Una niña rubita de tres años mostraba una chapa con el logotipo de la Jornada Mundial de la Juventud a su madre. «¿Quién te ha dado eso?», preguntó la mujer. «Un señor con un gorro naranja», dijo ella, que no tenía muy claros los colores. El señor pasó en ese momento por los pasillos del Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo: era el cardenal Rouco, con atavío cardenalicio (solideo y botones rojos), repartiendo chapas y riéndose con los niños, que correteaban muy sueltos por EncuentroMadrid, la cita anual de Comunión y Liberación.
El cardenal, muy cercano a este movimiento de fuerte carácter intelectual, se sintió muy cómodo y habló de la fe y la Iglesia sin atarse a papeles.
Explicó que al volver de un encuentro sacerdotal en Ars (el pueblo francés que pastoreó el santo cura Juan María Vianney) visitó a las jóvenes monjas de Sigena (36 chicas de espiritualidad cartujana, con una edad media que ronda la treintena) y que esta Pascua las clarisas de Lerma, también numerosas y jóvenes, habían acogido 80 chicas para las celebraciones festivas. «Evangelizar poniendo en el centro el amor de Cristo ha dado frutos, como las Jornadas de la Juventud, y ya no hay esa ruptura que vivimos en los años 70. Entonces no había Lerma, ni Sigena; Teresa de Calcuta estaba empezando a conocerse y faltaban los grandes nuevos movimientos que hoy participan en la Iglesia».
Sin menospreciar las actuales estadísticas sobre práctica religiosa, el cardenal se mostró optimista: «Ahora la participación en la Iglesia es más libre, viva, activa y comprometida que a finales del Concilio. Incluso tengo la sensación de que la Semana Santa cada vez es menos folclórica y más religiosa, con personas, a veces, alejadas de Dios, pero que piensan: “Hoy, al menos, veré al Señor y a la Virgen”».
El cardenal prevé que vengan mil obispos a las Jornadas de la Juventud de Madrid y recordó las que presidió en Santiago de Compostela. «El alcalde era socialista, parecíamos Peppone y Don Camilo, pero me dijo: “Señor obispo, sus 300.000 jóvenes en cuatro días han hecho menos estropicios que los alumnos de la universidad en una hora”».
Rouco dedicó un comentario a la acumulación de ataques contra la Iglesia en la prensa con la excusa de los casos de pederastia en el clero de algunos países.
«En los años 50, en los países comunistas encarcelaron a cuatro cardenales con acusaciones falsas de traición, espionaje, etc... Era falso, excusas para camuflar la persecución religiosa. Lo que les molestaba era que esos obispos daban testimonio de Cristo; por eso les duele la Iglesia».