En una entrevista concedida a L’Osservatore Romano, el doctor italiano Renato Buzzonetti, actual médico de Benedicto XVI, relata cómo era su relación y muchas de las vivencias con su querido predecesor, Juan Pablo II, desde que el Papa Peregrino decidiera que él estuviese a cargo de su salud en 1978. Recuerda, entre muchas otras cosas, algunos detalles del atentado del 13 de mayo de 1981, su disposición a abrazar al Señor en la cruz del dolor y los últimos momentos de su vida.
El galeno recuerda que tras las cinco horas de la intervención a la que tuvo que ser sometido luego de recibir la bala en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, Juan Pablo II le dijo: «Como Bachelet». A lo que él respondió: «no, Santidad, porque usted está vivo y vivirá».
Buzzonetti prosigue: «creo que citó aquel nombre porque fue muy tocado por el asesinato del vicepresidente del Consejo superior de la magistratura, muerto por las Brigadas Rojas el 12 de febrero de 1980: el Papa lo conocía porque, ya siendo Presidente General de la Acción Católica Italiana, era miembro del Pontificio Consejo para los Laicos, del cual el cardenal Wojtyla había formado parte. Y por Victorio Bachelet quiso celebrar una solemne misa de sufragio en San Pedro pocos días después de su muerte», informa ACI.
Tras resaltar la profunda e impactante espiritualidad del Papa polaco, el médico se refiere al Parkinson que lo afectó desde 1991. Le había explicado que el temblor en las manos «no había matado a ninguno antes» pero era una clara indicación de esta dolencia. «La vida del Papa fue luego más complicada por la sintomatología dolorosa osteo-articular, particularmente importante en la rodilla derecha, que le impedía a Juan Pablo II estar de pie y caminar ágilmente. Eran dos síntomas que, sumados y entrelazados, hicieron necesarios el uso del bastón, y posteriormente la silla de ruedas».
Ante el dolor y los impedimentos, cuenta Buzzonetti, Karol Wojtyla «nunca pidió sedantes, ni siquiera en la fase final. Era sobre todo el dolor de un hombre encerrado, postrado en una cama o una silla, que había perdido la autonomía física. No podía hacer nada solo y llegaron los días de total debilidad física: no podía caminar, no podía hablar más que con una voz muy débil, su respiración se hizo fatigosa y entrecortada, se nutría con creciente dificultad».
«Cuando llegó la hora de la cruz, supo abrazarla sin atenuantes: Vexilla regis prodeunt (a todo viento las banderas reales ondean)».
Seguidamente relata que un momento particularmente dramático de los últimos días del Papa peregrino fue el que siguió a la traqueotomía que tuvo que practicarle: «levantándose tras la anestesia, luego de haber dado su consentimiento, se dio cuenta de que no podía hablar. De improviso se encontró ante una realidad pesadísima. Sobre una pizarrita escribió “¿Qué me han hecho? ¡Totus tuus! (¡Todo tuyo!, su lema mariano)”. Era la toma de conciencia de la nueva condición existencial en la que acababa de caer, de pronto sublimado por el acto de confianza en María».
Los últimos días de Juan Pablo II, que pasó en intensa comunión con él, fueron para Buzzonetti «de una tensión extrema por la gran responsabilidad que pesaba sobre mi espalda». «Yo y mis colegas constatábamos que la enfermedad estaba inexorablemente en la última fase de su curso. Nuestra batalla había sido conducida con paciencia, humildad y prudencia, extremadamente difícil porque sabíamos que concluiría con la derrota.
Renato Buzzonetti quiso alguna vez dejar de servir al Papa como su médico, pero no le aceptó la renuncia. «Es la voluntad del Santo Padre» que lo siga siendo, le dijo alguna vez el actual arzobispo de Cracovia, Cardenal Stanislaw Dziwisz, cuando era secretario personal del Santo Padre, pedido que acogió con solicitud y obediencia.
Tras comentar que acompañaban con «respeto al hombre sufriente», subraya que «para el médico cristiano la agonía del hombre es la imagen del Señor. Todo hombre tiene sus llagas, porta su corona de espinas, balbucea sus últimas palabras, se abandona en las manos de alguno que inconscientemente renueva el gesto de María, de las pías mujeres, de José de Arimatea. La muerte de Juan Pablo II me involucró aún más».
Al finalizar la entrevista, el doctor Renato Buzzonetti afirma que el tránsito del Papa Wojtyla «fue la muerte de un hombre despojado de todo, que había vivido las horas de la batalla y de la gloria y que se presentaba en su desnudez interior, pobre y solo, al encuentro de su Señor al que estaba por restituir las llaves del Reino. En aquella hora de dolor y estupor, tuve la sensación de encontrarme en las orillas del lago Tiberíades. La historia parecía reajustada, mientras Cristo estaba por llamar al nuevo Pedro».