La denuncia del periodista e historiador Pío Moa es contundente: "Los jóvenes están siendo formados en un marxismo de tres al cuarto, pero marxismo, tanto por los colegios de la FERE como por los públicos".

"Se explica -señala el historiador gallego en unas declaraciones en LibertadDigital.com- la conformidad de la FERE con la educación para la ciudadanía. De hecho, la FERE lleva muchos años impartiendo esa educación, infiltrada en diversas asignaturas". 

Moa comenta varios textos publicados por una editorial salesiana muy conocida, entre los que alaba la Escuela Moderna del terrorista y masón Ferrer i Guardia estaría basada en “el racionalismo librepensador y el cientifismo positivista"

"Por supuesto, -dice Moa- la política educativa antirreligiosa de la II República es exaltada sin atisbo de crítica, en un tono perfectamente digno del PSOE o del PCE, y cuando entra en el franquismo simplemente miente a mansalva y olvida todos los datos esenciales".


"La Iglesia -escribe Moa- aparece siempre ligada a las clases `burguesas´, `conservadoras´, `reaccionarias´, adjetivos que en el contexto adquieren un matiz fuertemente peyorativo. Pero ¿y la beneficencia de la que se beneficiaban las capas pobres de la población? La Iglesia `también continuó ejerciendo el dominio [subrayado mío] de la labor asistencial[, que,] `junto con la enseñanza, las instituciones piadosas y de caridad (…) eran los instrumentos utilizados para insertarse en el tejido social´. Y así sucesivamente. La historia como lucha de clases".

Para Moa, "este marxismo pedestre (en España nunca hubo otro) merece algunas observaciones: Lo promocionan las propias editoriales eclesiásticas en los colegios religiosos. Se demuestra que la caída del Muro de Berlín no ha servido para nada en lo que respecta a la enseñanza en España (uno puede imaginar cómo serán los textos laicos). Los socialistas y los separatistas, siempre juntos en estos afanes, acaban de negarse a que los jóvenes conozcan los genocidios de Stalin".
 

"Uno se explica perfectamente la masa de jóvenes embaucados por tales doctrinas que protagonizaron, kale borroka incluida, la bronca del chapapote, las movilizaciones contra la reforma de la nefasta educación en España o las jornadas posteriores al 11-M".

"La lucha de clases como clave explicativa de la historia (y de muchas otras cosas) es el concepto básico del marxismo. Esa lucha sería el contenido de la historia, daría su verdadero sentido a las superestructuras ideológicas, muy principalmente la religión, establecidas al servicio de las clases dominantes, por definición explotadoras, a los partidos políticos como representantes de los intereses de las diversas clases, etc".


"Podrá asombrar que unas órdenes religiosas difundan tales cosas, pero no debe olvidarse que a raíz del Concilio Vaticano II se extendieron estas ideas dentro de la Iglesia con propósito de `renovarla´. Una renovación que ha alentado terrorismos y beneficiado al comunismo y a diversos extremismos, mientras despoblaba iglesias y seminarios".

"En realidad, durante muchos siglos la Iglesia no es que ejerciera `el dominio´ de la asistencia social y de la enseñanza, es que era la única institución que, desde la caída del Imperio Romano, se tomó un interés constante y sistemático por la enseñanza, la asistencia hospitalaria y las personas desprotegidas. A la Iglesia se deben también, fundamentalmente, un arte que ha devenido patrimonio común de las sociedades, así como las universidades, a su vez las instituciones probablemente más decisivas en la configuración de la civilización occidental; y tantas otras cosas".


"¿Hizo todo eso al servicio de las clases dominantes, de la burguesía, etc.? Casualmente se benefició de su actividad, durante siglos, la población en su conjunto. De modo similar, de la actividad empresarial se ha beneficiado toda la sociedad, y no solo los grandes capitalistas. Y si los partidos representan intereses de clase, resulta interesante observar cómo ha habido tantos que se arrogaban la representación del proletariado, y entre ellos se han llevado a matar, muy literalmente. Por otra parte, pocas veces esos partidos que se decían obreros conseguían la adhesión no ya del proletariado en su conjunto, sino de fracciones significativas de él".


"Nunca en la historia se han levantado unas clases contra otras, y menos por objetivos como los que pretendían adjudicarles los marxistas. Ha habido, sí, mil luchas sociales de toda índole, en las que casi siempre aparecían mezclados elementos de clases diferentes. Los campesinos catalanes y gallegos de finales de la Edad Media no querían exterminar a los nobles, sino acabar con sus abusos e ilegalidades. Los movimientos huelguísticos en Europa o América no se dirigían contra ninguna clase burguesa, sino que buscaban mejorar las condiciones de vida de los obreros. Y si, aprovechando coyunturas favorables o manipulando las exigencias de mejora de las masas, los partidos obreristas -que no obreros- imponían su poder estableciendo formas de socialismo, o bien privaban a los trabajadores de todo derecho real y los sometían a condiciones mucho más duras que en los países capitalistas, o bien creaban enormes burocracias parasitarias del empresariado, que tendían a crear un régimen definido por Tocqueville como “despotismo democrático”, un estado acaparador de la actividad social que socavaba sordamente las bases de la libertad de los individuos".

Por último, señala Moa "a tales cosas contribuyen una historiografía y unas explicaciones de la sociedad que no han retrocedido, quizá incluso han avanzado, desde el derrumbe del bloque soviético".