El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha querido felicitar la Pascua con unas reflexiones que invitan a aprovechar estas semanas extrañas y desconcertantes de confinamiento en entorno de enfermedad y empobrecimiento.
Felicitación pascual en tiempo de pandemia
por José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián
Llegada la Pascua de Resurrección los cristianos acostumbramos a felicitarnos, al igual que en la Nochebuena. Lo hacemos desde la luz que el misterio de Cristo proyecta en nuestras vidas. En este año tan especial, la luz del Resucitado es más necesaria que nunca para iluminar tantas enseñanzas del momento que vivimos.
Os comparto este anuncio pascual a modo de decálogo:
1.- Lo pequeño e invisible puede llegar a ser determinante: Y esto es así, no solo por lo que respecta a un microorganismo que puede resultar mortal para la vida del hombre, sino también por lo que narra el Evangelio sobre el grano de mostaza (Mc 4, 30-32). Con frecuencia, la gracia de Dios se transmite a través de lo pequeño y escondido.
2.- Somos frágiles y vulnerables. No nos salvamos solos: El “seréis como dioses” que resonó en el pecado original de Adán y Eva, es la gran mentira que conduce al hombre al abismo. La aceptación de los propios límites es el principio de la sabiduría.
3.- ¡Somos uno! La emancipación es una quimera: No es verdad eso de que mi libertad termine donde empieza la del prójimo, o que la suya termine donde empieza la mía. Lo cierto es que nuestras libertades están entrelazadas, y que tenemos que aprender a convivir con ello.
4.- El futuro del mundo depende en buena medida de nuestro compromiso. Es posible vivir de otra manera: Estamos en un mundo globalizado, cuyo futuro depende de un cambio de actitud, que incluya la conversión de nuestros hábitos de vida desordenados.
5.- El miedo o pánico puede llegar a ser nuestro mayor enemigo: La irresponsabilidad comunitaria es letal, pero el pánico también lo es. Es importante cultivar el dominio de nosotros mismos, para poder vivir en paz interior sin dejarnos arrastrar por los miedos irracionales.
6.- La soledad puede ser o no ser buena: La soledad de un cristiano está llamada a ser una soledad ‘habitada’. En no pocas ocasiones nuestro sentimiento de soledad es la expresión de una carencia de ‘intimidad’… Sin embargo, Dios ha querido que vivamos en comunión; de modo que la ‘soledad habitada’ del cristiano es mucho más hermosa cuando se tiene con quién compartirla…
7.- Es necesario parar y pensar hacia dónde vamos. La pregunta por el sentido es determinante: Lo más duro no es tener que sufrir en la batalla de la vida, sino hacerlo sin encontrarle un sentido… Es triste cuando a alguien se le pregunta: «¿A dónde te diriges?», y él se limita a responder: «No tengo ni idea. Camino por la inercia de los que van por delante, y empujado por los que vienen por detrás».
8.- Para poder mirar hacia adelante, hay que mirar arriba: La tierra es redonda, de modo que los vigías de los veleros suben a lo alto del mástil para poder ver más allá… Sin la transcendencia no es posible descubrir el sentido de la vida. El sentido de la vida solo puede ser conocido desde la Revelación de Dios.
9.- La compasión es el sentimiento clave que nos permite esperar un mundo mejor: El concepto de ‘compasión’ (‘padecer con’) integra el concepto de ‘solidaridad’ y lo supera, abriéndose al núcleo central del Evangelio que es la ‘misericordia’, revelada en el Corazón abierto de Cristo.
10.- La última palabra no es ‘muerte’, sino ‘resurrección’. Cristo nos enseña que la vida vence a la muerte: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.» (Lc 24, 5-6). La victoria de Cristo es también la nuestra, puesto que Él es el ‘primogénito’ de entre los muertos: «Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios.» (Colosenses 3, 1-3).
¡Feliz Pascua de Resurrección a todos! ¡Que nuestra Madre de Aránzazu nos ayude a transformar las ‘espinas’ de este momento en semillas de resurrección!