Era peligroso ser católico en el Madrid de la Guerra Civil: José María Lorente, doctor en ciencias, especialista en meteorología y padre de familia, fue obligado a abandonar su domicilio, despedido del trabajo y detenido tres veces por su fe. Primero lo interrogaron cinco milicianos en su trabajo, después lo encerraron en las taquillas de la plaza de toros de Las Ventas y en una tercera ocasión se entregó voluntariamente para sustituir a una chica detenida. Pero siempre fue liberado.
Despedido y con su familia a salvo lejos de Madrid, se dedicó a dar clases particulares a hijos de algunas familias, incluyendo, de forma clandestina, la doctrina católica. Para ello, desarrolló un completo catecismo en imágenes, con lápices de colores, que seguía muy de cerca al famoso catecismo del padre Ripalda. Lo empezó a dibujar en 1937 y lo acabó en 1939. Ahora lo ha editado la editorial PPC, con sus simpáticos dibujos y su ortodoxia a toda prueba. En él, Lorente nunca alude a las bombas, el hambre o la guerra: para ilustrar el «líbranos del mal» dibuja demonios, llamas y accidentes de coche. Ni una palabra de la persecución contra los católicos. Después de la guerra, Lorente fue militante de Acción Católica, de Adoración Nocturna y, ya viudo con 71 años, fue ordenado sacerdote. Sirvió 21 años como cura y murió a los 92.