Este domingo es fiesta grande en la Iglesia, y la celebración de Pentecostés revistió una especial solemnidad en la Basílica de San Pedro, donde a las diez de la mañana el Papa ofició la Santa Misa.
Durante la homilía, Benedicto XVI, tras recordar la narración del hecho histórico de la venida del Espíritu Santo en los Hechos de los Apóstoles, lanzó un toque de advertencia contra quienes, en la Iglesia, pretenden instituir una fuente de autoridad al margen de la autoridad de Pedro: «La Iglesia universal precede a las Iglesias particulares, y éstas deben siempre conformarse a aquélla, según un criterio de unidad y universalidad».
Detallando este punto, el Papa ofreció «un criterio práctico de discernimiento para la vida cristiana: cuando una persona o una comunidad se cierra en su propio modo de pensar y de obrar, es señal de que se ha alejado del Espíritu Santo. El camino de los cristianos y de las Iglesias particulares», reiteró, «debe siempre confrontarse con el de la Iglesia universal una y católica, y armonizarse con él», sin merma de la «naturaleza una y múltiple» de la Iglesia, «destinada como está a vivir junto a todas las naciones, junto a todos los pueblos, en los más diversos contextos sociales».