El Papa realizó una visita, a primeras horas de la mañana del domingo, en el albergue romano de “Don Luigi Di Liegro” de Cáritas, creado hace 23 años, y que consta de albergue, comedor y pequeño centro médico, destinado a los pobres y si techo de Roma.
En su discurso, Benedicto XVI afirmó que este centro “se ha convertido en un lugar donde, gracias al generoso servicio de tantos agentes y voluntarios, se realizan cada día las palabras de Jesús: ´´Porque tuve hambre, y me disteis de comer´...”
“El testimonio de la caridad, que en este lugar encuentra especial concreción, pertenece a la misión de la Iglesia junto con el anuncio de la verdad del Evangelio – afirmó –. El hombre no tiene solo necesidad de ser nutrido materialmente o ayudado a superar los momentos de dificultad, sino también la necesidad de saber quién es y de conocer la verdad sobre sí mismo y sobre su dignidad”.
La Iglesia, “con su servicio a favor de los pobres, está por tanto empeñada en anunciar a todos la verdad sobre el hombre, que es amado por Dios, creado a su imagen, redimido por Cristo y llamado a la comunión eterna con Él”, afirmó el Papa.
“Muchas personas han podido así redescubrir, y aún ahora redescubren, su propia dignidad, extraviada a veces por acontecimientos trágicos, y vuelven a encontrar la confianza en sí mismos y esperanza para el futuro”.
La certeza profunda de saberse amados por Dios “genera en el corazón del hombre una esperanza fuerte, sólida, luminosa, una esperanza que da el valor de proseguir en el camino de la vida a pesar de los fracasos, de las dificultades y las pruebas que la acompañan”, añadió el Pontífice.
Añadió también que “la Iglesia vive en la historia con la conciencia de que las angustias y las necesidades de los hombres, sobre todo de los pobres y de todos aquellos que sufren, son también las de los discípulos de Cristo”
El Papa invitó a cuantos trabajan en el albergue a imitar “el ejemplo de Jesús, que por amor se hizo nuestro siervo y nos amó hasta el extremo”, y a considerar a las personas acogidas en el centro “como uno de los tesoros más preciosos” de sus vidas.
Posteriormente, el Papa Benedicto XVI quiso aprovechar el discurso para animar “no solo a los católicos, sino a cada hombre de buena voluntad, en particular a cuantos tienen responsabilidad en la administración pública y en las diversas instituciones”, a “empeñarse en la construcción de un futuro digno del hombre”.
Es necesario para ello, advirtió, descubrir “en la caridad la fuerza propulsora para un auténtico desarrollo y para la realización de una sociedad más justa y fraterna”.
“Para promover una convivencia pacífica que ayude a los hombres a reconocerse miembros de la única familia humana es importante que las dimensiones del don y de la gratuidad sean redescubiertas como elementos constitutivos del vivir cotidiano y de las relaciones interpersonales”.
Todo esto se convierte día tras día en más urgente en un mundo en el cual, en cambio, parece prevalecer la lógica del provecho y de la búsqueda del propio interés.
Por último, el Papa invitó a los jóvenes a vivir la experiencia del voluntariado, que constituye “una auténtica escuela en la que se aprende a ser constructores de la civilización del amor, capaces de acoger al otro en su unicidad y diferencia”.
“En su servicio a las personas en dificultad, la Iglesia se mueve únicamente por el deseo de expresar su propia fe en ese Dios que es el defensor de los pobres y que ama cada hombre por lo que es y no por lo que posee o realiza”.