En su homilía, el cardenal realizó un repaso histórico sobre la trayectoria de la imagen del Cristo de Medinaceli, la veneración que el pueblo español ha depositado en Él y los duros años vividos durante su permanencia en Madrid que abarca desde finales del siglo XVII hasta el XX. «300 años de Historia donde la devoción al Cristo de Medinaceli cobra importancia», señaló y afirmó que «su belleza impresionaba tanto que llegó al corazón de muchos madrileños».
 
«La imagen llegaba a Madrid en 1688, rescatada de un cautiverio del Norte de África, y dos años más tarde, nacía la Hermandad cuya veneración alcanza hasta nuestros días», aseguró el prelado. El cardenal hizo hincapié en los difíciles años vividos en España a principios del siglo XVIII: «Problemas en la vida de muchos ciudadanos, dolor, enfrentamiento y pobreza». «En ese momento, Jesús, con su rostro dolorido y las manos gastadas, era la respuesta al sufrimiento del Pueblo», aseveró.
 
Después de la invasión napoleónica y durante la Guerra Civil española, «la imagen se salva». «La diócesis de Madrid y sus obispos la han protegido con mucha gratitud», recordó a los presentes el arzobispo de Madrid. «Cuando la gente besa al Cristo de Medinaceli besa al Cristo vivo que se anuncia en la Palabra de la Reconciliación, ese beso recibe una respuesta, que es la respuesta que vela», dijo y continuó su alocución con estas palabras: «Se piden milagros para resolver los problemas laborales, los problemas de justicia y paz que asolan a la Humanidad. A veces se cumplen, otras, no. Pero el milagro de la conversión del corazón del Hombre se produce siempre, reconociendo a Cristo como Salvador».
 
Aseguró además que «la mayor tragedia del Hombre del siglo XX es haber perdido la conciencia de pecado». El prelado finalizó su alocución recordando que el próximo año se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud, que es ya la vigésimo sexta, exhortó también a los jóvenes a reconocer en el Cristo de Medinaceli a su Salvador.