Benedicto XVI hizo estas manifestaciones ante varias decenas de miles de personas, miles de ellas españoles provenientes sobre todo de la vecina Galicia, que se congregaron en la plaza de Los Aliados, en el centro de Oporto, para la misa que presidió en la ciudad lusa, última etapa de su viaje de cuatro días a Portugal.
El pontífice afirmó que ante los enormes problemas del desarrollo de los pueblos, «que casi nos empujan al desaliento y a tirar la toalla somos conscientes de que sin Jesús no podemos hacer nada».
El pontífice afirmó que ante los enormes problemas del desarrollo de los pueblos, «que casi nos empujan al desaliento y a tirar la toalla somos conscientes de que sin Jesús no podemos hacer nada».
«Sin Dios, el hombre no sabe dónde ir y ni siquiera logra entender quién es. Nos consuela que Él está con nosotros hasta el fin del mundo», afirmó el obispo de Roma, quien agregó que esa certeza «nos tranquiliza, pero no exime» a los cristianos a ir a buscar a otras comunidades.
El Papa dijo a los cristianos que «debemos vencer la tentación de limitarnos a lo que ya tenemos, o creemos tener, como propio y seguro: sería una muerte anunciada, por lo que se refiere a la presencia de la Iglesia en el mundo, que por otra parte, no puede dejar de ser misionera por el dinamismo difusivo del Espíritu».
Y ello se debe -puntualizó- a que la presencia de la Iglesia en el mundo sólo puede ser misionera. «El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo».
Benedicto XVI agregó que en estos años ha cambiado el cuadro antropológico, cultural, social y religioso de la humanidad y que hoy la Iglesia está preparada para afrontar los nuevos desafíos y para dialogar con culturas y religiones diferentes, para construir juntos «la pacífica convivencia entre los pueblos».
«Nos esperan no sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los cercanos ámbitos socioculturales y sobre todo los corazones de los hombres, que son los verdaderos destinatarios de la acción misionera del pueblo de Dios», manifestó.
El Papa invitó a los fieles a la nueva evangelización, siguiendo el camino de Cristo, que es -subrayó- el camino de la pobreza, la obediencia, del servicio y de la inmolación hasta la muerte.
«Sí, estamos llamados a servir a la humanidad de nuestro tiempo, confiando únicamente en Jesús. Cuanto tiempo perdido, cuanto trabajo aplazado por descuido. Se trata de renovar la cara de la tierra partiendo de Dios, siempre y sólo de Dios», afirmó con contundencia el Papa.
Oporto, en la misma línea que Lisboa y Fátima, se vistió hoy de fiesta y se volcó con Benedicto XVI. La plaza de los Aliados presentaba su mejor traje, con balcones con tapices repletos de vecinos, colgaduras de flores multicolores, fotos del Papa y numerosas banderas.
Decenas de miles de personas desafiaron las inclemencias del tiempo para darle la bienvenida, exhibiendo pancartas, cantándole y con los clásicos «viva o Papa Bento» (viva el Papa Benedicto).
Miles de ellas abarrotaron las calles adyacentes, ante la imposibilidad de hacerlo en la plaza llena y cuando Benedicto XVI pasó en el «papamóvil» rompieron en aplausos y ondearon un mar de banderas, creando una sugestiva imagen.
El Pontífice recorrió la plaza dos veces, ante el clamor y entusiasmo de los presentes y cuando pasó ante varias decenas de universitarios y profesores le acogieron extendiendo sus capas en el suelo.
A su llegada a Oporto los barcos y embarcaciones de pesca del río Duero hicieron sonar las sirenas.
El Papa dijo que le hubiera gustado estar más tiempo, pero que era imposible. Agradeció la presencia de toda la provincia eclesiásticas del norte de Portugal y la de miles de españoles llegados principalmente de la limítrofe Galicia.
Tras la misa, oficiada en la bella y monumental plaza de los Aliados, el Papa saludó a los presentes, con referencia especial para los jóvenes, con los que en este viaje no pudo mantener un encuentro específico.