Hoy en el mundo occidental, recordó el profesor Gotti Tedeschi, la tasa de crecimiento de la población ha llegado al 0%, es decir, a 2 hijos por pareja, hecho que ha comportado un cambio profundo de la estructura de la sociedad.
 
A propósito de esto, observó, «en lugar de estimular a las familias y a la sociedad a volver a empezar a creer en el futuro y a tener hijos», «hemos dejado de tener hijos y hemos creado una situación, un contexto económico negativo de decrecimiento, y decrecimiento quiere decir más austeridad».
 
«Cayendo los nacimientos – subrayó –, hay menos personas jóvenes que entran en el mundo del trabajo productivamente, y hay muchas más personas ancianas que salen del sistema productivo y que se convierten en un coste para la colectividad». «En la práctica – explicó –: si la población no crece, los costes fijos de esta estructura económica y social aumentan, lo que dramáticamente depende de cuánto está evidentemente desequilibrada la estructura de la población y cuánta es su riqueza. Sin embargo los costes fijos aumentan: aumentan los costes de la sanidad y aumentan los costes sociales. No solo: ya no se pueden bajar los impuestos».
 
«Hay además otro fenómeno que impacta en la economía gracias a la tasa de crecimiento cero de la población, y es la caída del ahorro – prosiguió el economista –. Los jóvenes que no tienen trabajo suspenden el ciclo de acumulación del ahorro durante años; las familias no se forman; muy a menudo no se forman familias con un cierto número de compromisos hacia los hijos, de manera que el ahorro se extingue».
 
«En este sentido, cuando la caída del desarrollo del mundo occidental se debe a la falta de natalidad, se convierte en un hecho preocupante – afirmó Gotti Tedeschi –. Se inventa al respecto el intento de compensar esta caída del desarrollo a través de actividades financieras y ante todo con la deslocalización – se intentan transferir todas esas producciones a Asia, para volver a traerlas con costes menores; y con una mayor productividad, pero la productividad tiene límites».
 
«En los últimos 10 años – explicó –, la tasa de endeudamiento de las familias americanas, ya bastante alto (que era el 68% del producto interior bruto más o menos en 1998) ha pasado en 2008 al 96% del producto interior bruto, es decir, ha aumentado 28 puntos».
 
«Si se toman los 28 puntos porcentuales de crecimiento sobre 10 años y lo divide, se obtiene una media de la tasa de crecimiento del 2,8% al año, debido exclusivamente al consumismo por endeudamiento de las familias americanas». «En la práctica, éste ha sido el origen de la crisis, hasta llegar después a los excesos de las llamadas subprime – afirmó –. El origen por el que el instrumento financiero, la compra a deuda, la extensión del crédito, se realizó fue para compensar la tasa de crecimiento del desarrollo de la economía ligado al hecho de que no nacen hijos».
Según el presidente del IOR, «el origen de la crisis no está en los bancos o en las finanzas. Los bancos y las finanzas han contribuido a agravar la crisis en sus orígenes, intentando compensar los problemas que se habían generado precedentemente, es decir, la caída del desarrollo económico, que se ha intentado camuflar con el uso de instrumentos financieros».
 
«Si puedo incluso ser más polémico, diré que más que los banqueros, la responsabilidad la han tenido algunos gobernantes, que han estimulado, apoyado y justificado esa expansión crediticia que se ha utilizado para sostener una tasa de crecimiento que se ha reconocido como ficticio», observó.
 
«La deuda total de los gobiernos, de las familias, de las instituciones financieras y de las instituciones industriales, hoy debe desinflarse. Desinflamiento quiere decir que llevará entre 5 y 7 años, en países maduros como Europa y Estados Unidos, para poderse redimensionar, para poder volver a criterios aceptables».
 
El profesor Gotti Tedeschi se refirió de nuevo al caso americano para explicar la forma negativa de subsidiariedad, es decir, la del individuo hacia el Estado.
«Los americanos – afirmó – han sido utilizados durante 15 años para sostener, endeudándose, el crecimiento del producto interno bruto americano, que vacilaba. Y los Estados Unidos, como sabemos, han tenido también momentos complejos – pensemos en el 11 de septiembre de 2001 – teniendo que reconstruir una actitud hacia el terrorismo, como grandes guardianes de la humanidad, probablemente aumentando notablemente sus gastos también de defensa, y los gastos se pagan». «He ahí la exigencia de un crecimiento del PIB – explicó –. Un gasto fuerte en defensa, para los armamentos, tras el 11 de septiembre, que aumentó en los años sucesivos con tasas del 14 y 15 % al año, debe ser mantenida por el crecimiento de un producto interno bruto».
 
«De ahí la exigencia de hacer crecer el producto interno bruto – añadió –. ¿Y cómo hacerlo crecer? Esta es la costumbre americana: se deja la libertad al individuo de hacerlo; se le pone en condiciones de hacerlo: intereses bajos y atracción por una forma de consumismo». «Tras 10 años las familias americanas se han convertido en pobres, han perdido una gran parte de sus inversiones líquidas, han perdido una gran parte del valor de su casa, que aún no han pagado, han perdido una parte del fondo de la pensión, que ha disminuido notoriamente, se han endeudado para dos o tres años y corren el riesgo de perder el puesto de trabajo».
 
Según el economista, finalmente, «la única forma de reconstituir un equilibrio económico-financiero» es la «austeridad».