El ex presidente del Gobierno, José María Aznar, presentó este jueves en la Universidad CEU San Pablo el libro «Por qué debemos considerarnos cristianos. Un alegato liberal» de quien fuera presidente del Senado italiano de 2001 a 2006, el filósofo Marcello Pera.
 
Pera, un agnóstico con una visión positiva del cristianismo, fue coautor en 2005 de un libro con el entonces cardenal Joseph Ratzinger y ahora éste, hoy Benedicto XVI, ha prologado su última obra.

En la presentación del último libro del senador italiano, participaron también José Miguel Oriol, presidente de Ediciones Encuentro, editor del libro en mención; y Alfredo Dagnino, presidente de la Fundación Universitaria San Pablo CEU; además del mismo Pera.
 
Durante el acto, Aznar explicó que el libro describe la crisis de Europa «como consecuencia de perder el legado del cristianismo, su verdadera alma».
 
Asimismo señaló que en el libro se ve cómo «el relativismo, el multiculturalismo y el fracaso de la integración de la inmigración, forman una parábola descendente que describe el declive de la ética pública liberal». 
 
«El matrimonio, la paternidad o la vida sacramental no son relaciones democráticas, aunque tengan lugar en un país con forma política democrática. Por tanto, no pueden regirse por lo que el poder político quiera» dijo el actual presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES).

El ex presidente ha llamado a «restaurar el verdadero sentido de la democracia y sus límites» en un contexto en el que, dijo, «el poder político ha traspasado todos los límites razonables y ha invadido terrenos que no deben ser de su competencia, porque no es asunto suyo iluminar verdades sino generar y gestionar consensos como instrumento de la paz social».

En este sentido, el presidente de FAES señaló que «una tarea liberal que está pendiente para devolver el poder a su lugar y para que la vida pública pueda apoyarse en un liberalismo auténtico, un liberalismo de raíz ética cristiana».

«Se trata de que el Estado sea sólo Estado y no pretenda hacer también las veces de la escuela, de la familia o de la iglesia», indicó.

«No debemos aceptar una devaluación del cristianismo», enfatizó Aznar durante su intervención. «Esa devaluación puede producirse en ocasiones incluso a manos de algunos defensores de un cierto activismo político que se declara cristiano, y que emplea ese concepto en la disputa partidista».

Aznar sostuvo que mezclar los principios cristianos con la lucha partidista supone «un extravío doctrinal y, desde luego, un inmenso error político».

El que fuera presidente del Gobierno de España entre 1996 y 2004 defendió que el concepto de Estado moderno, que definió como democrático y liberal, «es incomprensible salvo como un producto destilado en el seno de una cultura cristiana».

Sin embargo, apuntó que «la palabra cristiano es algo que no puede ser predicado de un Estado como tal» dado que «un Estado cristiano carecería del valor que tiene una persona cristiana, porque el cristianismo debe ser llevado al corazón de las personas y no al corazón del Estado».


Marcello Pera, por su parte, explicó que su último libro no es un libro sobre religión sino escrito por un pensador laico que explica las razones por las que «ebemos considerarnos cristianos».

La primera de ellas, dijo, consiste en que hemos construido regímenes democráticos liberales y hemos pasado experiencias difíciles, particularmente en Europa pero donde la democracia y la libertad han vencido. Dicho esto, consideró que los regímenes democráticos y liberales se fundamentan en que «los hombres están dotados de derechos fundamentales, llamados naturales, innatos, que son inviolables y no modificables por los parlamentos». Afectan, añadió, al hombre antes de ser ciudadano y preexisten a nuestra pertenencia a un Estado y es, precisamente, la cultura religiosa la que ha traído a occidente esta idea.
 
«¿Cómo es posible olvidar el fundamento religioso cristiano de nuestros derechos?» se preguntó. «La batalla de hoy es peligrosa porque si cortamos el vínculo entre los regímenes y sus fundamentos acabarán cayendo y no tendremos argumentos para defenderlos».

Como segunda razón, consideró que el hecho de que los europeos quieran unificarse políticamente es algo que ve de manera «positiva» pues necesita una identidad como pueblo y esa es el cristianismo. Sin reconocer la importancia que el cristianismo ha dado no se puede unificar Europa.
 
La última razón es la de establecer límites al poder legislativo por el relativismo y multiculturalismo porque la vida, la dignidad de la persona, la igualdad y el respeto, se someten a los votos. Y tanto estos como la eutanasia, la eugenesia o la manipulación de embriones «son derechos individuales que no están a disposición de los parlamentos».

«Sin darnos cuenta –advirtió- estamos entrando en un estado que no es democrático sino ético pues hoy los parlamentos deciden qué cosa es buena o mala desde el punto de vista moral». Y concluyó: «Lo que muchos consideran una gran conquista es una pérdida moral».