El último estudio similar se hizo en 2004. Este año, con ocasión del Año Santo sacerdotal, La Croix, el diario de los obispos franceses, ha realizado una encuesta sobre la realidad del clero en el país vecino.

Y la conclusión es clara, con el envejecimiento como mayor problema, hasta el punto de que el periódico afirma que, si bien «la pirámide de edad de los sacerdotes no es ninguna sorpresa, la amplitud del fenómeno es impresionante».

En efecto, la media de edad de los catorce mil sacerdotes incardinados en las diócesis de Francia es superior a los 75 años, la edad de la jubilación según el Derecho Canónico. La consecuencia es que buena parte de quienes alcanzan esa edad no se jubilan y siguen prestando su servicio a la Iglesia, dado que de otra forma se incrementaría el grave problema de saturación de trabajo del clero. Hay diócesis, como Langres, en las que cada sacerdote atiende más de medio centenar de parroquias.

Esta situación se palia en parte con la colaboración del clero regular (religiosos) y la aportación de sacerdotes extranjeros, que no figuran como incardinados en la diócesis.

La situación de los seminaristas no es mucho mejor. Siguen cayendo las ordenaciones (sólo 89 en 2009 para toda Francia), y hay diócesis, como la de Châlons-en-Champagne, que no han ordenado un seminarista en los últimos diez años. En total hay en el país vecino 756 seminaristas, el 15% de ellos no franceses. El único dato positivo es que el número de jóvenes (o no) que estudian para presbíteros supera cada año al de curas que abandonan los hábitos.

Esta situación de escasez de clero provoca que en la mayor parte del territorio francés el número de habitantes por sacerdote supere los 2.500. Las zonas peores son las urbanas, salvo París. Burdeos tiene 7.900 habitantes por cura, y Montpellier, 6.100. Aunque quien se lleva la palma son las ciudades satélite de París (no la capital), donde, por ejemplo Saint-Denis llega hasta los 20.000 habitantes por sacerdote. Un auténtico territorio de misión.