Peggy Noonan, quien fuera asistente especial de la Casa Blanca durante la presidencia de Ronald Reagan, señala en el texto de hace unos días que «algunos culpan de los escándalos al Papa Benedicto XVI. Pero Joseph Ratzinger es el hombre que, semanas antes de su ascensión al Papa hace cinco años, habló duramente en Viernes Santo sobre la “suciedad” en la Iglesia», según informa ACI.
 
Días después, explica la escritora, «en las calles de Roma, informaba el diario italiano La Stampa, el cardenal Ratzinger se encontró con un monseñor de la curia que lo reprendió por sus agudas palabras. El cardenal replicó: “No has nacido ayer, sabes de lo que estaba hablando, sabes lo que significa. ¡Somos sacerdotes! ¡Sacerdotes!».
 
Para Noonan, existen tres grupos de víctimas ante los casos de abusos que se ventilan actualmente y que, casi en su totalidad, tienen décadas de antigüedad: «El primero y el más obvio, son los niños que fueron abusados», el segundo es el de «los buenos sacerdotes y religiosas, los grandes líderes de la Iglesia en el día a día, que salvan a los pobres, enseñan a los inmigrantes y, literalmente, salvan vidas. Ellos han sido estigmatizados cuando merecen ser alabados».
 
El tercer grupo, prosigue, está compuesto por «los heroicos católicos de Estados Unidos y Europa en los bancos de sus parroquias, las fuertes almas que pese a lo que se le hace a su Iglesia está todavía allí, haciendo la vida parroquial posible, sosteniendo su bandera, con su fe inquebrantable».
 
«Nadie le agradece a esos católicos, nadie ve su heroísmo, ni respeta su paciencia y fidelidad. El mundo piensa que son estúpidos. No lo son. Y con sus oraciones mantienen al mundo avanzando, así como a su Antigua Iglesia», concluye.