En un artículo escrito tras la 40° asamblea general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que se realizó del 6 al 8 de junio en esta capital, el director de la Oficina para América Latina del Population Research Institute (PRI), Carlos Polo, reveló la estrategia y las presiones del lobby homosexual que busca imponer en América Latina la ideología de género y la homosexualidad.
En el texto titulado «OEA: Venta y compra de lobbies al mejor postor», Polo señala que la asamblea estuvo lejos de coordinar medidas para enfrentar los desafíos de la región y en cambio «volvimos a presenciar no sólo los viejos usos de la imposición política del más fuerte sobre el más débil. Además en esta oportunidad, fuimos testigos de la penetración del marketing de insólitos lobbies que compran y obtienen exposición pública a costa de relegar las verdaderas urgencias del desarrollo económico y social», informa ACI.
Al hablar luego de la estrategia, puesta en práctica también en esta asamblea, del lobby homosexual o LGBT, Carlos Polo precisa que «jurídicamente, los conceptos de ‘orientación sexual’ e ‘identidad de género’ no están incluidos en el marco legal de la mayoría de países de la región. En aquellos pocos donde están apenas mencionados (como es el caso de Ecuador o México), los conceptos no han sido precisados y están generando contradicciones con otras normas».
«La no definición es una estrategia, no es casual. El lobby LGTB se vende victimizándose. Para tal efecto han creado el concepto de homofobia con el que combaten y tratan de neutralizar cualquier oposición», alerta.
«Efectivamente las personas homosexuales tienen los mismos derechos humanos como cualquier otra persona. Eso lo saben y no es eso lo que les interesa. Su meta es imponer la homosexualidad, y saben que para lograrlo deben sumirnos en una cultura de la ambigüedad sexual», continúa.
Ante este panorama, explica el director del PRI para América Latina, es necesario saber lo que el mismo lobby dice de estos conceptos, definidos en Yogyakarta, Indonesia, en noviembre de 2006, donde 29 «expertos» precisaron ambas definiciones:
«La orientación sexual se refiere a la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo, o de su mismo género, o de más de un género, así como a la capacidad mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas», mientras que la «identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales».
Ante estas definiciones, Polo cuestiona: «¿Cuánta popularidad les quedaría luego de esta carta de presentación?».
Polo explica luego las presiones que pudo apreciar en la 40° asamblea de la OEA, en donde los promotores del lobby homosexual «veían con agrado la participación de Hillary Clinton, campeona en la promoción de los derechos sexuales y productivos, incluido el aborto. Inclusive en las sesiones de diálogo privado realizadas el día lunes al interior del evento, la "orientación sexual y la identidad de género" habían sido expuestas y reclamadas con carácter de urgente aprobación».
Carlos Polo precisa que «la jugada clave del lobby LGTB era el proyecto de Resolución ya pre aprobado en el Consejo Permanente de la OEA (léase José Miguel Insulza y su amigos cercanos en Washington). Dicha resolución formó parte de un extenso paquete de resoluciones, declaraciones y otros temas por discutir cuya lista distribuida entre los participantes de la Asamblea General llegó a tener 105 ítems».
«Siendo humanamente imposible tener tiempo para siquiera plantear seriamente cada uno de estos asuntos, la aprobación de un extenso paquete de proyectos de resolución por parte de la Asamblea General se convirtió en un formalismo histriónico, un procedimiento administrativo vertical sin posibilidad alguna de cuestionamientos», prosigue.
Polo señala que «inclusive la Comisión General se reunió en privado y resolvió todo antes del almuerzo del 8 de junio, último día del evento. En la misma tarde, la Comisión General informó a la Asamblea General de las tres declaraciones y los 86 resoluciones propuestas a ésta, la que se limitó a aprobarlos». Sin embargo, más de uno expresó su rechazo a la resolución sobre el asunto de la identidad de género.
Para graficar la oposición, Carlos Polo relata que «en el momento de la lectura de la aprobación de esta resolución varios participantes entre ellos la congresista peruana Fabiola Morales le destacó al Canciller peruano, José Antonio García Belaúnde, la irregularidad que significaba utilizar los canales internos de la OEA para avalar asuntos que violan leyes locales y suplantan las funciones de los poderes legislativos. A lo cual el diplomático peruano respondió casi despreocupadamente que estas resoluciones "no tenían mayor importancia" y que "no son vinculantes pero sí conviene darles seguimiento"».
Polo remata el análisis con este comentario: «si esto lo dice el anfitrión de la última Asamblea General uno se pregunta ¿Será importante la OEA para nuestros gobiernos después de todo? ¿O solamente es el modus vivendi de una élite de burócratas que necesitan de estas reuniones más allá de su efectividad real?».
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