El lunes, en el Seminario Pontificio de Santiago de Chile, el cardenal Tarcisio Bertone afirmó que, «según numerosos psicólogos y psiquiatras», no existe una relación entre la pederastia y el celibato de los clérigos y religiosos, y sí con la homosexualidad.
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi, aclaró después que las afirmaciones del secretario de Estado no se referían a la población homosexual en general, sino «al problema de abusos por parte de sacerdotes». Eso no aplacó al lobby gay, ni a Pedro Zerolo (quien, ignorando las palabras de Lombardi, dijo este sábado que la Iglesia se equivoca al «vincular una orientación sexual con la comisión de un delito»)... ni tampoco al ministro francés de Asuntos Exteriores, uno de los nombramientos más polémicos de Nicolas Sarkozy por tratarse de una reconocida personalidad de izquierdas que llegaba a un gobierno de derechas tras las elecciones de 2007. Según Bernard Kouchner, su colega Bertone había hecho una «amalgama inaceptable».
Pero no tan inaceptable, según el psiquiatra Richard Fitzgibbons, uno de los principales expertos mundiales en el asunto y consultor de la Congregación del Clero. Fitzgibbons está especializado en la atención médica a los sacerdotes pederastas, y no es precisamente complaciente con ellos, al destacar que «niegan el pecado en sus vidas» y «se resisten a examinar sus conciencias», buscando incluso justificación en directores espirituales alejados de la doctrina moral de la Iglesia.
En declaraciones a Catholic News Agency, sin embargo, Fitzgibbons ha dado la razón al cardenal Bertone, al recordar los datos contundentes del informe del despacho de abogados John Jay, a quien la conferencia episcopal norteamericana encargó en 2002 una investigación a fondo sobre el problema que entonces sacudía a la Iglesia en Estados Unidos. En ese informe se recogía que el 81% de los sacerdotes pedófilos habían abusado de menores de su mismo sexo, según el siguiente rango de edades: 6% por debajo de 7 años, 16% entre 8 y 10 años, 51% entre 11 y 14 años y 27% entre 15 y 17 años.
Fitzgibbons va aún más lejos al describir su propia y amplia experiencia personal: «Todos los sacerdotes a los que he tratado que habían tenido alguna relación sexual con niños habían tenido relaciones homosexuales adultas.»