Un día después de publicar su carta pastoral a los católicos de Irlanda, en la que afirma que «Dios y los tribunales» juzgarán a los sacerdotes que han cometido abusos sexuales con menores, Benedicto XVI dedicó sus palabras del Ángelus dominical a hablar del pecado. «Debemos aprender a no juzgar ni condenar al prójimo. Aprendamos a ser intransigentes con el pecado, empezando con el nuestro, e indulgentes con las personas», afirmó el Santo Padre ante los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
El Pontífice se sirvió del pasaje del Evangelio en el que se narra la historia de la mujer adúltera condenada a muerte, salvada por Jesucristo con su célebre frase: «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra». Jesús, recordó Benedicto XVI, logró que los acusadores se fueran y «absolvió a la mujer de su pecado, introduciéndola en una nueva vida, orientada al bien». «Ni yo te condeno; ve y de ahora en adelante no peques más», le dijo Cristo a la mujer adúltera.
Por encima de la Justicia de los hombres, dijo Benedicto XVI, se sitúa la Justicia de Dios, la cual está «fundada sobre el amor». «Mientras está enseñando en el Templo llevan a Jesús una mujer sorprendida mientras cometía adulterio, condenada según la ley a la lapidación». Cristo, explicó el Santo Padre, fue sometido a una prueba por los hombres, ya que debía juzgar a la pecadora. «La escena está llena de dramatismo: de las palabras de Jesús depende la vida de esa persona, pero también la suya propia. Los acusadores hipócritas fingen cederle el juicio, mientras que en realidad es a él al que quieren acusar y juzgar». Sin embargo, Jesús «sabe lo que hay en el corazón del hombre» y «quiere condenar el pecado, pero salvar al pecador y desenmascarar la hipocresía».
Las palabras de Benedicto XVI son una señal de alarma para todos los que están atacando a la Iglesia y a los religiosos que cometieron abusos con menores en Irlanda. Los pecadores deben responder «frente a Dios» y «someterse a las exigencias de los tribunales», pero no merecen la lapidación pública.