(ACI) En una carta dirigida a sus fieles, el Arzobispo de Valencia, Cardenal Agustín García-Gasco, destacó el anhelo del hombre por vivir en libertad de conciencia y de acción, pero advirtió del peligro de dejarse llevar por fuerzas colectivas que, bajo la promesa de paraísos ideológicos, terminan destruyendo su dignidad y la propia sociedad. En dicha carta, titulada "La dignidad une la libertad con la verdad", el Purpurado recordó que la Declaración Universal de Derechos Humanos advierte que la ignorancia de estos derechos o su menosprecio, "ha originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad". En ese sentido, señaló que a pesar de la experiencia devastadora de los totalitarismos, el ser humano siempre "está expuesto al peligro de abandonar su inteligencia y su sentido moral, y dejarse llevar por el atractivo de una fuerza colectiva que le promete paraísos ideológicos" que terminan en la autodestrucción de la persona. "Cuando la política quiere ocupar el lugar de Dios genera una práctica social monstruosa que destruye la dignidad humana", expresó. La libertad en Dios En el texto, el Purpurado se refirió luego a la certeza que tiene el ser humano de hallar su libertad en Dios. Dijo que la Doctrina Social de la Iglesia anuncia con firmeza que, frente a las seducciones totalitarias, "el hombre puede dirigirse hacia el bien sólo en la libertad que Dios le ha dado como signo evidente de su imagen". En ese sentido, señaló que "el ser humano aprecia la libertad y la busca con pasión", pero aclaró que el ejercicio de la libertad "implica la referencia a una ley moral natural, de carácter universal, que precede y aúna todos los derechos y deberes". Explicó que la ley natural es la luz de la inteligencia que Dios ha infundido en los hombres para que conozcan "lo que se debe hacer y lo que se debe evitar". Esta ley, indicó, "expresa la dignidad de la persona y pone la base de sus derechos y de sus deberes fundamentales". El Cardenal García-Gasco añadió que el ser humano "es libre desde el momento que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios", gracias a los cuales "encuentra su verdadera y plena realización". La historia humana, indicó, "nos muestra que la libertad puede ser esclavizada por el egoísmo personal o colectivo"; pues hubo personas que pretendieron "avasallar la libertad y los bienes del resto". Por ello, el Cardenal alentó a buscar a Cristo, quien "libera al hombre del amor desordenado de sí mismo", fuente de desprecio al prójimo "y de relaciones caracterizadas por el dominio sobre el otro". La contemplación de Cristo en la Eucaristía, afirmó, "fortalece una cultura de los derechos humanos basada en la libertad y en la verdad".