Hacia el mediodía de ayer el Papa Benedicto XVI recibió en audiencia, en el Aula Pablo VI, a los seis mil participantes en el Congreso organizado por la Conferencia Episcopal Italiana bajo el tema «Testigos digitales», según ha difundido Radio Vaticano. Un encuentro que lleva la finalidad de actuar una participación de la Iglesia en los nuevos ámbitos comunicativos multiformes para la promoción del testimonio pleno del Evangelio y la afirmación de la identidad y de la pertenencia cristiana mediante el intercambio y la confrontación, de la que se desprenderá un acercamiento común que difunda la Palabra de Dios en el ámbito de la cultura digital.
 
Al encuentro de ayer mañana con el Santo Padre se han unido numerosos habitantes de la localidad de L’ Aquila, en una peregrinación que ha sido organizada por la Oficina para las Comunicaciones Sociales de esta diócesis italiana, que hace un año fue asolada por un terremoto de gran magnitud, informa SIC.
 
El encuentro dedicado a las formas digitales de comunicación, que ha culminado hoy con el encuentro del Papa, ha conducido a sus participantes a reflexionar sobre la presencia de la Iglesia en los modernos medios de información, dando continuidad a un itinerario emprendido en el año 2002 con otro encuentro, cuyo tema era «Parábolas mediáticas», promovido por la Comisión episcopal de la Conferencia Episcopal italiana para la cultura y las comunicaciones sociales.
 
En el discurso que les ha dirigido y al saludar al presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, cardenal Angelo Bagnasco, – que instantes previos a las palabras del Santo Padre había pronunciado un discurso de agradecimiento – Benedicto XVI ha aludido al tema del encuentro de este año: «Testigos digitales. Rostros y lenguajes en la era de la encrucijada mediática», subrayando que el tiempo en que vivimos conoce una enorme ampliación de las fronteras de la comunicación y realiza una inédita convergencia entre los diversos medios, haciendo posible la interactividad.
 
En efecto, sobre la red informática, el Santo Padre ha dicho que ésta, manifiesta una vocación abierta, tendencialmente igualitaria y pluralista pero, al mismo tiempo, marca una separación entre los que están incluidos en ella y los que quedan excluidos, y a esta separación se unen otros elementos, que alejan a las naciones entre sí y a la vez dentro de ellas. Así como aumentan los peligros de homologación y de control, de relativismo intelectual y moral, que son reconocibles en la disminución del espíritu crítico, en la verdad reducida al juego de opiniones, en las múltiples formas de degrado y de humillación de la intimidad de la persona.
 
«Se asiste – ha señalado el Papa en su discurso a los participantes en el Encuentro “Testigos digitales”– a una contaminación del espíritu, que hace nuestros rostros menos sonrientes y más preocupados, que nos conduce a no saludarnos, a no mirarnos a la cara».
 
Enfatizando el objetivo de este encuentro, el Papa ha recordado que su objetivo es el de reconocer los rostros y, por tanto, superar aquellas dinámicas colectivas que pueden hacernos perder la percepción de la profundidad de las personas. Cuando esto sucede, las personas permanecen cuerpos sin alma, objetos de intercambio y consumo.
 
Benedicto XVI se ha referido a los rostros y lenguajes en la era de la encrucijada mediática, evocando su Encíclica Caritas in veritate: «¿Cómo es posible, hoy, regresar a estos rostros? He tratado de indicar también el camino en mi tercera Encíclica. Ésta pasa por aquella Caritas in veritate que refulge en el rostro de Cristo. “El amor en la verdad es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización” (n. 9)».
 
Los medios pueden convertirse en factores de humanización no sólo cuando «gracias al desarrollo tecnológico, ofrecen mayores posibilidades para la comunicación y la información, sino sobre todo cuando se organizan y se orientan bajo la luz de una imagen de la persona y el bien común que refleje sus valores universales» (n. 73), ha recordado asimismo el Papa, citado nuevamente su encíclica.
 
Añadiendo luego que «es necesario que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural» (n. 73).
 
Únicamente bajo tales condiciones este pasaje de época que estamos atravesando puede revelarse rico y fecundo de nuevas oportunidades.
 
«Sin temores queremos adentrarnos en el mar digital, afrontando la navegación abierta con la misma pasión que desde hace dos mil años gobierna la barca de la Iglesia. Más que mediante los recursos técnicos, si bien éstos sean necesarios, queremos cualificarnos habitando también este universo con un corazón creyente, que contribuya a dar un alma al ininterrumpido flujo comunicativo de la red».
 
Benedicto XVI ha destacado que ésta es la misión irrenunciable de la Iglesia: «La tarea de cada creyente que trabaja en los medios es la de allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales. Ofreciendo a quienes viven éste nuestro tiempo digital los signos necesarios para reconocer al Señor» (Mensaje para la 44a Jornada Mundial de las comunicaciones sociales, 16 mayo 2010).
 
El Papa ha destacado – citando el texto de su mensaje para la cuadragésimo cuarta Jornada Mundial de las comunicaciones sociales, que se celebrará el próximo 16 de mayo – que en la red, quienes trabajan en los medios de comunicación están llamados a colocarse como animadores de comunidad, dedicados a preparar caminos que conduzcan a la Palabra de Dios y expresar una particular sensibilidad por cuantos han perdido la confianza «preparando los caminos que conducen a la Palabra de Dios» y a expresar una sensibilidad particular hacia «quienes no creen y desconfían, pero que llevan en el corazón los deseos de absoluto y de verdades perennes». De esta manera la red podrá convertirse en una especie de «patio de los gentiles» en el que se dé espacio «a aquéllos para quienes Dios sigue siendo un desconocido».
 
En calidad de animadores de la cultura y de la comunicación, les ha dicho, sois signo vivo de cuanto «los nuevos medios de comunicación han entrado desde hace tiempo a formar parte de los instrumentos ordinarios de expresión y de contacto, mediante los cuales las comunidades eclesiales se expresan entrando en contacto con el propio territorio, instaurando en muchos casos, formas de diálogo con mayor alcance».
 
Acto seguido el Papa ha citado algunas voces en este campo presentes en Italia. Ha recordado por ejemplo el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, Avvenire, la emisora televisiva TV2000, el circuito radiofónico «in Blu» y la agencia de prensa SIR, junto con los periódicos católicos, a la red de los semanarios diocesanos y a los numerosos sitios Internet de inspiración católico.
 
Casi al final de su discurso ha exhortado a todos los profesionales de la comunicación a que no se cansen de nutrir en su propio corazón aquella sana pasión por el hombre, que tienda a un acercamiento cada vez mayor a sus lenguajes y su verdadero rostro. En esto, el Papa ha indicado como importante ayuda, la sólida preparación teológica y en particular la profunda y gozosa pasión por Dios, alimentada en el continuo diálogo con el Señor.
 
Sin olvidar a las iglesias particulares y los institutos religiosos, les ha alentado a no dudar en valorizar los recorridos formativos propuestos por las Pontificias Universidades, por la Universidad Católica del Sagrado Corazón y otras Universidades católicas y eclesiásticas. Asimismo ha subrayado la necesidad de que el mundo de las comunicaciones sociales entre de lleno en la programación pastoral.
 
Al final de su discurso el Papa ha invitado a los participantes en este encuentro a recorrer – animados por el valor que infunde el Espíritu Santo – los caminos del «continente digital». Nuestra confianza – ha añadido – no está de forma acrítica puesta en un instrumento de la técnica; nuestra fuerza está en el ser Iglesia, comunidad creyente, capaz de dar testimonio a todos de la perenne novedad del Resucitado con una vida que florece en plenitud en la medida en la cual se abre, entra en relación y se dona con gratuidad.