Benedicto XVI se refirió a la experiencia de «diálogo de salvación que, naciendo de la certeza de ser amados por Dios, ayuda al hombre a reconocer el propio pecado y a introducirse, progresivamente, en esa estable dinámica de conversión del corazón, que lleva a la radical renuncia al mal y a una vida según Dios».
 
Destacó que «es tarea del sacerdote favorecer esa experiencia» y explicó el método del Santo Cura de Ars para que se desarrolle ese «diálogo de salvación» en la confesión. «San Juan María Vianney sabía entablar con los penitentes un verdadero y apropiado ´diálogo de salvación´ mostrando la belleza y la grandeza de la bondad del Señor y suscitando ese deseo de Dios y del cielo, del que los santos son los primeros portadores», subrayó.
 
Para vivir el ministerio de confesor con la heroicidad y fecundidad con las que lo vivió san Juan María Vianney, el Papa señaló en primer lugar la necesidad de una «intensa dimensión penitencial personal». «La conciencia del propio límite y la necesidad de recurrir a la misericordia divina para pedir perdón, para convertir el corazón y para ser sostenido en el camino de santidad, son fundamentales en la vida del sacerdote», explicó.
 
Y añadió: «Sólo quien ha experimentado primero la grandeza puede ser convincente anunciador y administrador de la misericordia de Dios». Por otra parte, continuó, «todo sacerdote se convierte en ministro de la Penitencia por la configuración ontológica a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, que reconcilia a la humanidad con el Padre». Al mismo tiempo, recordó Benedicto XVI, «la fidelidad al administrar el Sacramento de la Reconciliación es confiada a la responsabilidad del presbítero».
 
Siguiendo el método del Santo Cura de Ars, el Pontífice señaló la importancia de vivir «con radicalidad el espíritu de oración, la relación personal e íntima con Cristo, la celebración de la Misa, la adoración eucarística y la pobreza evangélica». De esta manera, el sacerdote, como el santo francés, «hace de la iglesia su casa para conducir a los hombres a Dios» y muestra a sus contemporáneos «un signo tan evidente de la presencia de Dios», que empuja «a muchos penitentes a acercarse a su confesonario».
 
El Papa destacó también que, «en las condiciones de libertad en las que hoy es posible ejercer el ministerio sacerdotal, es necesario que los presbíteros vivan en “alto grado” la propia respuesta a la vocación». Y ello «porque sólo quien se convierte cada día en presencia viva y clara del Señor puede suscitar en los fieles el sentido de pecado, dar ánimo y suscitar el deseo del perdón de Dios».
 
En este punto, Benedicto XVI afirmó que «es necesario volver al confesonario, como lugar en el que celebrar el sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar en el que “habitar” más a menudo».
 
La presencia del sacerdote en el confesonario es una ayuda «para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto a la Presencia real en la Eucaristía», indicó.
 
En su discurso, el Pontífice se refirió también a la «crisis» del sacramento de la Penitencia, que «interpela en primer lugar a los sacerdotes y a su gran responsabilidad de educar al Pueblo de Dios en las radicales exigencias del Evangelio».
 
Para el Papa, el contexto cultural actual, «marcado por la mentalidad hedonista y relativista, que tiende a suprimir a Dios del horizonte de la vida» «hace todavía más urgente el servicio de administradores de la misericordia divina».
«No debemos olvidar, de hecho, que hay una especie de círculo vicioso entre el ofuscamiento de la experiencia de Dios y la pérdida de sentido de pecado», indicó.
 
Benedicto XVI señaló que la crisis del sacramento de la Penitencia pide a los sacerdotes «dedicarse generosamente» a escuchar confesiones sacramentales, «guiar con coraje a la grey, para que no se conforme a la mentalidad de este mundo», tener ellos mismos «una permanente tensión ascética» y actual izarse constantemente en el estudio de la teología moral y de las ciencias humanas.
 
«¡Qué extraordinario ministerio nos ha confiado el Señor!», dijo a los participantes del curso sobre la correcta administración de la Penitencia. «Como en la Celebración Eucarística Él se pone en manos del sacerdote para continuar estando presente en medio de su Pueblo, análogamente, en el Sacramento de la Reconciliación Él se confía al sacerdote para que los hombres hagan la experiencia del abrazo con el que el padre acoge a su hijo pródigo», exclamó.
 
Finalmente, pidió que «la Virgen María y el Santo Cura de Ars nos ayuden a experimentar en nuestra vida la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad del Amor de Dios, para ser fieles y generosos administradores». El Papa apreció la participación de los sacerdotes en este curso de «temática esencial para el ministerio y la vida de los presbíteros».
 
Y animó a los sacerdotes a aprender del Santo Cura de Ars, además del método del «diálogo de salvación» que debe desarrollarse en la confesión, «una confianza inagotable en el Sacramento de la Penitencia, que nos anima a colocarlo en el centro de nuestras preocupaciones pastorales».