«Necesitamos sus oraciones y su ayuda, especialmente para llegar a ser una Iglesia más unida», afirma el cardenal George en Catholic New World, el diario de la archidiócesis. «En segundo lugar, su ejemplo de dedicación sacerdotal, su conocimiento y predicación, son grandes ejemplos para nuestros seminaristas y sacerdotes y deben inspirar a los laicos».
 
Augustine Tolton (18541897) tenía 9 años cuando su madre huyó de la esclavitud con él y sus dos hermanos. La familia fue a Quincy, Illinois, donde él fue finalmente inscrito en la St. Peter´s Catholic school. Fue allí donde empezó a sentir que Dios le llamaba a ser sacerdote.
 
Con todo, fue rechazado por todos los seminarios de Estados Unidos, y fue finalmente enviado a Roma para sus estudios. Pensaba ir como misionero a África. Fue ordenado en San Juan de Letrán en 1886, pero el día antes de su ordenación, se le dijo que sería enviado de vuelta a Estados Unidos.
 
El padre Tolton sabía el sacrificio que esto implicaba, pero unió sus sufrimientos a los de Jesús. Volvió a Quincy, pero el racismo impidió su ministerio, y pidió ser trasladado a Chicago, petición que fue acogida en 1889.
El padre Tolton comenzó su ministerio en la comunidad de católicos negros de allí y pronto necesitaron su propia iglesia. Ésta abrió en una tienda en 1891, y después sería conocida como de Santa Mónica.

Durante ese tiempo, el padre Tolton mantuvo correspondencia con santa Katharine Drexel (fundadora de instituciones educativas para negros y amerindios segregados por el racismo y canonizada por Juan Pablo II el 1 de octubre de 2000), y su comunidad proporcionó apoyo financiero para la nueva parroquia.
 
El padre Tolton trabajo exhaustivamente por su parroquia, y falleció por un golpe de calor recién cumplidos los 43 años, mientras volvía de un retiro sacerdotal.
El obispo auxiliar, monseñor Joseph Perry, está organizando la causa de canonización del padre Tolton. Aunque la causa se considera «antigua» porque no quedan testigos vivos, explicó monseñor Perry al periódico diocesano, «creo que tenemos documentos suficientes para un primer examen por parte de Roma».
 
«El padre Tolton trabajó valientemente en esta ciudad y en Quincy, y siempre permaneció como un sacerdote y un católico fiel y obediente», dijo el obispo. «Él no abandonó. Se mantuvo fiel». «Su testimonio silencioso es un desafío a nuestros prejuicios y la estrechez de criterio que nos mantiene aislados de la variedad en el reino de Dios», concluye el prelado.