Amparo Baró fundó su propia compañía en 1965.
Triunfa entre el público joven con su papel de Jacinta en El Internado (Antena 3), y antes lo hizo en Siete Vidas (Tele5) con el de Sole, una jubilada comunista, lenguaraz, malhumorada… pero absolutamente divertida y entrañable.
-¿Qué diría Sole si leyera esta entrevista?
-¡Que Amparo se ha vuelto loca! Tiene gracia, hay quien confunde a la actriz con el personaje.
-Será que ha bordado el papel.
-Todavía voy por la calle y oigo: «¡Bien, Sole! ¡Salud y República!». Una vez, un taxista me dijo: «Porque usted es roja, ¿no?».
-¿Qué le contestó?
-Que eso de «roja» era una antigüedad. Y él: «Pues no hay más que verla en televisión». Y yo: «Y si hubiera hecho de puta, ¿qué?».
-Conclusión: Amparo no es Sole.
-Ni Medea, ni Antígona, ni la Dama Boba… Lo que no significa que no me parezca interesante el personaje, que me lo parece.
-Es, simplemente, una buena actriz.
-Digamos que mentir no se me da mal.
-¿También en las entrevistas?
-Hablo de los escenarios, de los platós…
-Así que si le pregunto por dónde respira políticamente…
-Tengo amigos que dicen que soy socialista, aunque yo creo ser de derechas, pero ya no sé cómo considerarme: lo que veo no me gusta nada.
-Subvenciones ¿a favor o en contra?
-Por regla general, en contra.
-¿Y la equis para la Iglesia en la declaración de la renta?
-A favor, decididamente. La marco desde que existe la posibilidad.
-Hay quien quiere que dicha posibilidad deje de serlo.
-Y la labor que hace la Iglesia en tiempos de crisis, ¿qué? Esta tarde, en el comedor parroquial de al lado de mi casa, hacían cola unas cincuenta personas. ¿Qué les decimos, que se ha acabado la comida?
-¡Qué manía la de algunos con la Iglesia!
-A mí me parece bien que salgan a la luz los abusos -terribles- de algunos religiosos. Pero, oiga, ¿y los que se parten el pecho por los demás? ¿Esos por qué no salen en los periódicos y los telediarios?
-¿Ha conocido religiosos así?
-Tuve una prima misionera. Y de las monjas del colegio en que estudié -el Divina Pastora- guardó un fantástico recuerdo.
-¿Ah, sí?
-Cuando oigo que hay que ver las monjas, los pellizcos que pegaban, me acuerdo de aquellas madres y hermanas. Nunca, nunca, nunca las vi maltratar a una alumna. Nunca.
-¿Las trataban como reinas?
-Tampoco es eso. Estaban los madrugones, ir todos los días en ayunas a comulgar… Pero era lo que tocaba. Vaya, que no me creó ningún trauma.
-La costumbre de ir a misa todos los días, ¿la conserva?
-Creo en Dios, pero no practico. A veces voy a misa, sí, pero de ahí a practicar… Lo que sí hago es visitar las iglesias de los lugares a los que viajo. Me gusta entrar cuando hay apenas gente.
-¿Por qué?
-Porque allí me encuentro bien. Y porque pienso -sonará egoísta- que así se me presta más atención.
-Volvamos a su mundo. Uno que de joven fue actor: Juan Pablo II.
-Tenía tal dominio de la escena que cuando hablaba me convencía. Era un Papa muy Papa. Me gustaba mucho.
-¿Y Benedicto XVI?
-Menos. Me da un poco de miedo. Aunque quizás miedo no sea la palabra. No sé cómo explicarlo. O sí: con Wojtyla me hubiera tomado un café; con Ratzinger, no.
-Habla de miedo. ¿Se lo tiene a la muerte?
-Prefiero hablar de respeto. ¿Sabe? Me gustaría, llegado el momento, entender la muerte, lo que no sé si será posible.
-Hay cosas difíciles de explicar.
-Las injusticias, las guerras… A veces se oye: “No entiendo que Dios permita que pase esto”. Y no es que Él quiera el mal, somos nosotros los que lo fabricamos. El libre albedrío, ay.
-¿Nunca se ha rebelado?
-Lo que más me ha marcado en la vida es la muerte de mi madre. Pero ni me alejó de Dios ni me acercó a Él.
-Sí que le marcó: se ha emocionado.
-Todavía no puedo hablar de ella con serenidad. ¡Y han pasado más de veinte años!