El manifiesto fue presentado en la Casa Diocesana de la capital por el arcipreste de Guadalajara, el sacerdote Ángel Luis Toledano, y por el delegado diocesano de Enseñanza, el sacerdote Pedro Moreno, quienes explicaron que la iniciativa nació en el seno del Consejo Arciprestal de Pastoral de Guadalajara, en una reunión mantenida hace unos días.
Los promotores del manifiesto esperan más adhesiones de colectivos cristianos en los próximos días, antes de proceder a elevar la nota a las autoridades políticas locales, provinciales y regionales.
La iniciativa es pionera en el país, y surge tras la sentencia reciente del Tribunal de Estrasburgo, que daba la razón a una familia italiana que reclamaba la retirada de los crucifijos del colegio público donde estudiaba su hija, y del intento del Gobierno por elaborar una nueva Ley que regule la presencia de manifestaciones religiosas en el ámbito público, a la luz de la aconfesionalidad del Estado que decreta la Constitución.
«Afirmamos que, como Iglesia en Guadalajara, los cristianos hemos colaborado y participado de forma ejemplar en la instauración y maduración de nuestra democracia, y nos encontramos plenamente integrados en ella», dice en primer lugar el manifiesto.
«Constatamos –añade- que para la inmensa mayoría de los ciudadanos la religión es un valor importante y un fundamento más que les anima a cumplir los deberes personales, familiares, profesionales y cívicos con nobleza y responsabilidad».
«La presencia del crucifijo en las aulas y otros espacios públicos es parte de nuestra identidad histórica, cultural, y espiritual cotidiana, y aún de la sociedad occidental. Esta presencia es además mayoritariamente aceptada. La imagen de Cristo crucificado es n signo que une a las personas, promueve los principios de igualdad, libertad y tolerancia, porque para Cristo todos los hombres somos hermanos, y por tanto iguales», subraya.
«Jesucristo es un referente educativo de primer orden en la atención a los pobres, enfermos y marginados de la sociedad. Él pasó su vida haciendo el bien, fue perseguido por su libertad de expresión, murió perdonando, y afirmó que el centro de la vida humana está en el amor fraterno y la solidaridad. Por ello, la cruz de Jesús no sólo no genera ninguna discriminación entre personas sino que es un símbolo de vida, de esperanza y de concordia universal», añade el manifiesto.
«Por ello –afirma-, nos sorprende y preocupa la imposición de iniciativas minoritarias que pretenden la exclusión o rechazo del crucifijo, de lo religioso y de sus signos de la vida pública y, más en concreto, de las escuelas; mientras, por otro lado, estas aludidas iniciativas desoyen el sentir multitudinario en favor del respeto de la vida humana en gestación, que es el derecho humano fundamental».
Por lo cual, los firmantes del manifiesto piden «a los organismos públicos competentes y a la sociedad en general que, ponderando prudencialmente los principios y valores en juego, mantengan y respeten la presencia pública del crucifijo y otros signos religiosos propios de nuestra identidad histórica, cultural y espiritual».
«Seguiremos aportando a esta sociedad, desde el cumplimiento de nuestra misión propia y nuestras tareas específicas, los valores humanos y religiosos que fundamenten la convivencia humana, la integración social y democrática, y la atención a los más desfavorecidos», asegura.
Y concluye haciendo votos «por que nuestra sociedad construya su futuro desde las bases sólidas de la convivencia pacífica, la integración social, los derechos humanos --incluido el derecho a la libertad y expresión religiosa-, así como los valores y convicciones profundas compartidas por la inmensa mayoría de los ciudadanos, como lo son las creencias religiosas».
Pedro Moreno, en su presentación, defendió que el crucifijo es «el símbolo máximo de la solidaridad y de nuestra identidad como pueblo», y se preguntó «a quién beneficia» la retirada de las cruces.
Así mismo, los sacerdotes justificaron la presencia de las cruces en las aulas de centros públicos en que «la mayoría de los alumnos» son católicos, porque así lo demuestra que el «70% escoja Religión», y dijeron que eso no es incompatible con el respeto a aquellos padres y alumnos que no desean su presencia. «No es comparable la masa de católicos con uno o dos casos aislados que protesten. Es chocante que por una persona se pueda cambiar esto», dijeron los sacerdotes.
En Guadalajara, según Pedro Moreno, la mayoría de colegios públicos de nueva creación ya no instalan crucifijos, y no pide que se coloquen, sino que «no se retiren de donde están».
Según estos sacerdotes, todavía hay algunos colegios públicos que los mantienen en las aulas, como es el caso del Alvarfáñez, donde han reconocido que tiempo atrás se creó un conflicto con algunos padres que demandaron una retirada que finalmente no se produjo. No obstante, aseguran que las colisiones apenas se han producido en los centros escolares.