Lo presentó al visitar la comunidad parroquial de San Juan de la Cruz en Colle Salario, en el sector norte de la diócesis de Roma, que en el casco urbano congrega a unas tres mil familias.
 
Tras saludar a muchos de los fieles que le esperaban a la puerta, el obispo de Roma ingresó en este templo de su diócesis en torno a las 9.30 de la mañana construido tras el año 2000 para presidir la Eucaristía y dejar un mensaje a cada uno de los presentes: «Dejaos cada vez más implicar por el deseo de anunciar a todos el Evangelio de Jesucristo».
 
«No esperéis a que otros vengan a traeros otros mensajes, que no conducen a la vida, sino haceos vosotros mismos misioneros de Cristo a los hermanos, donde viven, trabajan, estudian o sólo transcurren el tiempo libre», recomendó a los fieles.
 
«Poned en marcha también aquí una pastoral vocacional capilar y orgánica, hecha de educación de las familias y de los jóvenes en la oración y en vivir la vida como un don que procede de Dios», subrayó.
 
Para ello, el pontífice presentó presentó los tres secretos con los que cuenta toda comunidad parroquial: la Palabra de Dios, los sacramentos (en particular la Eucaristía dominical), y el servicio.
 
«Os exhorto ahora a hacer de esta Iglesia un lugar en el que se aprenda cada vez mejor a escuchar al Señor que nos habla en las Sagradas Escrituras. Que éstas sigan siendo siempre el centro vivificante de vuestra comunidad, para que se convierta en escuela continua de vida cristiana, de la que parte toda actividad pastoral», exhortó.
 
Evocando detalles de la vida parroquial sobre los que le ha informado el párroco, el pontífice añadió: «Sé que varios grupos de fieles se reúnen para rezar, formarse en la escuela del Evangelio, participar en los Sacramentos - sobre todo en la Penitencia y en la Eucaristía - y vivir esa dimensión esencial para la vida cristiana que es la caridad».
 
Por eso dirigió su agradecimiento a cuantos «contribuyen a hacer más vivas y participadas las celebraciones litúrgicas, y a cuantos, junto a la Caritas parroquial y al grupo de San Egidio, buscan salir al encuentro de las muchas exigencias del territorio, especialmente a las esperanzas de los más pobres y necesitados».
 
«Pienso finalmente en lo que estáis realizando admirablemente a favor de las familias, de la educación cristiana de los hijos y de cuantos participan en las actividades de la parroquia», añadió.
 
Por último, el Papa dejó un consejo a esta parroquia: mantener su apertura a los movimientos y a las nuevas comunidades eclesiales, «madurando así una conciencia más amplia de Iglesia y experimentando nuevas formas de evangelización».
 
«Os exhorto a proseguir con valor en esta dirección, pero empeñándoos en implicar a todas las realidades presentes en un proyecto pastoral unitario».
En particular, subrayó, los laicos deben pasar de ser considerados como «colaboradores del clero» a ser reconocidos «como plenamente “corresponsables” del ser y del actuar de la Iglesia, favoreciendo así la promoción de un laicado maduro y comprometido».