta ahora no había evidenciado su mala fe», escribe Jesús Bastante, redactor jefe del portal Religión Digital y corresponsal religioso del diario Público.


Por su parte, José Manuel Vidal, director de Religión Digital y encargado de la información religiosa de El Mundo considera que «a Munilla le pasa lo que le suele suceder a todos los talibanes de espíritu: que no aguantan a los disidentes, a los "herejes, a los que no piensan como ellos. Y, sobre todo, a los que les dejan en evidencia. A los que dejan al descubierto su escasa preparación intelectual y su menor hondura espiritual».

«Mucho me temo que esta vez monseñor Munilla - continua Vidal-, se haya pasado de listo. Que haya estirado tanto la cuerda que puede llegar a romperse. Y por su lado. Mucho me temo que el caso Arregui le va a pasar factura. Porque no me cabe la más mínima duda de que sus compañeros sacerdotes saldrán en apoyo del franciscano. Porque se lo merece. Y para que no lo aplasten».


Ante el revuelo que se ha creado por el desacato público del P. Joxe Arregi ofm, y la campaña mediática lanzada contra Munilla, el obispado de San Sebastián ha hecho pública una nota que dice lo siguiente:

1º.- La comunicación entre un obispo y un sacerdote tiene lugar en el fuero interno de la Iglesia; y, es por ello que, como en ocasiones anteriores, el obispo de San Sebastián no va a contestar las declaraciones que, el P. Joxe Arregi ha realizado.

2º.- Nos limitamos a constatar ante la opinión pública que su escrito contiene graves falsedades, además de numerosas deformaciones de la realidad.

3º.- Los superiores de la orden franciscana se han puesto en contacto con este obispado, manifestando su hondo pesar por las declaraciones del P. Joxe Arregi.

4º.- Deseamos ardientemente continuar trabajando por la unidad en el seno de la Iglesia, bajo el cayado de nuestro padre y pastor Benedicto XVI; de forma que hagamos realidad en la Caridad y en la Verdad, el ideal de la Comunión a la que Cristo nos ha llamado.


ReL ha consultado a varios canonistas sobre la legitimidad del obispo Munilla en poder gobernar su diócesis, removiendo sacerdotes o religiosos de sus puestos para poder llevar la pastoral que le ha pedido el Santo Padre para la diócesis de San Sebastián. La respuestas han sido coincidentes y unánimes, y uno de los consultados ha declarado: «El obispo Munilla tiene el derecho y el deber de tomar ciertas decisiones que crea oportunas para el bien de su diócesis y de sus diocesanos. Y la posibilidad de remover a sacerdotes de sus actuales cometidos pastorales es algo normal en todas las diócesis. Además, los sacerdotes hemos jurado obediencia al obispo al ser ordenados. No hay lugar para tanto revuelo».