Como en los últimos 12, 15 ó 18 meses, el tema estrella en estos días de inicios de mes gira en torno al desempleo y la economía. Las cifras de parados siguen subiendo, y pocos creen honestamente en que hayamos alcanzado un punto de inflexión, un «hasta aquí», y ahora empezamos el cambio de tendencia. Este mes, y como nueva propuesta, nos hemos encontrado con la simpática invitación a rehabilitar nuestra casa. Estas reformas y rehabilitaciones generarán, según ciertos expertos del comité asesor, un buen número de empleos. Aunque también generarán, las pocas que salgan adelante, más problemas para pagar y más economía sumergida.
 
Tomás de Aquino, experto en el arte de argumentar y discutir con bases teológicas y, mucho más, con bases humanas y racionales, afirmó que en toda posición o argumento siempre hay semillas de verdad. ¿La habrá también en la posición, optimista rallando con lo utópico, de los discursos oficiales que nos vienen del Gobierno? ¿Será la solución aumentar las rehabilitaciones y las reformas en pisos e inmuebles?
 
La eficacia de las reformas la vienen aplaudiendo mucho, pero de reformas económicas, laborales, bancarias… y no tanto de las viviendas Expertos tiene la sociedad y la economía española para que nos ilustren en este tema. Y espero que estos «expertos» sean servidores a favor del bien común, y no servidores (pasivos) del bien común –para su propio beneficio.
 
Hay una reforma más fácil y más cercana, una rehabilitación que está al alcance de la mano, y sin el incómodo movimiento de llevarnos la mano a la cartera. Una rehabilitación en nuestra casa personal, esa del «yo y mis circunstancias» tan querido por Ortega y Gasset. A mi alrededor giran muchas cosas, situaciones, personas, conversaciones, actitudes, y tal vez ahí debamos cambiar algo. En los últimos meses, ante el cúmulo de noticias de corrupción y engaño de la clase política y económica, nos estamos haciendo hipersensibles al egoísmo de nuestros gobernantes. ¿Y percibimos nuestro egoísmo, nuestra pequeña o gran tiranía para imponer mi opinión como única válida? Es fácil ver el mal en el otro, pero en ocasiones necesitamos un espejo muy grande para mirarnos a nosotros mismos. «La caridad empieza por uno mismo», hemos escuchado muchas veces; la reforma también.
 
Y puestos ya manos a la obra, con un buen mono para hacer la reforma, ¿por qué no pensar en los cimientos de la casa? En este mundo que nos empuja a girar a gran velocidad, empujado por el estrés y la prisa, ¿dónde está nuestro centro? Quitemos el centro a la rueda de una bicicleta, de esas de toda la vida. La rueda puede seguir girando a gran velocidad, pero no nos llevará a ningún sitio. Perdón, rectifico, al suelo y con un duro golpe de regalo.
 
Reforma, por tanto, de los cimientos, de las convicciones personales, de las ideas madre que nos permiten seguir girando, y que de vez en cuando frenan ese giro, que podría acabar en un accidente por exceso de velocidad. Cuando veo a una pareja, ya mayor, que se ha mantenido girando juntos 50 años; o a una madre que día a día cuida a su hijo inválido de quince años, y los dos siguen girando; o a un esposo que se desvive día a día por su esposa aquejada de alguna de esas misteriosas enfermedades psicológicas, me asalta la admiración y la duda. Admiración ante unos cimientos tan sólidos, capaces de superar cualquier terremoto. Y la duda al ver que otras ruedas, quizás con menos tensión y presión, han perdido su centro y se dirigen alocadas hacia el abismo.
 
Creo que por ahí deberíamos empezar nuestras reformas y rehabilitaciones, recordando que estamos hechos para amar y recibir amor.