«Yo era incrédula, había escrito una novela […], y había sido tremendamente crítica con la Iglesia […], donde me burlaba de los sacerdotes, de la Iglesia, de mi fe, porque no tenía fe, era una mujer tibia y no entendía a Dios». Son palabras de la conocida escritora María Vallejo-Nágera, autora de libros bestseller como Un mensajero en la noche o Mala tierra.
Nacida en España en el seno de una familia católica y habiendo cursado sus estudios en colegios católicos, pronto se alejó de la fe. Pedagoga de profesión, fue su prolífica actividad literaria y periodística la que le ha dado a conocer con grande éxito en todo el mundo.
Después de algunos avatares propios de la juventud, de haberse casado y radicar en Londres, su vida cambió radicalmente el 9 de mayo de 1999 cuando visitó un pueblo bosnio ahora mundialmente famoso: Medjugorje.
Sin una experiencia de Dios y tomándose el viaje a Medjugorje como pasatiempo, pronto llegó la gracia inesperada: la experiencia de Dios.
Así lo cuenta la propia María: «Fue al salir de la Iglesia, al salir de misa […] era un día caluroso, un día primaveral; no había lluvia, no había nueves, hacía un sol precioso. Y sin saber cómo ni por qué, necesité mirar hacia el cielo. Recuerdo que estaba haciendo chistes, iba hablando con mis amigos de cosas de todo tipo, menos de religión, y en ese momento que mire para arriba perdí la conciencia del espacio, perdí de vista a mis amigos […] eran como si el espacio y el tiempo se hubieran parado durante tres segundos. Y en esos tres segundos noté un inmenso amor de Dios. No puedo explicarlo de otra manera. Noté como que un rocío de amor me caía encima y se me clavaba con una fuerza tremenda en el corazón. Yo nunca me había sentido tan amada. Es verdad que soy una mujer muy enamorada de mi familia, de mi marido, pero el amor que yo noté en mi corazón es algo que nunca antes había sentido, ni siquiera sabía que podía existir. Y noté que era el amor de Dios».
Y añade: «Después de esa mini experiencia –y gran experiencia a la vez–, yo sentí una gran vergüenza, un gran entendimiento de que nunca había respondido al amor de Dios, aun habiendo pertenecido a una familia católica que había intentado enseñarme todo lo que ellos sabían de Dios y de la religión católica».
María tardó seis meses en abrir su alma a su director espiritual, un sacerdote irlandés, por el temor a que la juzgaran loca. El sacerdote la consoló y le dio la bienvenida al «club de quienes han recibido la conversión en Medjugorje».
Y desde entonces su vida ha tenido una transformación impresionante, sobre todo en el área espiritual. Esa mujer que renegaba de la Iglesia y de la fe es ahora una enamorada de la santa misa; un enamoramiento tan fuerte que se refleja, por ejemplo, en su asistencia diaria a la misma: «Acudo todos los días a misa que es donde recibo la píldora, la medicina, la fuerza, la luz, el amor, para seguir creciendo».
La conversión de María, además, trajo consigo dos regalos: la confesión y la Eucaristía. Dos regalos para María, sí, pero también un regalo para los hombres y mujeres de hoy: Dios existe, hay que dejarse encontrar por Él.
Para ver y escuchar el testimonio personal de conversión de María Vallejo-Nágera se puede visitar el siguiente enlace o al final de este texto.
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