El arzobispo de Mosul de los Sirios, Georges Basile Casmoussa, habla directamente de «masacres» para describir la situación. Y es que hace pocos días que el patriarca de Antioquía, Ignatius Joseph Younan, dirigió una durísima carta al primer ministro Nuri al-Maliki, denunciando que ante esa situación «nadie castiga a los agresores».
En ese sentido la presión de la Santa Sede y de otros organismos internacionales comienza a ser eficaz, y el gobierno iraquí ha constituido una comisión para estudiar el caso y ver cómo poner coto a unos desmanes que amenazan con despoblar de cristianos el país.
Para no ceder en esa insistencia, el mismo Benedicto XVI ha dedicado sus palabras después del Ángelus para confortar a algunos peregrinos iraquíes presentes, y sobre todo para mantener el vigor de la denuncia: «He conocido con profunda tristeza las trágicas noticias de los recientes asesinatos de algunos cristianos en la ciudad de Mosul... Deseo unirme espiritualmente a la oración por la paz y por el restablecimiento de la seguridad promovida por el Consejo de los Obispos de Nínive», quienes también se irguieron con firmeza ante Al-Maliki ante la oleada de violencia que sufren.
«Apelo a las autoridades civiles para que realicen todos los esfuerzos para dar seguridad a la población y, en particular, a las minorías religiosas más vulnerables», y apeló a la responsabilidad de la comunidad internacional para dar al país
«un futuro de reconciliación y de justicia».