Dentro de pocos días, del 11 al 13 de febrero, se reunirá en el Vaticano la pontificia academia para la vida, cuyo presidente es el arzobispo Salvatore Fisichella. La reunión se preanuncia tormentosa. Algunos miembros de la academia son críticos respecto a que Fisichella sea idóneo para presidirla. Entre ellos sobresale monseñor Michel Schooyans, belga, profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina, apreciado especialista en antropología, en filosofía política, en bioética. Es miembro de tres academias pontificias: la de ciencias sociales, la de santo Tomás de Aquino y - precisamente - la de la vida. El Papa Joseph Ratzinger lo conoce y lo aprecia. En 1997, como cardenal prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, escribió el prefacio a un libro suyo: «L´Évangile face au désordre mondial».
En miras a la reunión, Schooyans ha escrito una dura denuncia contra la «trampa» en la que Fisichella también habría caído: el uso engañoso del concepto de compasión. La denuncia está reproducida en el documento adjunto. En ella el nombre de Fisichella no aparece. Pero hay referencias precisas a un artículo suyo aparecido en «L´Osservatore Romano» en materia de aborto, que cuando salió publicado provocó un auténtico alboroto que finalmente obligó a la congregación vaticana para la doctrina de la fe a emitir una «Clarificación».
En miras a la reunión, Schooyans ha escrito una dura denuncia contra la «trampa» en la que Fisichella también habría caído: el uso engañoso del concepto de compasión. La denuncia está reproducida en el documento adjunto. En ella el nombre de Fisichella no aparece. Pero hay referencias precisas a un artículo suyo aparecido en «L´Osservatore Romano» en materia de aborto, que cuando salió publicado provocó un auténtico alboroto que finalmente obligó a la congregación vaticana para la doctrina de la fe a emitir una «Clarificación».
Ese artículo de Fisichella salió el 15 marzo del 2009. Y se refería al caso de una jovencísima niña-madre brasileña, a la que se le hizo abortar, en Recife, los dos gemelos que llevaba en su seno. En los días previos, el caso de esta niña había inflamado polémicas virulentas, no sólo en Brasil, sino también en otros países y sobre todo en Francia. Los diarios franceses se habían lanzado contra el «fanatismo» y la «dureza de corazón» de la Iglesia, en particular del arzobispo de Olinda y Recife, José Cardoso Sobrinho, que había condenado el doble aborto, y se inclinaban sólidamente en defensa de la niña y de aquellos que la habían «salvado» haciéndola abortar.
Las acusaciones a la Iglesia carente de «compasión» eran muy ásperas y golpeaban al mismo Papa Benedicto XVI, que apenas salía de la difícil experiencia de los furiosos ataques por el caso Williamson de pocas semanas antes. Lucetta Scaraffia, comentadora sobresaliente de «L´Osservatore Romano», estaba en aquellos días en París y puso en alarma al director del diario vaticano, Giovanni María Vian.
Este, de acuerdo con su editor, el secretario de Estado cardenal Tarcisio Bertone, confió a monseñor Fisichella el encargo de escribir un artículo que calmase los ataques a la Iglesia y al Papa. Fisichella lo escribió. Bertone lo examinó y aprobó palabra por palabra, sin hacerlo revisar previamente por la congregación para la doctrina de la fe, como en el Vaticano se hace, por norma, para las tomas de posición que tocan la doctrina. En la tarde del 14 de marzo el artículo salió en la primera página de «L´Osservatore Romano», con la fecha del día siguiente.
En él, Fisichella escribía que el caso de la niño brasileña «ha ganado las páginas de los diarios, sólo porque el arzobispo de Olinda y Recife se ha apresurado a declarar la excomunión para los médicos que la han ayudado a interrumpir el embarazo», cuando por el contrario, «antes que pensar en la excomunión», la niña «debía en primer lugar ser defendida, abrazada, acariciada» con esa «humanidad de la que nosotros, hombres de Iglesia, debemos ser expertos anunciadores y maestros». Pero «no ha sido así».
Y continuaba: «A causa de la más que joven edad y de las condiciones precarias de su salud, la vida [de la niña] estaba en serio peligro a causa del embarazo en curso. ¿Cómo actuar en estos casos? Decisión ardua para el médico y para la misma ley moral. Opciones como ésta [...] se repiten cotidianamente [...] y la conciencia del médico se encuentra sola consigo misma en el acto de verse obligado a decidir qué es lo mejor que se debe hacer».
Al final del artículo Fisichella se dirigía directamente a la niña: «Estamos de tu parte. [...] Son otros los que merecen la excomunión y nuestro perdón, no los que te han permitido vivir».
Las acusaciones a la Iglesia carente de «compasión» eran muy ásperas y golpeaban al mismo Papa Benedicto XVI, que apenas salía de la difícil experiencia de los furiosos ataques por el caso Williamson de pocas semanas antes. Lucetta Scaraffia, comentadora sobresaliente de «L´Osservatore Romano», estaba en aquellos días en París y puso en alarma al director del diario vaticano, Giovanni María Vian.
Este, de acuerdo con su editor, el secretario de Estado cardenal Tarcisio Bertone, confió a monseñor Fisichella el encargo de escribir un artículo que calmase los ataques a la Iglesia y al Papa. Fisichella lo escribió. Bertone lo examinó y aprobó palabra por palabra, sin hacerlo revisar previamente por la congregación para la doctrina de la fe, como en el Vaticano se hace, por norma, para las tomas de posición que tocan la doctrina. En la tarde del 14 de marzo el artículo salió en la primera página de «L´Osservatore Romano», con la fecha del día siguiente.
En él, Fisichella escribía que el caso de la niño brasileña «ha ganado las páginas de los diarios, sólo porque el arzobispo de Olinda y Recife se ha apresurado a declarar la excomunión para los médicos que la han ayudado a interrumpir el embarazo», cuando por el contrario, «antes que pensar en la excomunión», la niña «debía en primer lugar ser defendida, abrazada, acariciada» con esa «humanidad de la que nosotros, hombres de Iglesia, debemos ser expertos anunciadores y maestros». Pero «no ha sido así».
Y continuaba: «A causa de la más que joven edad y de las condiciones precarias de su salud, la vida [de la niña] estaba en serio peligro a causa del embarazo en curso. ¿Cómo actuar en estos casos? Decisión ardua para el médico y para la misma ley moral. Opciones como ésta [...] se repiten cotidianamente [...] y la conciencia del médico se encuentra sola consigo misma en el acto de verse obligado a decidir qué es lo mejor que se debe hacer».
Al final del artículo Fisichella se dirigía directamente a la niña: «Estamos de tu parte. [...] Son otros los que merecen la excomunión y nuestro perdón, no los que te han permitido vivir».
El artículo suscitó reacciones inmediatas de sentido contrario: por una parte las protestas de los defensores de la vida de todo concebido, sin excepciones, por la otra el aplauso de los defensores de la libertad de abortar. La arquidiócesis de Olinda y Recife, considerando que pública e injustamente el Vaticano la desautorizaba respecto a las acciones que había realizado, reaccionó con una publicada en su sitio web el día siguiente, en la cual acusaba a Fisichella de no estar informado sobre los hechos y de poner en peligro la misma doctrina de la Iglesia sobre el aborto.
El arzobispo Cardoso Sobrinho pidió a las autoridades vaticanas publicar sobre «L´Osservatore Romano» esta nota suya. Pero no obtuvo respuesta. A Cardoso Sobrinho le expresaron su solidaridad una gran cantidad de obispos del Brasil y de todo el mundo. Pero mientras tanto - durante el silencio del Vaticano - en muchos diarios de diferentes naciones tomo cuerpo la tesis de que la Iglesia había aprobado el aborto «terapéutico»: tesis a la que también parece dar respaldo una declaración del 21 de marzo del portavoz vaticano, el Padre Federico Lombardi, mientras el Papa estaba viajando al África.
El 4 de abril «L´Osservatore Romano» volvió fugazmente sobre el argumento, pero sin satisfacer a los críticos del artículo de Fisichella. Más aún, causó el efecto contrario. En una nota de crónica el diario vaticano citó una declaración de una famosa periodista laica, Lucia Annunziata, ex presidente de la televisión italiana de Estado, que reconocía a la Iglesia «una transparencia nunca antes vista» y este era el motivo de su felicitación: «Me refiero a la intervención de monseñor Fisichella sobre el caso de la niña brasileña, publicado por “L´Osservatore Romano”».
Para un buen número de miembros de la pontificia academia para la vida, la medida estaba colmada. El mismo 4 de abril, 27 de ellos, de un total de 46, firmaron una carta a su presidente Fisichella, pidiéndole que retire sus «erradas» posiciones expresadas en el artículo. El 21 de abril Fisichella les respondió por escrito, rechazando la solicitud.
Los primeros días de mayo, 21 de los firmantes de la anterior carta se dirigieron entonces al cardenal William Levada, prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, pidiendo a la congregación un pronunciamiento clarificador sobre la doctrina de la Iglesia en materia de aborto.
La carta fue entregada el 4 de mayo y la congregación para la doctrina de la fe la giró al cardenal Bertone, ya que - fue explicado a los remitentes - «el artículo de Fisichella había sido escrito por solicitud del cardenal secretario de Estado y había sido aprobado sólo por él». Pero al no recibir de Bertone ninguna garantía de clarificación, algunos miembros de la pontificia academia para la vida decidieron dirigirse directamente al Papa.
Christine de Marcellus Vollmer, venezolana que vive en los Estado Unidos, presidenta de la Alliance for Family y de la Latin American Alliance for Family, y otros cuatro miembros de la academia se reunieron algunos minutos con Benedicto XVI después de la audiencia general de un miércoles. La audiencia les había sido gestionada gracias a los buenos oficios del cardenal Renato Martino.
Los cinco académicos entregaron a Benedicto XVI un nutrido dossier, con un gran número de artículos de prensa que recitaban en coro que, gracias al artículo de Fisichella, la Iglesia había definitivamente abierto las puertas al aborto «terapéutico». El Papa Joseph Ratzinger se mostró sorprendido y triste. Murmuró: «Se debe hacer algo… Se hará algo».
El 8 de junio, Benedicto XVI discutió la cosa con el cardenal Bertone y ordenó publicar una declaración que reconfirmase como inmutable la doctrina de la Iglesia respecto al aborto. Mientras tanto, la arquidiócesis de Olinda y Recife envió al Vaticano un memorando con el informe detallado de lo que la Iglesia del lugar había hecho y seguía haciendo para ayudar a la niña y a sus familiares, así como había protegido hasta el último a los dos hijos que había llevado en su seno.
El memorando terminaba pidiendo justicia para el arzobispo Cardoso Sobrinho, que si es que no se daba entonces se procedería a una denuncia canónica contra Fisichella. Pero pasaron semanas y en el Vaticano no se movió una hoja. Christine de Marcellus Vollmer y otros académicos resolvieron entonces realizar un gesto de presión extrema. Amenazaron con renunciar colectivamente a la pontificia academia para la vida. Día tras día las adhesiones iban aumentando. Llegaron a ser 17 cuando finalmente, en la tarde del 10 de julio, en «L´Osservatore Romano» salió la esperada «Clarificación» de la congregación para la doctrina de la fe sobre el artículo de Fisichella.
La nota, hecha pública sin llamar la atención, no decía que el artículo de Fisichella estaba equivocado, sino solamente que había sido objeto de «manipulación e instrumentalización». Un expediente retórico que ha permitido tanto a Fisichella como a Bertone - ambos miembros de la congregación para la doctrina de la fe - salir de la situación con un mínimo de daño.
Pero lo feo no ha pasado, para el arzobispo presidente de la pontificia academia para la vida. En los próximos días se encontrará frente a los académicos que han pedido su cabeza. Y la volverán a pedir.
El arzobispo Cardoso Sobrinho pidió a las autoridades vaticanas publicar sobre «L´Osservatore Romano» esta nota suya. Pero no obtuvo respuesta. A Cardoso Sobrinho le expresaron su solidaridad una gran cantidad de obispos del Brasil y de todo el mundo. Pero mientras tanto - durante el silencio del Vaticano - en muchos diarios de diferentes naciones tomo cuerpo la tesis de que la Iglesia había aprobado el aborto «terapéutico»: tesis a la que también parece dar respaldo una declaración del 21 de marzo del portavoz vaticano, el Padre Federico Lombardi, mientras el Papa estaba viajando al África.
El 4 de abril «L´Osservatore Romano» volvió fugazmente sobre el argumento, pero sin satisfacer a los críticos del artículo de Fisichella. Más aún, causó el efecto contrario. En una nota de crónica el diario vaticano citó una declaración de una famosa periodista laica, Lucia Annunziata, ex presidente de la televisión italiana de Estado, que reconocía a la Iglesia «una transparencia nunca antes vista» y este era el motivo de su felicitación: «Me refiero a la intervención de monseñor Fisichella sobre el caso de la niña brasileña, publicado por “L´Osservatore Romano”».
Para un buen número de miembros de la pontificia academia para la vida, la medida estaba colmada. El mismo 4 de abril, 27 de ellos, de un total de 46, firmaron una carta a su presidente Fisichella, pidiéndole que retire sus «erradas» posiciones expresadas en el artículo. El 21 de abril Fisichella les respondió por escrito, rechazando la solicitud.
Los primeros días de mayo, 21 de los firmantes de la anterior carta se dirigieron entonces al cardenal William Levada, prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, pidiendo a la congregación un pronunciamiento clarificador sobre la doctrina de la Iglesia en materia de aborto.
La carta fue entregada el 4 de mayo y la congregación para la doctrina de la fe la giró al cardenal Bertone, ya que - fue explicado a los remitentes - «el artículo de Fisichella había sido escrito por solicitud del cardenal secretario de Estado y había sido aprobado sólo por él». Pero al no recibir de Bertone ninguna garantía de clarificación, algunos miembros de la pontificia academia para la vida decidieron dirigirse directamente al Papa.
Christine de Marcellus Vollmer, venezolana que vive en los Estado Unidos, presidenta de la Alliance for Family y de la Latin American Alliance for Family, y otros cuatro miembros de la academia se reunieron algunos minutos con Benedicto XVI después de la audiencia general de un miércoles. La audiencia les había sido gestionada gracias a los buenos oficios del cardenal Renato Martino.
Los cinco académicos entregaron a Benedicto XVI un nutrido dossier, con un gran número de artículos de prensa que recitaban en coro que, gracias al artículo de Fisichella, la Iglesia había definitivamente abierto las puertas al aborto «terapéutico». El Papa Joseph Ratzinger se mostró sorprendido y triste. Murmuró: «Se debe hacer algo… Se hará algo».
El 8 de junio, Benedicto XVI discutió la cosa con el cardenal Bertone y ordenó publicar una declaración que reconfirmase como inmutable la doctrina de la Iglesia respecto al aborto. Mientras tanto, la arquidiócesis de Olinda y Recife envió al Vaticano un memorando con el informe detallado de lo que la Iglesia del lugar había hecho y seguía haciendo para ayudar a la niña y a sus familiares, así como había protegido hasta el último a los dos hijos que había llevado en su seno.
El memorando terminaba pidiendo justicia para el arzobispo Cardoso Sobrinho, que si es que no se daba entonces se procedería a una denuncia canónica contra Fisichella. Pero pasaron semanas y en el Vaticano no se movió una hoja. Christine de Marcellus Vollmer y otros académicos resolvieron entonces realizar un gesto de presión extrema. Amenazaron con renunciar colectivamente a la pontificia academia para la vida. Día tras día las adhesiones iban aumentando. Llegaron a ser 17 cuando finalmente, en la tarde del 10 de julio, en «L´Osservatore Romano» salió la esperada «Clarificación» de la congregación para la doctrina de la fe sobre el artículo de Fisichella.
La nota, hecha pública sin llamar la atención, no decía que el artículo de Fisichella estaba equivocado, sino solamente que había sido objeto de «manipulación e instrumentalización». Un expediente retórico que ha permitido tanto a Fisichella como a Bertone - ambos miembros de la congregación para la doctrina de la fe - salir de la situación con un mínimo de daño.
Pero lo feo no ha pasado, para el arzobispo presidente de la pontificia academia para la vida. En los próximos días se encontrará frente a los académicos que han pedido su cabeza. Y la volverán a pedir.