Un día después de recibir el parecer positivo de la Congregación para la Causa de los Santos, el Papa Francisco ha proclamado este viernes 21 de enero que San Ireneo de Lyon, santo obispo y escrito del siglo II, sea Doctor de la Iglesia, título que se reserva para algunas grandes figuras de doctrina especialmente relevante.

Con esa decisión, la Iglesia cuenta ya con 38 doctores de la Iglesia. En 2015 Francisco proclamó como tal al armenio del siglo X San Gregorio de Narek. Benedicto XVI proclamó 2 doctores: el español San Juan de Ávila y su compatriota, la alemana Santa Hildegarda de Bingen. Juan Pablo II sólo proclamó como tal a Santa Teresita de Lisieux, en 1997. Y Pablo VI fue el primero en proclamar a mujeres como doctoras: la española Santa Teresa de Jesús y la italiana Santa Catalina de Siena.

Francisco explica en su breve decreto su objetivo al proclamar así a Ireneo, la unidad entre cristianos: “San Ireneo de Lyon, que vino de Oriente, ejerció su ministerio episcopal en Occidente: fue un puente espiritual y teológico entre los cristianos orientales y occidentales. Su nombre, Ireneo, expresa esa paz que viene del Señor y que reconcilia, reintegrando en la unidad. Que la doctrina de tan gran Maestro aliente cada vez más el camino de todos los discípulos del Señor hacia la plena comunión”.

Además, le da el título de "Doctor unitatis", doctor de la unidad.

El músico Eureka recita un rap sobre San Ireneo desde las calles de Lyon y su santuario (en francés), con motivo de su jubileo de 2020

Su maestro fue discípulo de San Juan apóstol

San Ireneo era de Asia Menor, probablemente de Esmirna, y fue discípulo de San Policarpo, que a su vez fue discípulo de San Juan el Evangelista, el único apóstol que no murió mártir. Llegó a Lugdunum, en la Galia (Lyon, en la actual Francia) ya como sacerdote, y luego fue su obispo.

Con los filósofos neoplatónicos apoyaba el diálogo, y pedía paciencia con los montanistas, que eran cristianos fanáticos de estilo carismático que se autoinculpaban en persecuciones y se movían por profecías convencidos del inminente fin del mundo.

Pero Ireneo era muy duro con los gnósticos, que eran sectas parecidas a la actual Nueva Era: sacaban dinero a los ricos ofreciéndoles cursos de supuesta "sabiduría" hermética y oculta, perfectamente inventada.

A veces podían mencionar a Jesús como un maestro o espíritu más para obtener adeptos o simular acceso a su "sabiduría". Muchos -pero no todos- de los "evangelios apócrifos" de la Antigüedad, desde el siglo II, aunque mencionaran a Jesús o sus apóstoles, no los escribieron cristianos sino sectas gnósticas para vender sus propias doctrinas.

Su libro "Contra los herejes", una gran obra

Muchos de sus libros se han perdido, pero se ha conservado por completo su contundente tratado contra los gnósticos en latín (Adversus Haereses, es decir, Contra los Herejes). Describía sus doctrinas sobre pléromas, ogdóadas, eones y demiurgos y las refutaba, señalando sus absurdos

Un documental francés de 2020 presenta a Ireneo como hombre, filósofo y teólogo

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Cuando leemos el libro apreciamos su ironía crítica: "Ellos [los gnósticos] y a mi juicio con toda razón, no quieren enseñar abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por tales misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el Señor: «Dad gratis lo que gratis habéis recibido» (Mt 10,8); porque estos son misterios abstrusos, portentosos y profundos elaborados con gran trabajo para aquellos a quienes les encanta ser engañados", escribía.

En fechas posteriores se descubrió en una versión en armenio su libro "Exposición de la predicación apostólica", quizá el catecismo más antiguo que conservamos.

Se suele considerar que murió mártir hacia el año 200, pero no hay tradición que lo describa  con claridad. Fue enterrado con otros mártires en una cripta en Lyon. La tumba fue destruida por los calvinistas en 1562 y parece que así desaparecieron sus últimos restos corporales (reliquias), aunque el lugar y sus altares y santuario aún se pueden visitar (su web, aquí).