Roma revivió la emoción del 2 de abril de 2005 -este año la fecha cae en el Viernes Santo, motivo por el cual el recuerdo litúrgico ha sido anticipado-, cuando la muchedumbre seguía bajo la ventana del Papa polaco su último aliento.
Para esta ocasión, entre los purpurados que rodeaban el Altar de la Confesión, se encontraba su fiel secretario durante 40 años, el actual cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia, así como peregrinos de los cinco continentes, en particular de Polonia, muchos de los cuales habían hecho cola durante el día para visitar la tumba en las grutas vaticanas.
Durante la homilía, en medio de un gran silencio, el Papa explicó el secreto de Juan Pablo II: «Lo que lo movía era el amor hacia Cristo, al que había consagrado su vida, un amor sobreabundante e incondicionado». «Y precisamente porque se acercó cada vez más a Dios en el amor, pudo hacerse compañero de viaje para el hombre de hoy, dispersando en el mundo el perfume del Amor de Dios», añadió.
Su sucesor y cercano colaborador, recordó los últimos días de sufrimiento: «La progresiva debilidad física, de hecho, no corroyó nunca su fe rocosa, su luminosa esperanza, su ferviente caridad». «Se dejó consumir por Cristo, por la Iglesia, por el mundo entero: el suyo fue un sufrimiento vivido hasta el final por amor y con amor», subrayó, ese «amor de Dios, que lo vence todo».
El Papa habló en italiano durante la homilía. La única lengua que además utilizó brevemente fue el polaco para asegurar a sus compatriotas que «la vida y la obra de Juan Pablo II, gran polaco, puede ser para vosotros motivo de orgullo». «Pero es necesario que recordéis que esta es también una gran llamada a ser fieles testigos de la fe, de la esperanza y del amor, que él nos enseñó ininterrumpidamente», añadió en la lengua maternal de Wojtyla.
Durante la oración de los fieles se elevó en polaco esta súplica: «Por el venerable Papa Juan Pablo II, que ha servido a la Iglesia hasta el límite de sus fuerzas: para que desde el cielo interceda para infundir la esperanza que se realiza plenamente participando en la gloria de la resurrección».
También se rezó en alemán por Benedicto XVI «para que siga, tras las huellas de Pedro, desempeñando su ministerio con perseverante mansedumbre y firmeza para confirmar a los hermanos».
En español se elevó una plegaria «por quienes estamos reunidos para recordar al Papa Juan Pablo II: para que sepamos amar y servir a la Iglesia como él la amó y sirvió, dando testimonio de la fe en Dios y ofreciendo su amor a todos».
Benedicto XVI aprobó el 19 de diciembre el decreto que reconoce las virtudes heroicas de Karol Wojtyla. El estudio del supuesto milagro experimentado por una religiosa francesa que padecía Parkinson, atribuido a la intercesión de Juan Pablo II, sigue el proceso establecido por la Congregación para las Causas de los Santos, según han se confirmó el mes pasado.
Si bien Benedicto XVI había concedido la licencia para no esperar los cinco años exigidos para comenzar la causa de beatificación de Juan Pablo II, el proceso está sometido a todas las exigencias requeridas para cualquier otro caso, entre las cuales, se encuentra el reconocimiento de una curación inexplicable por parte de una comisión médica, reconocida después como «milagro» por parte de una comisión teológica, una comisión de cardenales y obispos, y el mismo Papa.